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Alejandro de Humboldt y su época

La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt

Andrea Wulf

Barcelona, Taurus, 2016

Trad. de María Luisa Rodríguez Tapia

578 pp. 23,90 €

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Los dos hermanos von Humboldt son figuras centrales de la modernidad: Wilhelm, por sus estudios sobre las lenguas y la introducción de la investigación en la universidad; Alexander, por su presentación de la naturaleza americana y de las culturas precolombinas, la concepción integrada de la naturaleza, su cosmopolitismo y su escritura entre la ciencia y el arte. Ambos fueron realmente sabios universales, ejercieron una enorme función de extensión del conocimiento desde los principales círculos científicos y culturales del mundo de entonces: Londres, París y Berlín. Eran, sin embargo, dos personalidades muy distintas: Wilhelm, sosegado, sedentario y con dominio de sí mismo; Alexander, impetuoso, capaz de desplegar una actividad frenéticaSiempre quería experimentar todo y, si podía ser, «tres cosas al mismo tiempo»., obsesionado por viajar, explorar, estudiar y comparar, y hablador impenitente. En todo caso, siempre estuvieron en contacto a través de una ingente correspondencia, y Alexander, entre viaje y viaje, era siempre bien acogido en la casa de Jena de su hermano mayor y su mujer Carolina (salvo ocasionales reticencias cuando llevó algunos amigos íntimos). Allí encontraba a los científicos, políticos y artistas más importantes del momento que le servían para establecer los contactos que necesitaba para su proyecto de exploraciones. Es, en suma, difícil entender a uno sin el otro. Si uno experimentó el impulso formativo de la naturaleza, el otro lo tuvo de la lengua, como se dice en la reciente biografía de Alexander, objeto de este comentario, que le ha consagrado la escritora angloalemana Andrea Wulf.

Como es bien sabido, de la vida y la obra de Alejandro de Humboldt destaca su viaje a América entre 1799 y 1804, a los dominios entonces españoles, remontando el Orinoco con la intención de encontrar la comunicación con el Amazonas por el canal del Casiquiare; después Cuba, los Andes de Colombia, Ecuador (con la ascensión al Chimborazo, entonces la montaña más alta conocida) y Perú, posteriormente México, de nuevo Cuba y Estados Unidos. Este viaje lo convirtió, como se dijo en la época, en el «nuevo descubridor de América», tanto para los europeos como para los americanos, tanto por el estudio de la naturaleza americanaSe concebía anteriormente como un medio hostil y escaso en recursos; esta era la visión que predominaba, por ejemplo, en Georges-Louis Leclerc de Buffon, que creía que América del sur una zona inaccesible de selvas, marismas y montañas. como por la apreciación de las civilizaciones precolombinas, y también por el conocimiento de la sociedad colonial, con la denuncia de la esclavitud y el pronunciamiento constante a favor de la abolición. Aunque ya conocía los Alpes (no los Pirineos, como se dice en una ocasión equivocadamente en el libro) y la mayor parte de la Europa occidental y central, y luego viajó a Siberia, y publicó sobre la geología de esta, fue la publicación de su obra americana la que le dio el enorme prestigio de que gozó en vida, y le abrió muchas sociedades científicas, en particular la American Philosophical Society, la Royal Society, la Académie des Sciences o la Universidad de Berlín, en la que dictó un ciclo de conferencias científicas de gran repercusión, incluso popular. La red científica de Humboldt fue extraordinaria, tanto de informantes como de receptores de sus conocimientos y publicaciones.

