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HISTORIA DE LA ROMA ANTIGUA

Lucien Jerphagnon

Edhasa, Barcelona

Trad. de Ana Herrera

730 pp.

50,50 €

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El mundo romano está de moda. En el otoño-invierno de 2007 ha habido en Madrid nada menos que tres exposiciones que se ocupan de él. En los anaqueles y expositores de nuestras librerías abundan las «novedades» referentes a esa civilización. En unos casos se trata de monografías históricas que se ocupan de alguna de las grandes épocas (orígenes, República, Imperio), de períodos más específicos (crisis de la República, el fin del mundo antiguo) o de aspectos concretos (ejército, espectáculos, vida cotidiana, religión, etc.). Un capítulo en alza es el de las biografías, unas según los cánones tradicionales, otras más o menos noveladas, por no hablar de la abundante y desigual cosecha de novelas históricas. La inmensa mayoría de estas obras son traducciones, del inglés sobre todo, de autores tanto estadounidenses como británicos. Nos referimos, claro está, a la historiografía puesta al alcance del público que acude a las librerías, a la que entraría en ese flexible espacio que podríamos denominar «divulgación de calidad», no a la producida para uso casi exclusivo de las aulas universitarias. Ese nivel de divulgación es algo que se les resiste a nuestros especialistas en historia antigua. Hace poco, uno de los editores más activos en este campo lamentaba que «en España no es fácil encontrar un historiador académico que sea realmente capaz de divulgar, que consiga que su disciplina salga de los pasillos y de los despachos de las facultades de Historia».

En esta abundante oferta de novedades bibliográfica es raro encontrar obras de carácter «general», es decir, que abarquen la historia de Roma en su conjunto. Esta ausencia se viene supliendo con la reedición de historias monumentales (Mommsen, Gibbon) o manuales (Grimal, Kovaliov) ya clásicas. El título de la obra objeto de esta reseña responde a una historia de este tipo. Abarca y recorre en un orden cronológico estricto toda la historia de Roma, «de Rómulo, a secas, a Rómulo Augústulo», en palabras del autor. Pero no se trata de una «Historia de Roma» convencional, pues no se limita a narrar y analizar el devenir de la ciudad y su imperio, de su evolución político-socio-económica y de la progresiva expansión de su imperio a costa de los pueblos limítrofes, cada vez más alejados. Una pista acerca del carácter de esta obra la da el subtítulo, que aparece en la edición francesa original, pero no en la versión española: «Les armes et les mots» (Las armas y las palabras). Las «armas», es decir, los hechos, sus causas y consecuencias, el contexto socioeconómico en que se producen, son aquí únicamente el hilo conductor. Entreveradas con ellas están las «palabras» como expresión del pensamiento, con todo lo que esto abarca: la ideología dominante en cada fase de ese largo recorrido, la literatura, la historiografía, el arte, pero sobre todo la filosofía. En cada capítulo irán siendo analizados, entrelazados, todos estos aspectos, como cabos que forman una única soga, tramo a tramo: historia político-militar, historia cultural, historia del pensamiento filosófico. Con razón la editorial la incluye en una colección de «ensayo histórico».

El autor no es tampoco un historiador «convencional», sino un prestigioso profesor de filosofía ya emérito, especializado en la «historia del pensamiento». Se ha ocupado insistentemente de la filosofía de época imperial (Vivir y filosofar bajo los césares, Vivir y filosofar bajo el imperio cristiano, De dioses y palabras. Historia del pensamiento) y es un gran especialista en san Agustín (Agustín, el pedagogo de Dios). Lejos de mantenerse en el ámbito de la teoría, ha investigado a fondo sobre el tema de la primacía de la ideología en la política romana, y la incidencia en ella de la religión y de la filosofía en cada momento, con especial detenimiento en la época imperial (Los divinos césares. Estudio sobre el poder en la Roma imperial, Juliano, llamado el Apóstata). Con fama de polemista, ha procurado siempre compaginar su dedicación a la investigación académica con la tarea divulgativa a través de artículos, programas de radio, antologías, etc. Ha escrito incluso una novela histórica, La loba y el cordero, ambientada en el siglo III en el norte de África.

Todo este historial se refleja en esta Historia de Roma que ahora se publica en España, con veinte años de retraso respecto a su primera edición francesa (el autor declara haberla «revisado por completo y retocado» para una edición en 2002). Al tratarse de una obra que intenta dar una visión global, interdisciplinar, del desarrollo histórico de una civilización tan larga y compleja como la romana, corría el peligro de convertirse en un resumen enciclopédico aburrido y que no aportara nada nuevo. Pero no es ese el resultado. El autor ha sabido ir destacando, sobre la trama de los «hechos», una serie de «excursos» que, a modo de «catas», reconstruyen un penetrante y, a veces, apasionado relato de la evolución del pensamiento filosófico y su reflejo automático en la literatura y el arte, por un lado, y en la política, por otro, época tras época. No es de extrañar, dada la trayectoria investigadora del autor, que se demore de manera especial en la época imperial, sobre todo en su tramo final. Pero a la hora de explicar las claves del poder y de la cultura, de «las armas y las palabras», la ideología que producen y que al mismo tiempo las sustenta, no descuida las épocas anteriores. Lo mismo puede decirse de su empeño en destripar los tópicos que, a su juicio, han ido fosilizándose sobre el mundo romano desde la historiografía clásica. En la época republicana, los «dogmas» interesados del «régimen perfecto», como definía Cicerón, siguiendo al griego Polibio, aquel sistema claramente oligárquico, el supuesto «antimonarquismo» visceral en el pueblo romano, la falacia que se escondía bajo el aparentemente igualitario y democrático lema representado en las siglas SPQR («el Senado y el pueblo romano»). A partir de Augusto, los tópicos a denunciar se acumulan: el pretendido cambio de régimen con el consiguiente fin de las libertades, el de la oposición misma entre «República» e «Imperio», la reivindicación de los «malvados» emperadores de la primera dinastía (la de los Julio-Claudios, «víctima» de la parcialidad de la historiografía posterior, amplificada y fijada en nuestro imaginario gracias a la novela histórica y al género cimatográfico del peplum), los nuevos mitos de la «exaltación de los orígenes», de la «Pax romana», la apología del gobierno del «demonizado» Juliano… Y, así, hasta embocar el tramo final, desmenuzando el proceso de sustitución de la filosofía por la religión a la hora de conformar la ideología dominante en el Estado, primero con la «religión solar» de los emperadores «orientales» (los Severos, con Heliogábalo como caso más extremo) y, finalmente, con el triunfo del cristianismo, a partir de la discutible conversión de Constantino («Constantino el apóstata», lo llama) y de la hábil «ocupación» del poder civil por parte de la jerarquía católica a partir de Nicea y Teodosio. La obra culmina con un detenido relato de los últimos años del Imperio de Occidente y un irónico repaso de las variadas explicaciones que sobre su «caída» han venido dándose desde la Antigüedad hasta nuestros días.

Ironía, apasionamiento, habilidad para clarificar cuestiones en ocasiones complicadas, desmitificación, lenguaje algunas veces cercano a lo coloquial, expresiones y epígrafes ingeniosos (el famoso esprit): todo contribuye a hacer de la lectura de esta obra un ejercicio ameno y estimulante, que anima a replantearse muchas cosas. Es decir, algo honestamente recomendable.

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Ficha técnica

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