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El agua en el cesto

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Quién sabe si en los albores de la humanidad hubo algún ser ocurrente que trató de llenar de agua un cesto hecho con juncos para transportarla a la cueva en la que se alojaba junto a su tribu. Te imaginas el resultado ¿no, peripatético hermanoSiempre a la búsqueda de conversación y materiales diversos para hacer lo correcto en de las clases, nos dedicábamos mi gemelo y yo, en el parvulario del Colegio de las RR MM Teresianas de Calahorra, a recorrer el aula en plena clase (a dos bandas, para mayor eficacia) a ver quién tenía una goma de borrar o un lápiz de color que pudiera prestarnos para salir del apuro. De ahí el pomposo título de «padres visitadores» que nos otorgaron para deleite de los amigos y compañeros y que durante un cierto tiempo mantuvimos, con bastante circunspección, yo diría. Eran muy ingeniosas las profesoras en aquel colegio de tan grato recuerdo.? Pues diríase que ese insensato comportamiento se ha mantenido hasta nuestros días como si fuese un «rasgo evolutivo», es decir, una mutación de la genética de grupo tan exitosa cuya selección nos ha traído a la primacía sobre otras especies.

Cuesta entender (aunque entenderse, se entiende, otra cosa es el aceptarlo) por qué el ser humano repite una y otra vez errores de bulto como si no aprendiese de ellos. Si ya en el comportamiento individual sucede esto a menudo, en el cuerpo social se constata una y otra vez a lo largo del tiempo (la historia) y el espacio (la geografía).

Hace unos días escuchábamos en la radio una interesante entrevista en la que un experto en análisis de datos contaba los enormes avances de los clubes de fútbol en el análisis de los partidos, utilizando los datos aportados por un minúsculo GPS que los jugadores llevan en la espaldaEn la última década se ha producido una revolución en el futbol y no ha sido el VAR (Video Assitant Referees) sino del Big Data. El análisis de los datos captados por las cámaras en los entrenamientos y en los partidos sobre todos los jugadores está cambiando el juego desde la contratación de los mejores para cubrir las necesidades más específicas de los clubes hasta el monitoreo de las características físicas de cada jugador pasando por el diseño de tácticas adaptadas a su estilo de juego o cómo afrontar a cada oponente en un partido de competición (https://bigdataanalyticsnews.com/big-data-driving-change-in-soccer/). En los medios futbolísticos se tiene la sensación de que Alemania ganó el campeonato del mundo de 2014 gracias a la introducción de un sistema de análisis de datos centrado en la velocidad de sus jugadores que logró reducir a un tercio el tiempo que un jugador retenía la pelota (https://www.analyticsinsight.net/what-impact-is-big-data-having-on-soccer/).. Este análisis se realiza empleando avanzados algoritmos. De esta manera se trata de corregir errores y mejorar la eficiencia de cada jugador y de equipo. Naturalmente, en el curso de un partido, se producen numerosos lances que dan al traste con las rutinas ensayadas en los entrenamientos. Y, por más que los algoritmos hayan captado a la perfección a cada jugador del equipo propio, carecen de los datos finos de los jugadores del equipo rival. No son perfectos.