La biografía de Wulf lleva el título de La invención de la naturaleza. El nuevo mundo de Alexander von Humboldt y se publicó en inglés en 2015 y en otras lenguas en 2016, entre ellas el castellano. La autora había escrito con anterioridad sobre los padres fundadores americanos en su relación con la agricultura y la horticultura. La obra se añade a una larga serie de biografías del sabio prusiano, de las que sólo citaré aquí la clásica de Hanno Beck (1959-1961), la atractiva pero corta de Douglas Botting (1973)Douglas Botting, Humboldt y el cosmos. Vida, obra y viajes de un hombre universal (1769-1859), trad. de Manuel Crespo, Barcelona, Serbal, 1981. y, como más asequible, la muy interesante del biólogo e historiador de la ciencia Joaquín Fernández, de 2002, cuyo subtítulo es semejante al que se usa en este libro: Humboldt. El descubrimiento de la naturalezaJoaquín Fernández Pérez, El descubrimiento de la naturaleza. Humboldt, Madrid, Nivola, 2002. En España, es indispensable citar también como pionero de los estudios humboldtianos al geógrafo Amando Melón. Por su parte, Germán Bleiberg, editor de un Diccionario Geográfico de España (1956-1961) injustamente mal conocido, hizo su tesis doctoral sobre el proyecto frustrado de segundo viaje de Humboldt a España, obra que sólo se publicó parcialmente.. La obra de Wulf ha sido muy bien acogida por la prensa internacional y nacional, ha merecido el premio 2016 al libro científico de la Royal Society y ha figurado entre los diez best-sellers del año de The New York Times y el segundo de Die Spiegel.

Es verdad que es una obra con una información apabullante y resultado de una labor considerable: Wulf ha consultado numerosos archivos, americanos, alemanes e ingleses, ha leído de primera mano, tanto en alemán como en inglés, muchas de las cincuenta mil cartas que Humboldt escribió, y de las más del doble que recibióMucho se ha escrito sobre la relación que tenía Humboldt con esta correspondencia, a la vez de impaciencia y agobio, de necesidad y exasperación. En esto, como en tantas cosas de su escritura y de su relación con los demás, recuerda Humboldt a nuestra actitud con los medios digitales., ha documentado las ediciones inglesas y alemanas del autor, ha rehecho en gran parte el viaje americano, incluida la subida al Chimborazo, ha rastreado la influencia del libro del Viaje a las regiones equinocciales (conocido como Relación histórica) en los que considera continuadores del sabio prusiano, a empezar por Charles Darwin, seguido de Henry David Thoreau, el autor de Walden, George Marsh, el de Man and Nature, Ernst Haeckel y John Muir, el primer conservacionista que consiguió la declaración de Yosemite como segundo parque nacional. Sin olvidar el capítulo que la autora dedica a Simón Bolívar, que habría aprendido con Humboldt en París a amar la naturaleza americana y a odiar la colonia. Esa extraordinaria documentación se refleja en cincuenta páginas de notas (exactamente 2.177 notas) y veinte de bibliografía. Sin duda, como ha dicho alguno de sus reseñadores, Andrea Wulf ha sido poseída por la pasión de Humboldt y sabe transmitirla a sus lectores.

Se ha repetido sin discusión que Humboldt es el padre de la ecología, mientras se olvida su papel como fundador de la geografía moderna

Lo que comprendo peor es por qué la mayor parte de quienes han comentado la obra han aceptado sin discusión la afirmación con que la autora justifica su libro: que había que rescatar a Humboldt del olvido del mundo y devolverlo al panteón de los ilustres y de los fundadores de nuestra visión del mundo. De la misma forma que se ha repetido sin discusión la idea central de la biografía de que puede considerarse a Alejandro de Humboldt padre de la ecología, aunque los ecólogos «no lo sepan»; mientras se olvida enteramente su papel como fundador de la geografía moderna, mucho más indiscutible y, quizá, aún más importante, de la biogeografíaPor ejemplo, en el suplemento Babelia de El País, Javier Sampedro encabeza su artículo de esta forma: «Alejandro de Humboldt, la ciencia al completo. Una biografía rescata del olvido al geólogo, ecólogo y aventurero alemán».. Son estos dos hechos los que quiero comentar en esta reseña.

Ediciones y publicaciones de Humboldt con motivo del bicentenario del viaje a América

