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Parapsicología de la Guerra Civil

Los tesoros de Medina-Sidonia (A la sombra de la muerte)

Johan Brouwer

Córdoba, Berenice, 2014

Trad. de Isabel-Clara Lorda Vidal

280 pp. 18 €

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Por fin damos con una novela sobre la Guerra Civil que se sale de los campos trillados y muestra aspectos de la contienda desde una perspectiva foránea y original. A simple vista, si no sabemos nada sobre su autor, el holandés Johan Brouwer, puede parecer un simple relato autobiográfico sobre su participación como militar extranjero en las Brigadas Internacionales. Y tan verosímil es el tono y contenido del relato que así lo consideramos durante gran parte de su lectura. Sin embargo, una vez rebasados dos tercios de la novela –pues ficción es, en fin de cuentas, aunque no por completo–, comprendemos que hay una línea argumental que no casa con los muertos y las bombas. Y se trata de los fenómenos paranormales que llevan al estudiante holandés que narra la historia a viajar a España para ir al encuentro con la muerte y al eventual descubrimiento de un tesoro que iba dirigido a los tercios de Flandes. Lo curioso es que está tan bien conseguida la voz narradora, sus circunstancias y su deseo de revelar lo oculto y de vivir tanto la realidad de la lucha y la sangre como lo que esconde el pasado y sus espíritus, recientes o lejanos en el tiempo, que sólo al final empezamos a ver que ese tesoro del duque de Medina-Sidonia no es más que una inocente invención novelesca. Y que, pese a todos los estupendos detalles de misiones y compañeros de viaje, el autor no luchó nunca en España más que con su palabra, escrita y hablada.

Se trata, por tanto, de una novela bélica que contiene una desacostumbrada sustancia narrativa. Por un lado, es capaz de mostrar con gran verosimilitud literaria la guerra desde la perspectiva de un extranjero; por otro, y con la misma naturalidad, no deja en ningún momento de crear una atmósfera de misterio que define con gran perspicacia la peculiar psicología del narrador. Tanto describe ambientes y personajes «reales» con increíble penetración y precisión estilística, como hunde sus manos en las neblinas de los espíritus sin reposo. Las calles de Valencia, Madrid y Barcelona de los años 1937 y 1938 están vivas en estas páginas que fueron escritas nada más acabar la guerra, cuando el holandés errante vuelve a su país y es engullido por otra guerra, a la que esta vez no va a sobrevivir. Su personaje se alista en las Brigadas Internacionales obsesionado por la suerte de una mujer que le fascina, Concha, y deja sus estudios de Derecho en Holanda con la ambición de abrazar la guerra española, «una idea inverosímil, el monstruoso engendro de una mente confusa». Pronto se da cuenta de que es «un intruso en una familia en pleno duelo» y de que la mayoría de sus camaradas venidos de Alemania, Francia o Inglaterra son excombatientes que desean «volver a sentir la proximidad de la muerte y la liberación interior que produce saber que el fin puede llegar en cualquier momento». Sí, el fin llega para personajes como Papa, Pig y muchos otros más que conoce en Valencia y Madrid, mientras que él se siente «un ser incorpóreo vagando como un fantasma por un mundo irreal», lo que es una inspirada definición de cómo a veces se siente un escritor.

Y Johan Brouwer es un buen escritor del que no sabíamos nada y nada habíamos leído antes. Un hombre fascinado por España y su historia, con un pasado extraño (fue juzgado por homicidio y pasó ocho años en la cárcel) y pasión desbordada por la justicia, la mística y la parapsicología. La primera lo llevó ante un pelotón de fusilamiento en 1943 y las otras dos, junto con su curiosidad histórica, a escribir obras originales que superan cualquier diletantismo académico y se dirigen a la médula mediante un conocimiento intuitivo. Protestante convertido al catolicismo, investigador de la mística española, conservador simpatizante de la República y contrario a Franco y al nazismo, Brouwer se alineó con la España amenazada por los rebeldes y nos dejó este tesoro en forma de novela, un doblón como el que su personaje rescata de un botín lejano que se hunde en el mar.

Con el lema «Recuerda cuán breve es mi tiempo», Los tesoros de Medina-Sidonia resulta una obra construida a partir de diversas capas superpuestas (experiencia, invención, intuición, obsesión, misterio) que se lee con verdadero interés. Quizá lo más memorable del relato sean los tipos con que el narrador va encontrándose en sus diversos destinos. Cuando es herido en una de las escaramuzas, acaba en la oficina de traducción de Madrid. Allí trabaja con un intrigante comunista alemán, Schmidt, del que ofrece un retrato imborrable. Como también de la bailarina sueca Gretha, y de Natacha, la rusa que muere en circunstancias misteriosas. El capítulo dedicado a esta joven entregada a una causa que no ha elegido y de la que no puede huir, es de una peculiar intensidad narrativa. Igualmente tienen interés los capítulos dedicados a Felipe II y El Escorial, así como a Tarragona, al final del libro.

Pero el gran protagonista del libro de Brouwer, y tal vez de toda su obra, tanto narrativa como ensayística, es la atracción por la muerte. Para él, la mayoría de combatientes extranjeros llegaron para estar cerca de su sombra. «¿Cuántos de ellos habían acudido a España atraídos por la llamada de la muerte?», se pregunta. La «sensación de estar al borde de la vida» define la actividad algo sonámbula de ese estudiante curioso y trágico durante los dos años que pasa en los frentes de la guerra española. Puede argüirse que el leitmotiv de la novela –el descubrimiento del cofre que contiene la clave del lugar donde están enterrados los famosos tesoros– queda un tanto fuera de enfoque una vez cerrado el libro. Resulta entonces un tema menor que da forma novelesca a lo que, como se ha dicho al inicio, podría pasar por un relato autobiográfico singular. Lo insólito es que sirve para poner contrapunto a la pesadilla de la contienda. Al tiempo que el autor holandés da cabida a lo mágico y lo sobrenatural, descubre el mundo del pasado y lo confronta con el desmembramiento de España. De ahí la presencia de Felipe II y su sueño de la decadencia del imperio. Además, Brouwer consigue de esta manera retratar la sociedad española a través de metáforas y la invocación de los espíritus gracias a los objetos que rodearon en vida a aquellas personas.

El resultado, notable, es una visión de la Guerra Civil que nos interroga una vez más sobre tan fascinante e inabarcable episodio de la historia española, dejándonos un regusto a peligro y fatalidad, eso mismo que atrajo a muchos extranjeros a acudir en defensa de la República. En algún momento uno se pregunta si el bajo continuo parapsicológico que suena a lo largo de la novela no es sino la expresión de un conflicto interior. Todo el libro está recorrido por el anhelo de «intensidad» que se le manifestó al autor en la cárcel, cuando empezó a entrar en contacto con la poesía de san Juan de la Cruz y santa Teresa de Ávila. Y ese anhelo era, como bien dice la traductora del libro en el epílogo, «la expresión perfecta de su propio anhelo de lo absoluto, que ansió durante toda su vida». Esperemos que el rescate de esta obra sirva para que se haga accesible al lector español alguna otra de sus novelas, como la también autobiográfica Hoy no hay consulta.

José Luis de Juan es escritor. Sus últimos libros son Campos de Flandes (Barcelona, Alba, 2004), Sobre ascuas (Barcelona, Destino, 2007) y La llama danzante (Barcelona, Minúscula, 2013).

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Ficha técnica

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