Buscar

El espejo de la memoria

Huesos

RAMIRO PINILLA

Bermingham, San Sebastián, 1998

134 págs.

image_pdfCrear PDF de este artículo.

Escritor de culto para una minoría, pero poco conocido entre el gran público, Ramiro Pinilla ha ido creando durante casi cuarenta años un mundo novelesco intenso y testimonial, crítico con la realidad contemporánea y dialéctico con la memoria histórica. Siempre al margen de las grandes editoriales y de las tendencias narrativas de moda, a pesar de haber obtenido en los comienzos de su carrera el Premio Nadal con Las ciegas hormigas (1960), este magnífico novelista vasco se ha mantenido fiel a unas convicciones ideológicas explícitas y a un concepto de novela analítica de proyección social. En este sentido hay que destacar, ante todo, Anselmo B… «El Rojo»,ciudadano de tercera (1977), extensa novela testimonial y naturalista, considerada una de las mejores entre las publicadas después del franquismo.

Ramiro Pinilla ofrece en Huesos, sin máscara ni cartón, como en la novela citada, una nueva visión de la realidad histórica de nuestro pasado reciente, a través de un relato analítico y necesario, que invita a mirarse en el espejo de la memoria y a reconocerse como un producto histórico de los enfrentamientos personales y los conflictos colectivos, con el fin de no olvidar de dónde se viene y hacia dónde se va. Todas las cosas tienen sus consecuencias, parece concluir el novelista, y nada surge de la nada: del mismo modo que las plantas fructifican porque alguien esparció antes las semillas sobre la tierra, los personajes viven en función de los demás, de la colectividad que comparten y de la historia que van escribiendo con sus vidas.

Por consiguiente, para la verosimilitud de la historia, nada más apropiado que concretar el tiempo y el espacio narrativos. Así, las causas y consecuencias tienen su origen en la guerra civil y la posguerra, que han modelado con los años la vida y los sentimientos de los personajes, y los hechos se sitúan en Getxo, un espacio colectivo que pone límites al espacio individual. Para Pinilla, la vida individual se explica dentro del conjunto del pueblo y de su devenir histórico, y hasta parece que únicamente importara el grupo como tal, y las circunstancias individuales sólo en cuanto provienen de unas causas colectivas que han determinado unas consecuencias igualmente colectivas.

En Huesos, los acontecimientos se precipitan, o mejor, se detienen a lo largo de veinte años, a causa de la presencia de un topo en el caserío de Jáuregui, desde su ocultamiento en 1937 hasta su muerte en 1957. Este es el motivo puntual que rige la trama, pero también la consecuencia que ha dejado la guerra en la vida de los demás, sobre todo de su madre y de su hermana, que llevan una muerte en vida como él, y de Asier Altube, que descubre el secreto en 1944, cuando es adolescente, y lo guarda durante años aun a costa de su propia felicidad. Así pues, todos los personajes, ya sean principales como Asier, Nerea o don Manuel, ya secundarios como Josefa o Alodi, soportan las secuelas de una guerra que no comprenden y en la que no han participado; pero además, dependen de ese tiempo detenido por el topo Ismael, auténtico símbolo del estancamiento colectivo. Como a menudo repite don Manuel, «las guerras que empiezan no se acaban nunca», y ésta sólo parece acabar con la muerte y el entierro del topo, motor argumental y dialéctico de la novela y de las peripecias, incluso las sentimentales, de los protagonistas.

Y aquí, en esta dialéctica con las circunstancias, cobran fuerza los distintos personajes. Cada cual a su manera establecen su personal enfrentamiento con los pasos y celadas del destino que la guerra les ha ido poniendo delante de modo inexorable. La convivencia se hace imposible bajo el peso de la memoria reciente y los secretos dolorosos que hay que sellar con lazos tan fatales como la muerte. Es más, la fatalidad extiende el dolor y la tensión a las relaciones sentimentales, que se destrozan a poco de comenzar y nunca parecen llegar a las soluciones previstas. Es el caso de Alodi e Ismael, de don Manuel y la señorita Mercedes, y más que ninguno, el de Nerea y Asier Altube, que se enfrentan constantemente a los mismos obstáculos para llegar a ninguna parte. Asier, quizá el protagonista de la historia, soporta durante años un mundo interior torturado, un pensamiento poseído por la inviolabilidad de un secreto, o tal vez dos, que movilizan la trama y dan respuesta al análisis y al planteamiento histórico de la novela.

De este pensamiento envolvente y obsesivo se sirve el novelista para que el narrador en tercera persona estructure el relato en formas circulares que se separan y vuelven siempre a su centro de origen, al modo de las ondas concéntricas dibujadas por las piedras arrojadas a un lago. Pinilla cuenta la historia contraponiendo las anécdotas de los distintos tiempos de la trama y de las distintas fechas con las que juega el relato, volviendo sobre ellas una y otra vez, de manera que por un lado rehúye el relato lineal en la mayor parte de la novela (únicamente recurre a la linealidad cuando dispone el argumento para su desenlace), y por otro construye una estructura de piezas ajustadas a la totalidad, paralela a la disposición coral de los personajes en el conjunto del pueblo, para dar la visión completa de la realidad que se propone analizar. El resultado, por tanto, es una perfecta conjunción de técnicas y contenidos.

image_pdfCrear PDF de este artículo.

Ficha técnica

3 '
0

Compartir

También de interés.

Luis Buñuel, en primer plano

Tiene toda la razón Ian Gibson cuando lamenta que causas «ajenas a mi voluntad»…