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Otra vuelta de tuerca

LA DARWINIZACIÓN DEL MUNDO

Carlos Castrodeza

Herder, Barcelona

416 pp.

19,80 €

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El pensamiento de Carlos Castrodeza se centra en proyectar el darwinismo más allá del ámbito puramente epistémico de la teoría científica que explica el origen y la evolución de las especies. Sus trabajos de 1988 sobre la historia del evolucionismoCarlos Castrodeza, Teoría histórica de la selección natural, Madrid, Alhambra, 1988. o el progreso biológicoCarlos Castrodeza, Ortodoxia darwiniana y progreso biológico, Madrid, Alianza, 1988. podrían hacernos adivinar hacia dónde podría derivar su pensamiento. Evidentemente, la emergencia de la teoría sociobiológica o la psicología evolutiva han servido para afianzar en Castrodeza un pensamiento evolucionista que pretende hacerlo llegar hasta lo más recóndito de nosotros. Es así como desarrolla un sistema filosófico original, cuyo punto de inflexión se produce, a mi juicio, con la aparición en 1999, once años después de las publicaciones anteriormente mencionadas, de Razón biológica: la base evolucionista del pensamientoCarlos Castrodeza, Razón biológica: la base evolucionista del pensamiento, Madrid, Minerva, 1999.. En ella Castrodeza lleva el concepto de selección natural y la explicación en clave biológica de la conducta humana hasta extremos poco habituales, al menos en el contexto hispánico. Todo ese tiempo ha sido necesario para ir madurando la tesis evolucionista del pensamiento humano y cómo, a su juicio, las categorías superiores de nuestro raciocinio admiten una explicación en términos de evolución darwiniana.

Castrodeza es el más darwinista de los pensadores darwinistas. Es importante esta matización, porque el darwinismo ha trascendido su ámbito epistémico y es más, mucho más, que una teoría científica, o al menos es lo que Castrodeza trata de mostrarnos a lo largo de los últimos veinte años. Como cualquier otro pensador comprometido con su tiempo, se hace eco de los desarrollos de la ciencia y trata de reflexionar sobre el alcance ontológico y ético de la teoría evolutiva. Así, en Razón biológica, Castrodeza intenta interpretar en clave darwiniana todo aquello que en nuestra especie había sido considerado incompatible con naturalización alguna (por ejemplo, la ética o la religión). Pero este proceso de proyección darwiniana continúa y en 2007, ocho años más tarde, publica Nihilismo y supervivencia: una expresión naturalista de lo inefableCarlos Castrodeza, Nihilismo y supervivencia: una expresión naturalista de lo inefable, Madrid, Trotta, 2007.. Ahora dirige su mirada a una empresa de mayor calado, trascendiendo la dimensión epistemológica del darwinismo y adentrándose en un terreno de gran amplitud intelectual: se atreve con la reinterpretación del pensamiento occidental. Este es un salto cualitativo importante, que se intuye en obritas menos extensas del autor del año 2003Carlos Castrodeza, La marsopa de Heidegger: el lugar de la ciencia en la cultura actual, Madrid, Dykinson, 2003, y Los límites de la historia natural: hacia una biología del conocimiento, Madrid, Akal, 2003.. Nihilismo y supervivencia es importante porque marca, a mi juicio, el inicio de un sistema de pensamiento en el autor. Porque las tesis de Razón biológica son, aunque arriesgadas, tesis sociobiológicas y de psicología evolutiva relativas a la interpretación naturalista de la conducta humana que también comparten conocidos autores como Alexander Rosenberg, Edward O. Wilson, Steven Pinker, etc., que han desarrollado los campos respectivos. Pero en Nihilismo y supervivencia Castrodeza interpreta la evolución del pensamiento occidental en clave de racionalidad incrementada, de resolución, contra viento y marea, de imposición de la razón, de corte crecientemente científico, frente a lo inefable y a las corrientes que han hecho de ello un lugar común del pensamiento irracional. La racionalidad científica, cómo no, nos desvela lo ampliamente presente que está el naturalismo como forma última de interpretación de la realidad cognoscible. En todo caso, Nihilismo y supervivencia es un resumen de lo que pudiera constituir una posible obra magna de reintepretación del pensamiento occidental en clave naturalista.