No oculto que el hecho de haberme pasado buena parte de mi vida leyendo a Humboldt me hizo sobresaltarme cuando leí el motivo de Wulf para escribir su libro: el del olvido. Es verdad que la autora añade que es en el mundo de habla inglesa donde más se le ha olvidado. No voy a contrariar la afirmación, aunque tengo razones para dudarlo, al menos en Estados Unidos; en todo caso, donde desde luego no se le ha olvidado es en Alemania, en los países de lengua española y portuguesa, en Francia, en Italia. Entre otras cosas, porque él escribió en alemán y en francés, y mucha de su correspondencia con científicos y políticos españoles y americanos está en español. Mientras el monumental Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente lo escribió primero en francésDe él forman parte sus libros americanos más conocidos, las Vistas de las cordilleras y de los monumentos de los pueblos indígenas de América (1810-1813) o sus Ensayo(s) Politico(s) sobre la isla de Cuba (1826) o Nueva España (1808-1811)., su maravilloso Ansichten der Natur (Cuadros de la naturaleza) de 1808 fue escrito en alemánMientras en español fue vertido por «Cuadros», como lo había sido en Francia (Tableaux), por el que fue su traductor en 1876, Bernardo Giner de los Ríos (hermano de Francisco, el fundador de la Institución Libre de Enseñanza), en Inglaterra rivalizaron dos versiones, Aspects y Views, habiéndose consolidado más bien la primera. Giner también tradujo Vistas (o Sitios, porque en este caso también hubo dos versiones) y Cosmos. La cita en el texto procede, en cambio, de la edición de Iberia de 1961, con nueva traducción de Javier Núñez de Prado que incluye los prólogos de las posteriores ediciones alemanas (p. 3). De la traducción de Giner hay una edición de 2003 publicada por Los Libros de la Catarata con introducción de Miguel Ángel Puig-Samper y Sandra Rebok., al igual que su gran obra final, Cosmos (1845-1862). La elección de la lengua tenía su razón de ser: el editor (cuando no era él mismo, como en el caso del Viaje), el público al que iba dirigido, el francés como lengua casi franca de la época, la naturaleza de los grabados, pero también las exigencias del texto: «Esta manera estética de tratar las ciencias naturales [contemplar la naturaleza como un todo, poniendo de relieve la acción combinada de las fuerzas físicas y la influencia que lo físico ejerce sobre lo moral] presenta grandes dificultades que el vigor magnífico y la flexibilidad de la lengua alemana no han podido hacer desaparecer enteramente». De modo que la versión y la lengua no son para nada indiferentes.

Con motivo del bicentenario del Viaje, ha habido en los años del cambio de milenio un gran número de exposiciones, reediciones, traducciones y estudios sobre Humboldt. Han venido a añadirse a lo que ya era una ingente bibliografía sobre él, en torno a los diez mil títulos, de acuerdo con los repertorios. En primer lugar, se han encontrado y publicado por Margot Faak los diarios del viaje por Colombia y por Ulrike Leitner los de México, ambos no incluidos en la Relación histórica. Se han celebrado exposiciones al menos en Berlín, París, México, Quito, Bogotá, así como en Madrid, esta última en el Museo de Ciencias Naturales en 2005-2006, a cargo (salvo la de París) de Frank Holl, periodista y divulgador científicoAlejandro de Humboldt, una nueva visión del mundo, Madrid, Museo de Ciencias Naturales (CSIC), 4 de octubre de 2005-8 de enero de 2006. Los comisarios fueron Frank Holl y Cecilia Estrada, y el Consejo Científico estuvo integrado por Joaquín Fernández Pérez, Josefina Gómez Mendoza y Miguel Ángel Puig Samper.. Por su parte, en Francia, el historiador Charles Minguet, gran especialista de la estancia de Humboldt en la América españolaCharles Minguet, Alexandre de Humboldt. Historien et géographe de l’Amérique espagnole (1799-1804), París, François Maspero, 1969. En la obra se hace un excelente análisis de las comunidades existentes en la América colonial, criolla, mestiza, india, y de los esclavos negros y su imposible buena relación. Minguet publicó también las Cartas americanas en 1980., emprendió en los mismos años la ímproba tarea de volver a editar todo Humboldt en facsímil con comentarios iconográficos de los grabados. El proyecto no pudo culminarse, pero algunos de los principales libros vieron la luzAl menos Vues des cordillères et monuments des peuples indigènes de l’Amérique y Essai Politique de l’île de Cuba, Nanterre, Erasme, 1989 y 1990.. En España y en los países latinoamericanos, se han reeditado las principales obras: la parte de la Relación histórica dedicada al viaje a las Islas Canarias, en 1995Alejandro de Humboldt, Viaje a las Islas Canarias, edición, estudio crítico y notas de Manuel Hernández González, traducción de Lisandro Alvarado [que es la primera, publicada en Caracas en  1941] revisada para esta edición, La Laguna, Francisco Lemus 1995., los Cuadros de la naturaleza ya mencionados, el Ensayo sobre la geografía de las plantasReedición en facsímil, con edición de José Sarukhán, de la primera traducción al español, de 1809, Ciudad de México, Siglo XXI, 1997. Existe una traducción accesible en línea que hice yo en su día con fines docentes, que se ha utilizado en más de una ocasión, y que he revisado a instancias de los editores canarios., las Vistas de las cordilleras y de los monumentos de los pueblos indígenas de América, en 2010, con la traducción de Bernardo Giner, y en 2012 con una nueva traducción. También en 2011, Cosmos fue reeditado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Sin duda, la gran aportación de Humboldt al conocimiento general fue, y queda demostrado en estos libros, que no había excepcionalidad americana, ni geológicaLo afirma tras comparar la constitución geológica de América y del resto. Los Andes son a los Alpes lo que estos a los Pirineos y en las montañas andinas dice haber visto todo lo que se encuentra en las europeas y en la tinerfeña. Sin olvidar, de todas formas, que Humboldt era todavía entonces neptunista. («El globo entero ha sufrido a no dudar las mismas catástrofes»), ni evolutiva, ni antropológica ni culturalEl autor no duda en afirmar, a partir de las afinidades observadas, cómo se comprueba «el desenvolvimiento de las facultades intelectuales de todos los pueblos», entre ellos los de los pueblos civilizados de la América precolombina que quedaron apartados de las naciones extranjeras. Ottmar Ette habla a este respecto de «cuadros de cultura» de Humboldt.. Con ello Humboldt se distanciaba explícitamente del etnocentrismo prevalente. Ninguna de las ediciones que he citado son mencionadas en el libro.

