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Crónica familiar con un imperio al fondo

Dentro de mí

DORIS LESSING

Destino, Barcelona, 1997

Trad. de Marta Pessarrodona

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Ha sido la propia Doris Lessing la encargada de anunciar que en estos momentos son varias las biografías que sobre ella se están preparando, y ante la profunda convicción de que deformarán todo su pasado, de que será una nueva víctima de la glotona maquinaria publicitaria, la escritora ha decidido adelantarse a los acontecimientos y dar, como testigo de cargo, su propia versión de los hechos. Dentro de mí es el título del primer volumen de los tres que integrarán sus memorias, un título extraído de un hermoso y muy conocido standard de Cole Porter, I've got you under my skin, tema que sin duda en alguna ocasión todos hemos escuchado en la voz, por ejemplo, de Frank Sinatra o Ella Fitzgerald. Este detalle con respecto al título no debemos pasarlo por alto, dado que la canción habla de aquello (una persona en concreto) que pertenece de tal modo a la propia existencia que es como si uno lo llevase metido bajo la mismísima piel. Con este Dentro de mí Doris Lessing parece querer remarcar que todo lo que cuenta en el libro sea tratado y aceptado como pertenencia indispensable, como incuestionable dominio. En esta entrega autobiográfica la autora de Historia de Londres repasa sus primeros treinta años de vida, desde su nacimiento en 1919 de padres ingleses en la antigua Persia, hasta su llegada a Inglaterra en el año 1949, ya con el manuscrito bajo el brazo de la que sería su primera novela, Canta la hierba. En medio de estos dos acontecimientos se sitúan su fugaz viaje en tren por la Rusia revolucionaria, una breve estancia de apenas unos meses en el Londres aún capital del Imperio, y a partir de 1924, toda su infancia y primera juventud, situadas en un entorno físico y sentimental que está concebido, a la vez, como escenario y personaje: Rodesia del Sur.

Con la lectura de un libro de memorias, por regla general, el lector espera asistir a la reconstrucción de una vida espectacular y rica en sucesos sobresalientes, y de no ser así, suele esperar, al menos, que lo que se le cuenta esté presentado de la forma más atractiva y sugerente posible. En este sentido no puede decirse, ciertamente, que la infancia y primera juventud de Doris Lessing hayan sido prolíficas en eso que todos convendríamos en calificar como hechos memorables. Las páginas de Dentro de mí ofrecen más bien una cotidianeidad de tonos apagados y convencionales, una crónica que tiene su principal objeto de interés en la lúcida recreación del provincianismo y la estrechez de miras de los británicos residentes en el sur de África de los años treinta y cuarenta.

Y es precisamente en la manera que tiene la escritora de observar la realidad, donde reside un estilo que para la ocasión se viste con la fina inteligencia que suele serle propia sólo a la más aventajada ironía; una ironía que emparenta a Doris Lessing con otras escritoras británicas de su misma generación, como Iris Murdoch o Muriel Spark, todas ellas novelistas de las que podemos decir, cogiéndole prestadas las palabras a José María Valverde, que están dotadas de innegables inquietudes, aunque no siempre aciertan a plasmarlas en felices logros narrativos.

¿Dónde reside entonces el interés de este libro? Con toda rotundidad en la plasmación sincera y muy personal de la decadencia moral y física de una familia que viene a simbolizar, con ajustada precisión, la agonía final del Imperio Británico, y como es lógico, también el de la sociedad que, con sus usos, costumbres y mentalidad, durante tantos años lo sustentó. Dentro de mí es, por tanto, el relato de un lento pero constante desmoronamiento familiar, de una permanente crisis sentimental y de valores enmarcada entre las dos guerras mundiales.

Es en este contexto donde Doris Lessing perfila su particular ajuste de cuentas con la sociedad que la vio crecer, con su familia y, por supuesto, con ella misma. Un ajuste de cuentas en toda regla que encuentra su mejor expresión literaria en los retratos de unos personajes situados a lo largo de la historia como significativos fondos de escena, y cuya tragedia es la de haber sido devastados por su propio país, por los ideales que éste representaba. El retrato espectral del padre, herido física y moralmente por la Primera Guerra Mundial, y el de la madre, permanentemente frustrada por no poder desempeñar en la vida un relevante papel social o profesional, son de entre todos estos, sin duda, los trazados con un mayor empeño, los más logrados. Y luego, siempre en escena, como quizá no podía ser de otra forma, la propia Doris Lessing, quien parece sentirse obligada, entre otras cosas, a ofrecernos explicaciones sobre sus matrimonios, el abandono de sus dos primeros hijos, su tenue postura antirracista o sus devaneos con el comunismo.

Dentro de mí deja también muy claro que la vida de la joven Doris Lessing estuvo sometida siempre a un continuo movimiento oscilatorio entre la retirada hacia un mundo propio, y el enfrentamiento con el mundo exterior. Una situación que fue decantándose con el tiempo en dos actitudes vitales: el cultivo de la literatura como espacio de dominio y libertad personal, y la insumisión frente a determinadas maneras de estar en el mundo. Viene así a explicitar la escritora lo que probablemente sea sólo una obviedad, es decir, que su ser es la literatura, la concreción personal de la vida desde la memoria, ese disfraz que es el que mejor le sienta.

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Ficha técnica

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