Con estos precedentes, creo que estamos en muy buenas condiciones para entender La darwinización del mundo, obra de reafirmación, de asentamiento del pensamiento del autor, cuyas tesis fundamentales ya están esbozadas en Razón biológica y, sobre todo, en Nihilismo y supervivencia. La primera parte de la obra (a la que denomina «Generalidades») está repartida en dos capítulos que le sirven a Castrodeza para volver a abordar, aunque en ocasiones con nuevos ejemplos, las tesis de las dos obras anteriores. La segunda parte (titulada «Puntualizaciones») también la reparte en dos capítulos y es de naturaleza eminentemente filosófica. Los títulos de los capítulos evocan perfectamente el carácter de sistema de pensamiento que está adquiriendo la obra de Castrodeza, a saber: «La naturalización de la filosofía desde Darwin», «El darwinismo como eje cultural del sentido de la historia», «El sustrato darwiniano del humanismo actual» y «La darwinización del mundo: hacia un nuevo humanismo». Castrodeza, a mi juicio inmodestamente, no pretende estar descubriendo nada nuevo que no hayan expresado ya filósofos como Michael Ruse o Daniel Dennett que, en sendas obras anterioresMichael Ruse, Tomándose a Darwin en serio, Barcelona, Salvat, 1987, y Daniel Dennett, La peligrosa idea de Darwin, Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 1996., señalaban que sólo hemos dado los primeros escarceos relativos a las consecuencias supraepistémicas del darwinismo, las consecuencias de lo que implica asumir que lo vivo, nosotros incluidos, se encuentra bajo el imperio de replicadores con ventaja selectiva. Castrodeza manifiesta que estos autores, y muchos otros, ya están poniendo en marcha la hermenéutica naturalista que supone el darwinismo, hermenéutica que compite con otras, es decir, con otros especialistas que tratan de convencernos con sus respectivas argumentaciones y, particularmente, de convencer a los que tienen el control del mundo, si bien se trata de un control temporal, por cierto. Pero es pertinente enfatizar que Castrodeza también se posiciona dentro de la misma hermenéutica naturalista y trata de convencernos con tesis de más calado que las que uno puede leer en Ruse y en Dennett; de ahí mi tesis del esfuerzo particular y el reconocimiento que representa un intento como éste, especialmente cuando viene de un autor que vive y desarrolla su obra en un ámbito, el hispánico, de un peso científico bastante menor, o de menor impacto, que aquel donde lo desarrollan los autores mencionados.

Castrodeza considera que el darwinismo ha entrado en una fase, que desarrolla en la obra, donde no solamente puede interpretarse en clave darwiniana la sociología del pensamiento científico, sino del pensamiento en general. El primer capítulo es una vindicación del darwinismo como principio metafísico que impera en nuestra especie desde la noche de los tiempos y que nos hace ser conscientes de la moneda de cambio común que constituye la explotación de los unos por los otros, algo en clara conexión con la noción darwiniana de competencia bajo escasez de recursos, sean éstos del tipo que sean. El segundo capítulo desarrolla precisamente las consecuencias ontológicas de la tesis fundamental de corte metafísico y que, a su juicio, constituye, como muy bien titula el capítulo, el eje cultural que da sentido a la historia. Se trata de la historia interpretada bajo la óptica del naturalismo. Los capítulos tercero y cuarto tienen un marcado cariz filosófico, tratando de interpretar, en la línea de su sistema naturalista, las obras de, entre otros, autores como Olafson, Rorty, Sloterdijk y Heidegger. Es interesante examinar en qué medida Castrodeza hace suyas las tesis de Sloterdijk en su Crítica de la razón cínica, por cuanto, a su juicio, toda ella es interpretable bajo el prisma de la darwinización del mundo. Lo mismo puede decirse del que a juicio del autor es el máximo exponente de la filosofía contemporánea: Martin Heidegger. El hombre está en un proceso irreversible de darwininización, callejón ontoepistémico sin salida visible, según Castrodeza.

Una última consideración. Castrodeza eleva el darwinismo, el principio de competencia por los recursos escasos, a categoría metafísica. Es más, en buena medida, existen unos replicadores dawkin¬sianos que, de forma consciente o inconsciente para nosotros, tratan de asegurarse su persistencia en nuestra especie, en la que todo, o prácticamente todo, puede entenderse como una especie de juego entre ellos por perpetuarse los unos a costa de los otros. La tesis, pesimista si se quiere, que subyace a todo esto es la idea de que, en el fondo, «somos» entidades pasivas que hemos de aceptar el dictamen oscuro de esos replicadores. Pero, ¿es esto realmente así a medio o largo plazo? ¿Podemos vislumbrar un mundo posdarwiniano donde dejemos de ser espectadores y pasemos a ser actores? ¿Estaremos en condiciones de controlar tales replicadores y subvertir el mundo al que nos han sometido?

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Ficha técnica

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