A lo anterior hay que añadir, para mayor refutación de que Humboldt estaba olvidado, los dos proyectos alemanes que vieron la luz en los años del cambio de siglo, fruto de dos de los mayores especialistas humboldtianos. Ottmar Ette, profesor en Potsdam, que ha escrito, a mi juicio, algunas de las páginas más lúcidas y originales sobre lo que representa Humboldt en nuestra modernidad, fundó en 1999, y sigue coeditando, la revista electrónica HiN Alexander von Humboldt im Netz, así como una plataforma digital dedicada a él. Por su parte, Oliver Lubrich, de la Universidad de Berna, y comparatista como el anterior, ha reeditado Cosmos, el libro sobre Asia Central, la primera versión alemana de las Vistas y debe de estar a punto de terminar la edición en diez tomos de los ensayos de Humboldt. Por último, existe un proyecto norteamericano de hacer una biblioteca digital humboldtiana, pero no sé hasta dónde ha prosperado.

Humboldt y España

Hace unos años, con motivo del bicentenario, ya escribí en Revista de Libros sobre las relaciones de Humboldt con España. No es cuestión de repetirlo ahora, pero dada la forma en que se trata el tema en la biografía es indispensable aludir a ello nuevamente. El barón de Humboldt obtuvo del rey de España (en sus propias palabras) el pasaporte más amplio que jamás hubiera recibido un viajero, permiso para ejecutar todas las operaciones científicas que necesitara para el progreso de las ciencias, así como la orden de que se le prestara toda la ayuda posible. A lo largo de su viaje de cinco años no se ejerció ningún control de sus actividades y los viajeros fueron recibidos y atendidos más bien con entusiasmo y colaboración (salvo en alguna misión).

