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Lobos y corderos

Los clamores de la tierra

FULGENCIO ARGÜELLES

Alfaguara, Madrid, 1996

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Desde los albores del Romanticismo decimonónico hasta nuestros días, salvo en breves paréntesis temporales, ha tenido la Edad Media ese punto inevitable de fascinación, de motivo literario inagotable, para los poetas y novelistas de Occidente. Podría decirse que la novela histórica ha encontrado en ella su razón de ser, muy del agrado del lector que busca otros rostros y otros mundos de su presente establecido y normalizado.

El escritor asturiano Fulgencio Argüelles consigue en Los clamores dela tierra, su segunda novela publicada, el tono y la verosimilitud que requiere un relato histórico sobre la Edad Media. Situada en el siglo IX , en el breve pero conflictivo reinado de Ramiro I de Asturias, recrea con la misma intensidad los conflictos sociales de una realidad estamental y problemática y los sentimientos individuales que determinan los comportamientos espontáneos del ser humano.

El novelista ha organizado la historia de un modo ya tradicional en nuestra literatura, es decir, mediante un perspectivismo convergente, en el que, argumentalmente, coinciden en un punto dos o más visiones de la existencia humana. Cada estamento social configura su propia perspectiva, su propia concepción de la vida, y con ellas, sus metas y sus destinos. De esta forma, nobles y alto clero pondrán su mirada en la ambición y la lucha por el poder al margen de la moral y los escrúpulos. Son momentos históricos de enfrentamiento entre viejos y nuevos órdenes sociales y hay en juego demasiados privilegios y prebendas. El pueblo, por su parte, sigue poniendo en el tablero sus mitos y creencias, sus sentimientos personales y su supervivencia amenazada.

Cuando esas dos perspectivas entran en conflicto y la tensión y la violencia se hacen hueco entre ricos y pobres, la tierra parece clamar entre la arbitrariedad del poderoso y el miedo del súbdito, pero también cubrirse con la grandiosidad de los relatos épicos. La incipiente ciudad medieval, abigarrada de asechanzas y oscuridades, intenta un nuevo orden por encima de traiciones palaciegas y sublevaciones, un plan de uniformidad que choca con la existencia libre y ancestral de las gentes de los montes, los últimos astures, que pagan cara su independencia con el sometimiento de sus ritos y la aniquilación de sus costumbres. Toda conquista lleva consigo la sangre y el fuego al lado de las gestas.

La novela histórica, sin embargo, va más allá de la recreación documental, y ésta, en una gran parte, reproduce la doble línea del bien y del mal en la que comparecen ingredientes oportunos, como la intriga o la dialéctica de las pasiones. Fulgencio Argüelles crea personajes inolvidables para su representación: el obispo Adulfo en el mal, el abad Munio en el bien, el propio rey Ramiro en las buenas intenciones, aunque dentro lleven el filo de la muerte, o el aquitano Jonás en la honestidad del trabajo. A todos aventajan en intensidad, creemos, los hermanos Arbidel y Martín, cuyos afectos en estado puro consiguen cambiar el rumbo de las cosas y poner claridad donde había tinieblas.

Unas tinieblas que aportan el marco gótico a la novela. La narración avanza por intrigas nocturnas, pasadizos intrincados, plagas como lacayos de la muerte, mazmorras insalubres, calles malolientes y atmósferas tenebrosas. Es decir, todo aquello que, por su aspecto sobrecogedor, atrajo a los lectores de antaño y sigue atrayendo a los de nuestros días, pues no en vano dibuja el sentir primario del amor y la muerte, del miedo, la dicha o la fatalidad.

He aquí una novela notable cuya trama, protagonizada por un conjunto coral de personajes, convierte en mito lo más elemental del ser humano y en cotidianos los mitos más sorprendentes. Una historia narrada con gran riqueza de matices y una magistral alternancia del presente y el pretérito para mayor gozo de la lectura.

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Ficha técnica

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