El caso del fútbol ilustra a la perfección el afán del ser humano por corregir los errores que se cometen y mejorar el desempeño individual y del equipo. Podríamos aludir a casos más trascendentes, como el de la carrera espacial o la lucha contra el cáncer o, por acercarnos al caso que queremos tratar, el de la obtención de la vacuna contra el SARS CoV-2. En ninguno de estos casos se escatiman medios de todo tipo y en todos ellos se siguen protocolos cuidadosísimos porque no se pueden permitir errores recurrentes que malgasten los recursos y alarguen los tiempos de consecución de los logros que se persiguenEl Programa Apolo tenía un presupuesto, en 1969, de 156 millardos de dólares (a precios de 2019). En el pico de su actividad empleaba a cuatrocientos mil trabajadores y unas veinte mil empresas y universidades colaboraban en el programa (https://en.wikipedia.org/wiki/Apollo_program#:~:text=At%20its%20peak%2C%20the%20Apollo,20%2C000%20industrial%20firms%20and%20universities.). Según la OMS, en 2020, hubo unos 10 millones de muertes por cáncer en todo el mundo (https://www.who.int/news-room/fact-sheets/detail/cancer). En los EE.UU, el coste total del cáncer (2017) se estimaba en el 1,8% del PIB por gasto sanitario (161,2 millardos de dólares), pérdidas de productividad (30,3 millardos) y muertes prematuras (150,7 millardos) (https://canceratlas.cancer.org/taking-action/economic-burden/). The Economist estimaba recientemente que el coste económico de la Covid-19 en 2020-2021 ascendería a unos 10 billones de dólares cada año (https://www.economist.com/finance-and-economics/2021/01/09/what-is-the-economic-cost-of-covid-19). El impacto de uno solo de estos años equivale al valor de las diez primeras compañías cotizadas o a nueve veces el valor todos los inmuebles de la ciudad de Nueva York..

Los intereses que guían estos esfuerzos son poderosísimos, ya sea en el plano económico, en el plano del bien común o incluso en el plano moral. Y bueno es que así sea, que tras cada empeño haya un interés porque de esta manera se consigue la eficacia en el logro del objetivo y la eficiencia en el esfuerzo aplicado.

A diferencia de la genética natural, que avanza por mutaciones espontáneas y aleatorias ciegas y sin sentido, como si se lanzaran dados de infinitas caras, la «genética social»Utilizo «genética social» de manera libre para aludir la sociedad como si esta estuviese dotada de reglas genéticas para su reproducción, seleccionando por algún procedimiento colectivo las costumbres y/o instituciones que emergen en el tiempo en función de su utilidad para dicha reproducción. No tiene nada que ver con la genética (propiamente dicha) que determina el comportamiento social de los seres vivos (insectos, primates o humanos). está guiada por un propósito, aunque no siempre lo está, ni siempre el propósito es derecho. La genética social es, obviamente, la genética del cuerpo social, que ni es homogéneo ni se caracteriza por reglas de gobernanza universalmente aceptadas. De hecho, no hay una sociedad, sino muchas sociedades, cada una con su genética particular.

Puede que la asimilación de las genéticas natural y social que se realiza en esta entrada no sea un recurso enteramente legítimo, pero nos sirve para referirnos al carácter evolutivo de la dinámica social. Es decir, a la capacidad que tiene la sociedad de seleccionar y depurar a lo largo de los siglos comportamientos individuales o colectivos conducentes al bien comúnUn rápido repaso a la historia de las (buenas o malas) costumbres entre los humanos nos demostraría cuan rápidamente pueden surgir o desaparecer los comportamientos socialmente aceptados. Los tratados de «urbanidad», buenas costumbres o conductas juzgadas socialmente deseables abundan desde los más remotos tiempos históricos (https://en.wikipedia.org/wiki/Etiquette). La época victoriana, en la pujante Inglaterra del S. XIX, fue posiblemente aquella en la que más atención social se prestaba a las buenas costumbres y la etiqueta, con todos los valores éticos y morales asociados. No ha pasado tanto tiempo desde entonces, en la escala histórica, y ya sabemos adonde han ido a parar muchas de aquellas costumbres.. Capacidad que, como se puede constatar inmediatamente, ha dejado mucho que desear en numerosas épocas históricas y diferentes sociedades.

Si la evolución de la sociedad no es espontánea, ni ciega, su propósito debe venir dictado por algún organismo del cuerpo social, pongamos un gobierno o algo parecido. Un gobierno en el que los miembros de la sociedad deben tener alguna influencia mediante el voto universal, o censitario, o las élites o quienes, en definitiva, sustenten a los gobernantes en cada momento, por imperfecta que sea la representatividad de estos «quienes».