Sabíamos, desde el texto de Laborde, que Humboldt, en su recorrido de Valencia a Aranjuez, brújula en mano como acostumbraba, había establecido la existencia de una meseta central ibérica«[D]eterminé por medio del barómetro la altura de la altiplanicie central e hice algunas observaciones…», Viaje, 1941, p. 43.. Sabemos ahora, con la amplia documentación localizada y publicada por Miguel Ángel Puig-Samper y Sandra RebokMiguel Ángel Puig-Samper y Sandra Rebok, Sentir y medir. Alexander von Humboldt en España, Madrid, Doce Calles, 2007., la buena acogida que tuvo el viajero en Madrid, cómo consultó las colecciones del Real Jardín Botánico y se comprometió con los naturalistas españoles y la Corona a suministrar a España una de las colecciones botánicas que realizara, así como el resultado de sus investigaciones. Se conoce la relación de respeto e intercambio científico que establecieron Humboldt y su compañero de viaje, el botánico Aimé de Bonpland, con José Celestino de Mutis, miembro de la Real Expedición Botánica al virreinato de Nueva GranadaMutis, que, a la llegada de los viajeros ya era mayor, tenía preocupaciones geográficas y botánicas y les hizo obsequio de cien láminas de la Flora de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada y de varias cortezas de quina., por no citar más que a él de entre los naturalistas españoles o criollos. Y también consta el agradecimiento repetido del prusiano a la Corona española: a su vuelta, en 1805, durante su estancia con su hermano en Roma, agradeció al rey su magnanimidad y puso «a los pies de su majestad los primeros frutos literarios de su expedición»Miguel Ángel Puig-Samper y Elisa Garrido, «A los pies de su Majestad. Humboldt presenta los resultados de su viaje a Carlos IV», Revista de Occidente, núm. 406 (2015), pp. 71-85., al mismo tiempo que alababa los progresos de las ciencias en los establecimientos de Lima, México, Santa Fe, etc. Agradecimiento que repetía en 1808 en la célebre dedicatoria al rey de España del Ensayo Político de la Nueva España (que se ha suprimido de muchas ediciones)Dice Puig-Samper que no hay nada contradictorio entre estos agradecimientos a la Corona y su posición favorable a la emancipación de las colonias americanas. En la dedicatoria mencionada lo resolvía el barón con una hábil pregunta retórica en el sentido de que «un rey ilustrado no se podía oponer al perfeccionamiento de las instituciones sociales y a los principios sobre los que reposa la prosperidad de los pueblos». Véase Miguel Ángel Puig–Samper y Elisa Garrido: «A los pies de su Majestad. Humboldt presenta los resultados de su viaje a Carlos IV», Revista de Occidente, núm. 406 (2015), pp. 71-85. En todo caso, esto no es más contradictorio que haber sido chambelán del rey de Prusia, conservador empedernido y también reformador social..

Humboldt y su compañero Aimé Bonpland al pie del volcán Chimborazo, pintura de Friedrich Georg Weitsch (1810)

Resulta bastante sorprendente que la relación de Humboldt con España, tan bien conocida y documentada, y más aún su estancia en Canarias, que ocupa casi un libro entero en la Relación histórica, sean liquidadas en tres páginas en la biografía que me ocupa (pp. 71-74). Y eso que fue durante la ascensión al Teide donde el naturalista alemán estableció el escalonamiento de los pisos de vegetación y dibujó un perfil botánico del volcánY eso que Helen Maria Williams, la que, bajo la tutela del propio autor, tradujo al inglés la Relación histórica con el título de Personal Narrative of Travels [versión que es la citada en el texto español], señala precisamente en su corto prólogo que la capacidad de Humboldt de ver lo que los demás no ven y de ir hacia ideas generales sin perder la exactitud de lo particular se demostró por primera vez en Tenerife: «The general picture which he has drawn of the isle of Tenerife and the geography of its Plants, proves that in objects often viewed by others, he has seen what others failed to discern».. Tampoco hay nada de Cuba ni de México, aún más llamativo teniendo en cuenta que Humboldt escribió sendos libros sobre las dos colonias. Las alusiones a España son escasas y casi enteramente en su versión colonialResulta pintoresco que hasta se le niegue a los españoles cualquier protagonismo en la guerra de conocemos como de la Independencia: «Al terminar 1813, el ejército inglés, bajo el mando de Wellington había expulsado a los franceses de España» (p. 183)., siempre en relación con la dureza de las colonias y la «barbarie europea». No hay que olvidar que la liberalidad del permiso español contrasta con la actitud de Francia, que impidió al sabio alemán viajar a Egipto, como era su primer proyecto, y, sobre todo, con la actitud de Gran Bretaña y de la Compañía de Indias, que, pese a su tenacidad y gestiones durante años, y a los halagos de que era objeto Humboldt en Londres, nunca le permitieron viajar al Himalaya, a lo que siempre aspiró para los fines de su geografía comparada de las montañas. En cuanto a su viaje a Rusia por el Altái, fue tutelado. La exasperante espera del permiso de las autoridades británicas es ampliamente tratada por la autora, que no oculta que la prohibición final se debió a la cautela frente a un expedicionario tan claramente posicionado contra las colonias y tan dispuesto a pasar información, como hizo con la de Nueva España a Thomas Jefferson. Por eso, quizá, merecerían las autoridades y los botánicos españoles y americanos, si no benevolencia, sí al menos alguna atenciónVéanse las nuevas aportaciones sobre esta relación en el libro que coordinan Mariano Cuesta Domingo y Sandra Rebok, Alexander von Humboldt. Estancia en España y viaje americano, Madrid, CSIC, 2009..

