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Lo real y lo fantástico

Diablus in musica

ESPIDO FREIRE

Planeta, Barcelona, 186 págs.

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Los fantasmas nunca han pasado de moda, y actualmente se encuentran en un excelente estado de forma. M. Night Shyamalan abrió de nuevo las puertas del desván con su película El sexto sentido, que –parece evidente tras el éxito de Los otros de Alejandro Amenábar–, están muy lejos de volver a cerrarse. El universo paranormal está en su momento más alto. Espido Freire (Llodio, 1974) ha escrito una novela sobre fantasmas solitarios, que buscan el sentido de las cosas en escenarios contemporáneos y de apariencia real. Los fantasmas son un hombre y una mujer, músicos, que se conocieron en su adolescencia y que vivieron fascinados por una película que relataba aventuras de dioses nórdicos, Ragnarok, por su protagonista, Balder, interpretado por el actor Christopher Random, y por una posible historia de amor que se truncó. El suicidio del hombre, Mikel Balder Goienuri, preso de una enfermiza relación con su hermana y de su dependencia de la droga, determinará la vida de la mujer. Una mujer que espera «quien pronuncie su nombre», que abandonó su carrera en el canto y que buscará en Londres a Christopher Random, con quien mantendrá una intensa relación amorosa. Diabulus in musica (Diabolus in musica, la expresión correcta, designaba en la Edad Media el intervalo de cuarta aumentada, o tritono, una disonancia producida supuestamente por el demonio al introducirse entre las notas) relata en primera persona la conversión en fantasma de esta mujer: su pasado, sus aventuras amorosas, sus obsesiones, su doble condición, su vínculo con lo no físico.

Espido Freire ha escrito una novela en que la indagación sobre la posibilidad de librarse «de la muerte infinita» se convierte en tema central (y el «Libera me», responsorio gregoriano del Officium defunctorum que abre como cita el libro, es revelador). Continúa la tradición de cierta literatura, cuyo mayor valor es Henry James, que introduce elementos fantásticos en un marco real: si en Irlanda, su primera novela, recordaba el terror cotidiano de algunas ficciones de Cristina Fernández Cubas, el tono de Diabulus in musica está más cerca de Adelaida García Morales, del clima de La lógica del vampiro, por ejemplo.

El acto de la creación, y vinculado directamente a la «interpretación», se encuentra muy presente: la música, sobre la que gira la historia entre Mikel y la mujer; el origen de las ficciones, a propósito de un guión que «roba» la vida de la mujer; y el teatro, porque la puesta en marcha de una adaptación de El caballero de Olmedo, la obra de Lope de Vega, donde Christopher interpretará un papel, sirve para evaluar los enigmas de lo escrito, y también los de Diabulus in musica, que debe al Barroco, «esconder en lo evidente» y «contraponer lo feo con lo hermoso», una clave precisa.

La imposibilidad de amar se encuentra a cada paso en las relaciones de Diabulus in musica: Karen, la primera esposa de Christopher, no puede conservar a su marido y cae en la desesperación, y Christopher utiliza a su hija Frances para destruir aún más; Mikel Balder se condenó a no poder amar; la mujer no puede resistir la arrogancia de Christopher; Clara, una amiga, también sufre en un matrimonio tambaleante… Incluso los afectos menores, como la amistad, Espido Freire los muestra en su expresión más difícil.

Frente a la complejidad del amor, la novela es una exaltación de la belleza: la música, los cuerpos, los paisajes… Lo que evoca cierta composición «romántica» (la literatura gótica surgió de un romanticismo exaltado).

En la parte más real, la novela parece partir de una trama autobiográfica y la formación musical de la protagonista y narradora debe ser muy parecida a la de la propia Espido: el conservatorio, los recitales… Y unido al escenario cierto conviven los espacios míticos, tan frecuentes en las novelas de Espido, el Valhalla y los dioses. En ese complicado juego de fantasía en la realidad (en el que quizá se dé a conocer demasiado pronto la condición fantasmal de la mujer) surge lo más interesante de Diabulus in musica, contado con un sugerente y contundente tono lírico; pero también lo más débil, porque no siempre resulta fácil encajar la lógica de la otra esfera con la de ésta. Hay mejor literatura cuando avanza hacia el espacio misterioso de Paul Auster (un modelo hacia el que parecen apuntar algunas partes del libro) que cuando prefiere soluciones efectistas a lo Anne Rice.

También los vínculos extraordinarios entre fantasía y realidad componen el armazón de la primera novela juvenil de Espido Freire, La última batalla de Vincavec el bandido. Tan personal como Melocotones helados. Lidia, joven redactora de una revista escolar, y sus amigos han creado un país fabuloso, Duino, en el que unos rebeldes, que recuerdan a Robin Hood y sus fieles, luchan por la libertad y la justicia. Por la alquimia de la escritura, los personajes cobran vida y reivindican unas condiciones diferentes (luchas, amores, enemigos, genealogías): la confusión entre ficción y vida lleva a uno y a otro lado del papel a luchadores medievales y a escolares del siglo XXI.

Desde el primer capítulo aparece más o menos explícita la referencia a Niebla, la novela de Unamuno en la que sus personaje cobraban vida; pero el desarrollo de la aventura recuerda más al de La rosa púrpura de El Cairo, la película de Woody Allen, donde el galán protagonista salía de la pantalla y la espectadora entusiasmada, Mia Farrow, se incorporaba al filme alterando el curso de los acontecimientos.

Vincavec, nombre presente en las novelas «prehistóricas» de Jean M. Auel, es un personaje maravilloso (como lo es Aland la blanca, del primer libro de poemas de Espido Freire) en una geografía imaginaria (Espido es fundadora de ciudades y países, como la Oilea de Dondesiempre es octubre) y cuya muerte siempre se aplaza. Lidia es una adolescente que quiere ser escritora. El contacto entre ambos es eléctrico, y sus peripecias responden al imaginario de hoy: combates virtuales contra el Mal.

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Ficha técnica

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