El caso es que en la vida social se anidan más capas que en las cebollas y cuando las vas pelando para su análisis solo algunas de ellas no te hacen llorar. Por ejemplo, en el caso que se mencionaba antes de la vacunación contra la Covid-19, nos encontramos con la también mencionada capa del logro de la vacuna y, justo debajo, la de la gestión de la logística de la vacunación. Pues bien, si los mismos que han gobernado la logística administrativa y política de la vacunación de la población (desde la producción hasta el último pinchazo) hubiesen gestionado la obtención de la vacuna hoy estaríamos esperando todavía a ver la primera dosis. Y este sería el mejor de los resultados, porque el peor podrían ser muchos más casos letales de los que ya ha causado el virus.

La obtención de la vacuna ha sido un éxito sin precedentes en un gigantesco esfuerzo descentralizado de miles de científicos, cientos de equipos de investigación, brillantes gestores de los correspondientes proyectos de investigación, ingentes recursos financieros (entre ellos los gobiernos, se admite) y cientos de miles de voluntariosEn febrero de 2021, apenas un año después de que la OMS declarase la pandemia (el 11 de marzo de 2020) había siete vacunas aprobadas en los diferentes países que ya se estaban administrando a la población y otras 200 vacunas en diferentes estadios de desarrollo (60 ya en pruebas (https://www.who.int/emergencies/diseases/novel-coronavirus-2019/covid-19-vaccines). El 9 de abril pasado, el 5,4% de la población mundial había recibido ya al menos una dosis de una de las vacunas existentes. Para España, el porcentaje era del 15,3% (algo menor para la UE) y del 34,3% en los EE. UU. (https://ourworldindata.org/covid-vaccinations).. Todo esto se ha hecho, como es inevitable, bajo el foco mediático, con enorme presión social y hasta en medio de tensiones geoestratégicas. Y se ha hecho en un tiempo record, con un número infinitesimal de afectados durante las pruebas de las primeras vacunas experimentales. Forzando, con cuidado, todos los protocolos de ensayo. Como se decía, un éxito sin recedentes.

La pandemia, sin embargo, no se resuelve solo con el desarrollo de la vacuna, desgraciadamente. Su solución es también, y sobre todo, un asunto de «salud pública». En cualquier país avanzado, la salud pública es un conglomerado nada sencillo de crear de las mejores prácticas dictadas por la ciencia medica (especialmente la epidemiología), la ciencia social (la estadística, fundamentalmente) y la ciencia política. Pocos gobiernos lo entienden y así les va a sus ciudadanos. Muchos profesionales de la medicina tienen en poca estima a los profesionales de las otras ciencias, solo para ser superados por estos últimos en su menosprecio de los restantes. Si el o la directora de turno de Salud Pública en cada uno de los países que se han visto más afectados por la pandemia lo hubiesen entendido se habrían salvado muchas vidasLa «Salud Pública», como disciplina, no es una disciplina vertical perteneciente a la ciencia médica. Es una disciplina transversal en la que convergen numerosas otras disciplinas de las ciencias de la salud, sociales y estadísticas. En los USA, por ejemplo, el presidente Joe Biden no hubiera podido dar el giro copernicano que ha supuesto para la lucha contra la Covid-19, respecto a su predecesor, en ausencia de unos servicios de Salud Pública estatales y federales muy desarrollados. No debe confundirse la «salud pública» con la «medicina pública»..

Pero si la gestión de la pandemia nos ha deparado elementos suficientes como para escribir varios tomos de la «Enciclopedia de la Mala Política», la gestión de la logística de la vacunación nos está dejando otros tantos elementos. La cadena logística de la vacunación tiene dos bandas paralelas: la material y la administrativa. Ambas se inician, en cuanto la fórmula magistral sale del laboratorio de investigación.