Humboldt ambientalista. La geografía de las plantas y la biogeografía

Dice Wulf en más de una ocasión que Humboldt era un polímata, o aún más, el último polímata. Guste o no la expresión, quizá no hace suficiente justicia a las múltiples sabidurías y capacidades del barón viajero (geología, mineralogía, astronomía, paleontología, zoología, botánica, geografía, historia, etc.), pero sobre todo a su voluntad de ordenar y relacionar los conocimientos, de poner de manifiesto la unidad en la diversidad. Me parece, en cambio, interesante y digna de ser explorada la tesis que mantiene la autora de que ese enciclopedismo habría perjudicado al «polímata» en un momento en el que empezaban a separarse y consolidarse las ciencias específicas. Y que esa sería una de las razones de los equívocos y malinterpretaciones con respecto a él.

Como dije antes, el otro gran argumento de la autora sobre Humboldt consiste en convertirlo en precursor de la ecología y del ecologismo, sin que la mayoría de los ecólogos sean conscientes de ello. Según la autora, al constatar la deforestación en el valle de Aragua y el lago Valencia en Venezuela, habría desarrollado por primera vez la idea del cambio climático provocado por el hombre: «Con su descripción de cómo la humanidad estaba cambiando el clima, [al constatarlo en Venezuela, en Perú, en Lombardía, en Rusia] se convirtió sin saberlo en el padre del movimiento ecologista» (pp. 86-87). Pero, en el argumento de la autora, algo «sí sabía» Humboldt: la extracción colonial dañaba los recursos naturales.

Hay muchas razones para hablar así, pero yo diría que sin excesos. Humboldt no necesita ese «presentismo» ecológico para ser descomunal, e incluso inevitable, en el pensamiento y la ciencia actual. Como han señalado Frank Holl o Joaquín Fernández, el científico viajero, al pretender investigar «cómo se entretejen las fuerzas naturales y la influencia de la naturaleza sobre el mundo vivo y vegetal», no está muy lejos de lo que reconocemos hoy como ecología tal como la definió Ernst Haeckel por primera vez. Ahora bien, como dice acertadamente Fernández en el epílogo de su libro, Alejandro de Humboldt murió justo cuando una visión del mundo desaparecía para dar paso a otra, la que se inaugura con la teoría del origen de las especies de Darwin, cuyo libro de publicó precisamente el mismo año de su muerteUn testimonio claro es que el propio Darwin ?que se había embarcado en el Beagle estimulado por la lectura de la Relación histórica, que dejó un ejemplar anotado, que ha consultado Wulf, y que pidió que le mandaran otros libros del alemán? se mostró decepcionado cuando lo conoció y tampoco apreció demasiado Cosmos.. Sin duda, el sabio prusiano tuvo intuiciones geniales (por ejemplo, la correspondencia entre los continentes o la unidad en la diversidad de los fragmentos) e hizo grandes contribuciones al conocimiento de la biodiversidad, pero no llegó a elaborar una teoría general, ni de la adaptación al medio, ni orogénica, ni física del globo; algunas de sus aportaciones sobre medio orgánico e inorgánico se encuentran enredadas en lo que Fernández ha llamado una «maraña retórica», particularmente en CosmosJoaquín Fernández, op. cit., p. 309. Véase también la valoración que el autor hace de Cosmos (pp. 289-308).. Es evidente que no basta constatar y documentar la destrucción de los bosques por los excesos de la agricultura, del pastoreo, y de una selvicultura intensiva, para ser considerado un teórico del medio ambiente. La idea estaba ya por lo demás muy extendida, y mal delimitada, entre la constatación de la falta de madera por sobreexplotación (la famosa frase de Jean-Baptiste Colbert: «La France périra faute de bois») y las consecuencias ambientales de la deforestación.

