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Personajes de la guerra

Las tres Españas del 36

PAUL PRESTON

Plaza Janés, Barcelona, 1998

472 págs.

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Lo primero que llama la atención en este libro es el contraste entre el propósito reiteradamente enunciado de ofrecer una «perspectiva radicalmente distinta y original» de nuestra contienda (portada, contraportada y prólogo, pág. 13) y el contenido real, que se limita a ofrecer la biografía de nueve protagonistas de la época del modo más tradicional. Resulta difícil entender las servidumbres del marketing en una obra y un autor que no lo necesitan. Porque estamos sencillamente frente a un buen libro de divulgación, en su modalidad de acercamiento político y humano a unos personajes clave del terrible momento histórico, interesante por lo que cuenta, ameno e impecable en cómo lo cuenta.

No vamos a descubrir a estas alturas a Paul Preston, hispanista sobradamente conocido hasta por el gran público merced, sobre todo, a su reciente biografía sobre el general Franco. Sí convendría añadir que Preston es uno de los mejores conocedores de todos los recovecos de la política española de los años treinta, campo en el que viene trabajando desde la década de los setenta, y que le ha permitido recolectar un material impresionante. Se pone ello de relieve en esta misma obra, arropada por un aparato documental extraordinario que, incomprensiblemente, ha sido relegado a las páginas finales, dando como resultado cincuenta y una páginas seguidas de notas en letra apretadísima, que parecen concebidas, más que otra cosa, para disuadir cualquier ánimo de consulta.

Por lo que respecta al contenido propiamente dicho es preciso señalar que, tras un prólogo enormemente habilidoso, en el que el autor intenta dotar de un sentido unitario y coherente al libro, se entra directamente en el estudio –en el marco de capítulos de pareja extensión, independientes entre sí– de los distintos personajes que Preston ha elegido para simbolizar las tres Españas. Selección sorprendente por varios motivos, entre los cuales no es el menor la desigual relevancia política de la nómina. Pero, en fin, cortesía obliga, dejémoslo como parte de las potestades que no deben discutirse al autor.

Lo que sí resulta más discutible –dicho sea en el mejor de los sentidos, porque parece que a Preston le gusta despertar polémicas– es el tono desigual con que aborda a unos y a otros. Nuestro investigador se atiene indudablemente a los datos, pero los interpreta con una empatía o un distanciamiento notables, en función del personaje. Así, es implacable con Franco, se muestra asqueado de Millán Astray, revela cierta indulgencia hacia José Antonio, adopta un tono paternalista con Pilar Primo de Rivera, es comprensivo con Madariaga, respetuoso con Besteiro, muy contemporizador con Azaña (al que absuelve de casi todo), califica de honrado y bonachón a Prieto y, por último, se deja ganar con escaso sentido crítico por el mito de Pasionaria.

En otro orden de cosas, algunas interpretaciones (muy pocas desde luego) resultan algo desconcertantes. Por ejemplo, asimilar sin más (pág. 252) la figura de Azaña a la «generación del 98» (¡él, que tanto la combatió!) no resulta muy adecuado. Son, repito, excepciones, a veces además simples matices, que no empañan una obra atractiva, pensada para llegar –con éxito- al gran público.

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Ficha técnica

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