El primer eslabón de la cadena logística material de la vacunación es (i) la producción masiva de las vacunas. Continua con (ii) la distribución a mayoristas, de estos a (iii) los minoristas y de estos a (iv) los centros de vacunación. Se cierra con (v) la administración de las vacunas a los ciudadanos. Cada uno de estos cinco grandes eslabones conlleva uso masivo e intenso de instalaciones y equipos de producción y almacenaje adaptados al producto (robotización, maquinaria de precisión, cadena de frío), medios de transporte, red de centros de distribución logística y red de centros sanitarios. Además de personal especializado en todos y cada uno de los eslabones del procesoEl esfuerzo del sector logístico para reconvertir la cadena de suministro global hacia los requerimientos del proceso de vacunación está siendo gigantesco en todos sus eslabones (https://www.supplychain247.com/article/the_logistics_challenges_of_covid_19_vaccination_distributioc). Un año después de la declaración de la pandemia por parte de la OMS, el éxito de la cadena material de suministro es solo comparable al del desarrollo mismo de las vacunas (vid supra) y también equiparable al de la fortaleza de las redes de comunicaciones que están soportando sin rupturas la actividad del e-commerce y la propia actividad de la logística de las vacunaciones en todo el mundo..

La cadena administrativa, concebida con criterio comprehensivo, se inicia con los permisos para su fabricación extendidos por autoridades competentes. Y sigue con la celebración de contratos de suministro (nada sencillos de redactar, por lo que se ha visto), la redacción de protocolos de recepción, almacenaje y dispensación a los ciudadanos y su puesta en marcha y, finalmente, con el establecimiento de planes claros y viables de comunicación a los ciudadanos sobre la dispensación de las vacunas. No se les escapará que la cadena administrativa deriva en política cuando la reinterpretamos en términos de gobernanza del proceso de vacunaciónLos problemas de la compra, retrasos y rupturas en la cadena de las vacunas adquiridas por la UE han creado un profundo malestar entre los ciudadanos. Véase https://www.bbc.com/news/explainers-56286235, contiene un resumen ilustrativo de los problemas a los que se ha enfrentado la UE en el proceso de vacunación. En https://www.politico.eu/article/europe-coronavirus-vaccine-struggle-pfizer-biontech-astrazeneca/# puede encontrarse un detallado y muy documentado reportaje del proceso de negociación de la Comisión Europea con la industria farmacéutica mundial. De él se extrae la impresión de que la UE actuó tarde, privilegió un precio más asequible aceptando quizá implícitamente ser postergada en el suministro si había problemas de producción, en beneficio de clientes que había comprado a mayores precios, y sacrificó la velocidad en las negociaciones a favor de un proceso comunitario que ralentizó críticamente las mismas..

Todo este complejo proceso organizado para vacunar en pocos meses a docenas, cientos o miles de millones de ciudadanos en las dos vertientes material y administrativa (devenida política en lo que se refiere a su gobernanza), se podría formular exclusivamente por el Estado o por el mercado. Y también mediante una colaboración público-privada. Cada país está ensayando su propia vía y, mucho nos tememos que con muy escaso espíritu de emulación de las mejores prácticas.

En España hemos recurrido a la «co-gobernanza» entre las administraciones autonómicas y el estado para afrontar la salida de la primera ola de la pandemia. Hoy estamos inmersos en la cuarta ola y más divididos, no más fuertes, como sociedad. La vacunación se desenvuelve entre la confusión creada alrededor de la vacuna de AstraZeneca por la poca claridad de las recomendaciones, la ausencia de criterios ante un problema común cuya solución no debería ser administrativa y las decisiones erráticas y contradictorias de gobiernos autonómicos, no ya «entre sí», sino «intra sí». En el análisis de este caos sobran «expertos» y «gestores», más advenedizos que otra cosa y manifiestamente sin nada que aportar. Brilla por su ausencia una Dirección General de Salud Pública, con un buen plan a sus espaldas, que se comunique con los ciudadanos de manera eficaz.