¿Ambientalista Humboldt, ecólogo avant la lettre? Sobre todo, geógrafo y biogeógrafo; y también extraordinario descriptor del paisaje

Todo lo contrario ocurre con la geografía de las plantas y los cuadros de paisaje, quizá las mayores aportaciones de Humboldt al conocimiento natural y geográfico. Un primer borrador del Ensayo sobre la geografía de las plantas fue ya escrito en Guayaquil, y es impresionante con qué claridad establece las reglas generales de la distribución y organización de la vegetación en relación con el clima y la altitud, «la enorme extensión que va desde las nieves perpetuas y el fondo del océano», y hasta qué punto la altitud puede producir más alteraciones que la latitud, y cuál ha sido el papel del hombre en la distribución y modificación de la vegetaciónJosefina Gómez Mendoza y Concepción Sanz Herráiz, «De la biogeografía al paisaje en Humboldt. Pisos de vegetación y paisajes andinos equinocciales».. Como extraordinaria es la lámina de la distribución de la vegetación por pisos que acompaña al Ensayo, la Naturgemälde, que es quizá la mejor expresión de la capacidad de visualizar y comunicar lo general y lo particular, en expresión suya, «un microcosmos en una sola lámina».

¿Ambientalista Humboldt, ecólogo avant la lettre? Sobre todo, geógrafo y biogeógrafo; y también extraordinario descriptor del paisaje.

La red de conocimientos y el conocimiento en red

En 1795, Wilhelm von Humboldt afirmaba que su hermano menor tenía un talento especial para la combinatoria, que estaba predestinado a conectar ideas y visualizar cadenas de cosas que hasta él habrían permanecido ocultas. Alejandro sabe que lo quiere cuando inicia el viaje, no es sólo medir, coleccionar, determinar coordenadas: «Mi verdadera y única finalidad es investigar cómo se entretejen todas las fuerzas naturales, la influencia de la naturaleza muerta sobre el mundo vivo animal y vegetal».

Como se narra en la biografía, llama la atención a lo largo de su vida su obsesión por comunicar todos sus resultados de investigación, por entretejer conocimiento, por fabricar una red de conocimientos y por intercambiarlos. Lo hizo en Madrid, en las principales ciudades de los virreinatos, y desde luego con Thomas Jefferson, al que suministró unos datos sobre México de los que nunca pensó disponer. Dedicó muchos años a comunicar sus hallazgos a su coste, en la publicación privada más cara que se haya hecho. Vigiló las traducciones de su obra. Dictó un ciclo de conferencias en Berlín que tuvo una repercusión incluso popular, de las que Wulf ha consultado las notas, que nutrieron la elaboración de la obra final. Tuvo el empeño de crear una red mundial de observatorios geomagnéticos y climatológicos para tener al día los mapas de isotermas e isoclinas: para ello convenció al gobierno del zar de Rusia de que las instalara hasta los confines de Siberia, e insistió a la Royal Society para que Inglaterra hiciera lo mismo en el territorio de su imperio. La intervención personal en esa labor mundial de mediciones geomagnéticas está bien descrita en el libro que comento. Como también la red de informadores y colaboradores a nivel mundial que organizó para obtener materiales con objeto de elaborar el Cosmos y escribirlo, en una carrera contra la vida, como él mismo dijo, por el poco tiempo que le quedaba. Queda la enorme pena de que no obtuviera de los ingleses el permiso para viajar al Himalaya cuando tenía edad para ello, y poder contribuir a la geografía comparada y suministrar conocimiento a la sociedad científica.