Sorprende la ausencia de datos avanzados, el despilfarro de proyectos fracasados como el «Radar Covid», aplicación de la que ya nadie habla, pero que sigue recomendándote en tu móvil que «ni se te ocurra» desactivarlaLa App «Radar Covid», según reza en su apartado de estadísticas, registra en la actualidad unos 7,2 millones de descargas y 56.582 casos positivos declarados. La declaración es voluntaria y no hay posibilidad de declarar que has recibido una o las dos dosis de la vacuna. La funcionalidad de la App no puede ser menor. En la página web oficial del servicio (https://radarcovid.gob.es/home), sin embargo, se ofrece una mucha mayor información estadística. Destaca, pese a todo, que solo las comunidades autónomas del noroeste español (Galicia, Castilla y León, País Vasco y Cantabria) han apostado abiertamente por la aplicación solicitando muchos más códigos para positivos de los casos confirmados que se han registrado (una verdadera declaración de intenciones y transparencia). Si bien, solo Asturias, Cantabria y Madrid han superado la ratio del 5% de códigos introducidos (voluntariamente) sobre casos confirmados. Puede concluirse a la vista de los datos completos que ofrece el sitio oficial de la aplicación que los ciudadanos que han dado positivo en las pruebas han declinado masivamente declarar tal circunstancia. Si lo cual, la aplicación es de muy poca utilidad. En efecto, en solo ocho de las diecisiete comunidades autónomas, la ratio de casos declarados sobre confirmados supera el 1%., que sigue diciéndote descaradamente que estás «Sin contactos de riesgo identificados» y que «Te informaremos en el caso de un posible contacto de riesgo», cuando tú ya sabes que varios de tus contactos han sufrido el contagio, alguno, incluso, severamente o, incluso, fatalmente. Y luego nos sorprendemos de que la ciudadanía esté desmoralizada o de que avancen los trastornos psicológicos.

Quienes han logrado la vacuna no son aficionados que se despacharon, si acaso, con un grado en una universidad que jamás figurará entre las mejores del mundo. Son investigadores de primer nivel, formados para ello durante largos años de esfuerzo continuado. Quienes están decidiendo la logística administrativa de la vacuna son políticos recién llegados, sin formación para el desempeño de una responsabilidad pública, sin experiencia en la administración, con el valor moral bajo mínimos tras años de ejercicio partidista e ideológico del noble oficio de la política, sazonados desde sus inicios en las insanas salmueras de las juventudes de sus respectivos partidos y en la «pegada de carteles».

¿Qué está pasando, sin par hermano? ¿Por qué llevamos a nuestra aldea el agua que nos calma la sed en cestos hechos de juncos? ¿Acaso no tenemos buenos consejeros? ¿Así pagamos el esfuerzo de los obreros que sacan el agua de los estrechos pozos a leguas del calor de sus hogares? ¿Así queremos construir la Buena Sociedad que nos protegerá de los caprichos de los dioses?

No es transportando el agua en cestos hechos de juncos como la sociedad avanza y nos da la impresión de que con esto de la gestión de la pandemia y las vacunaciones estamos tropezando muchas veces en la misma piedra sin aprender de los errores, ni los propios ni los ajenos. En medio de la niebla debería reconfortarnos el brillante logro de la obtención de las vacunas, reparando en que detrás de este logro hay científicos mientras que detrás de la gestión de la pandemia y la logística administrativa de la vacunación están los gobiernos apenas aconsejados por verdaderos expertos.

Seguramente, en estos duros tiempos, hemos tenido gobiernos empeñados en llevar a los ciudadanos el agua en cestos hechos con juncos. Sería mala suerte si no fuera porque, en España y fuera de ella, llevamos afrontando de esta manera los problemas sistémicos (medio ambiente, inmigración, deuda, desigualdad) desde mucho antes de la pandemia.

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