Fue, además, un gran investigador de la historia de la cartografía y de los viajes colombinos, como muestra la peor conocida de sus obras, su historia de la geografía americana y de la astronomía náutica en los siglos XV y XVI, de la que estamos preparando una edición completa en españolExamen critique de l’histoire de la géographie du Nouveau Continent et des progrès de l’astronomie nautique au Quinzième et Seizième siècles, París, Gide, 1836. Es asombroso que la obra no esté citada en la bibliografía de Andrea Wulf. Al castellano fue traducida por Luis Navarro y Gil en 1892 en el cuarto centenario del viaje de Colón, pero no de forma completa. Es la única obra que en el bicentenario de Humboldt sólo ha sido reeditada una vez, por Ottmar Ette en alemán en el año 2009.. Pero quizá lo que más llama la atención y suscita la admiración es lo que Ottmar Ette ha llamado «Humboldtian writing», una forma de escribir y de construir conocimiento siempre en expansión, que resulta ser de una modernidad pasmosa: Ette la llama rizomática, por su capacidad de entretejer piezas textuales fragmentarias sin subordinación jerárquica. La ciencia humboldtiana, consciente de la especialización disciplinar que se iniciaba, se defiende de ella con una compleja combinatoria de hechos científicos desde diversas perspectivas y ángulos del mundo, a una escala global en todo caso. Andrea Wulf insiste en el libro en la integración de los hechos naturales, pero no es menos deslumbrante la interculturalidad y la interregionalidad, el diálogo europeo con las demás culturas y tradiciones, particularmente la americana. Ottmar Ette ha descrito a Humboldt como «fascinante pionero de la edad de la red»En Alejandro de Humboldt, una nueva visión del mundo, Madrid, Museo Nacional de Ciencias Naturales, 2004, pp. 37-43.. Para él, Humboldt se vale de técnicas literarias y de ilustración que logran relacionar la fragmentación y el aparente caos con el orden que subyace.

Mapa isotérmico del mundo a partir de los datos de Humboldt, por William Channing Woodbridge

Esta concepción científica explica su influencia en distintas direcciones. No deja de ser elocuente que ocho de los veintitrés capítulos del libro de Wulf traten de personajes de la sociedad cultural, científica y política con los que Humboldt tuvo relación o sobre los que influyó. Cada capítulo lleva un encabezamiento que justifica la presencia de todos y cada uno en el libro, junto con el término «naturaleza», en referencia a lo aportado por el sabio alemán: Johann Wolfgang von Goethe (Imaginación y Naturaleza), Thomas Jefferson (Política y Naturaleza), Simón Bolívar (Revoluciones), Charles Darwin (Evolución), George Marsh (Hombre), Henry David Thoreau (Poesía y Ciencia), Ernst Haeckel (Arte y Ecología) y John Muir (Preservacionismo). Estos capítulos son interesantes y están bien documentados, pero sin duda tienen un desarrollo excesivo, difícilmente integrable en el argumento del libro. Cuenta la autora en una entrevista que le hizo Alfonso Armada para ABC que cuando escribía su libro sobre los fundadores de la democracia americana ya se había obsesionado con el encuentro de Jefferson con Humboldt y había empezado a indagar sobre este, por lo que el capítulo correspondiente creció desmesuradamente y el editor le dijo que no tenía nada que ver con el resto del libro y que lo suprimiera. Fue entonces cuando decidió dedicarle un libro entero. Creo que lo mismo le sucede en este, que son partes desmesuradas, y que hubiera hecho mejor en seguir el consejo de su anterior editor.

La edición española es muy similar a la inglesa, con una buena traducción de María Luisa Rodríguez Tapia, bien conocida por sus traducciones de textos científicos. Tengo, sin embargo, una objeción. Las continuas referencias a la Relación histórica del viaje se hacen a la traducción inglesa, Personal Narrative. Dice la traductora que no podía hacerse otra cosa, y probablemente es así. Pero la opción no deja de sembrar dudas. Un solo ejemplo: los pinos de Canarias se convierten en abetos. Además, Wulf no cita al autor de forma extensa, sino algunas palabras sueltas, lo que dificulta aún más la comprobación en un libro cuya mayor virtud es la amplitud y exactitud de su documentación. Habría hecho mejor en poner párrafos o citas largas: el mejor Humboldt está en el desarrollo de sus ideas.

Josefina Gómez Mendoza es catedrática emérita de Análisis Geográfico Regional en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de la Real Academia de la Historia y la Real Academia de Ingeniería. Sus últimos libros son La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas y los académicos de la historia (Madrid, Real Academia de la Historia, 2008) y la compilación de Repensar el Estado. Crisis económica, conflictos territoriales e identidades políticas en España (Santiago de Compostela, Universidad de Santiago de Compostela, 2013).

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