Buscar

Clases medias: tocadas, pero no hundidas

El fin de la clase media

Esteban Hernández

Madrid, Clave Intelectual, 2014

386 pp. 19,50 €

image_pdfCrear PDF de este artículo.

La Gran Recesión ha disparado la información y los debates sobre el fin de la clase media. El asunto no es nuevo en la sociología, que lleva ya más de dos décadas analizándolo y discutiéndolo. Pero lo ocurrido en esta etapa parece confirmar esa gran transformación hacia sociedades más polarizadas en su composición y menos cohesionadas en sus valores. Ya los italianos Maximo Gaggi, periodista, y Edoardo Narduzzi, empresario, habían publicado en 2006 un libro con el mismo título: El fín de la clase media. El ciclo de noticias recientes sobre esa transformación lo ha completado, por el momento, el libro del economista estadounidense Tyler Cowen, titulado Se acabó la clase media y aparecido a finales de 2014. No hay semana que uno no se cruce en los medios con un dato, una opinión, una propuesta política sobre el asunto.

El libro de Esteban Hernández es más un ensayo cultural que un análisis sociológico. Es más una serie de cuadros socioculturales que un retrato sociológico al uso. Pero el autor sabe beber con buen gusto de ambas fuentes: la sociología y el estudio cultural. De la sociología toma jugosas categorías prestadas por clásicos de envergadura, como Georg Simmel o Talcott Parsons. Se apoya aún más en enfoques posmodernos, con Michel Foucault como protagonista, y en otra serie de autores como Anthony Giddens, Pierre Bourdieu, Richard Sennet o Michel Maffesoli, más o menos centrales a ese enfoque.

Los estudios culturales pesan mucho más que la sociología en el libro. El cuerpo central lo constituyen escenas sobre el ascenso y el declive de la clase media, dibujadas con trazos de la música popular, el cine de Hollywood o el psicoanálisis. Esos cuadros resultan bien acabados en ocasiones; otras no tanto, al notarse que se han pegado trozos, algo sueltos, de conversaciones o crónicas que el autor había venido publicando en sus colaboraciones periodísticas.

La sociología presta la mirada y los estudios culturales, los materiales. La mirada busca episodios en los que reflejen las incertidumbres, el desconcierto y los temores que acompañan al declive de la clase media. Y esa mirada utiliza un par de lentes sociológicas. Una de enfoque foucaultiano: todos los episodios desvelan las tensiones entre el poder, el orden social que la clase media ha soportado, y la resistencia, las fuerzas que empujan su declive. El fin de la clase media es la historia de las pugnas entre formas dominantes de orden y consenso social, de las que la clase media ha sido el baluarte, y las energías y aspiraciones alternativas a ese orden, que emergen como etapas de su declive. Otra lente, prestada por Simmel, lee esos episodios como expresiones de la ambivalencia, constitutiva de la cultura contemporánea, entre lo funcional y lo disfuncional, la razón y los instintos: en definitiva, la propia ambivalencia de que está hecha la clase media.

Algunos de esos cuadros son singularmente ricos. Hay cuadros que representan la normalidad de la clase media. Otros expresan los modos en que la resistencia al orden tradicional de esta clase anticipa sus nuevas configuraciones. Entre los desarrollos culturales que reproducen normalidad, pocos tan universales como el cine de Hollywood de las décadas centrales del siglo XX. Aquel cine en que reinaban Cary Grant, James Stewart y Doris Day celebraba el triunfo del fordismo social. Un mundo social en el que una combinación de carreras laborales y consumo de masas había permitido la gran expansión de los estratos medios y les había conferido su carácter. Aquel cine mostraba un mundo en equilibrio, en el que un trabajo disciplinado se compensaba con un salario digno, donde la rutina del trabajo garantizaba una moderada participación en el nuevo consumo de masas. Una sociedad de vidas pautadas y confortables, de orden en el trabajo y sonrisas en el hogar.

Algunos movimientos musicales, como el pospunk o el gangsta rap, han representado formas más agresivas contra el mundo habitable y seguro de la clase media. No sólo desafiaron ese orden, sino que anticiparon su recomposición. Todo lo que la clase media podía temer acabó, de algún modo, formando parte del nuevo des-orden. Los sonidos pospunk aliviaban el nihilismo del punk original, ajustándose mucho mejor a los nuevos tiempos. Grupos como Simple Minds, The Cure, U2 o Psychodelic celebraban la ambigüedad, el cambio continuo, la continua transformación estética y sonora. Figuras como Blixa Bargeld o Jay Z hicieron que el deseo ilimitado, la reinvención y la energía fueran fuerzas motrices. Estaban hechas del mismo material que el corazón del nuevo capitalismo financiero y sus formas de gestión. La fuerza del yo, la necesidad de adaptarse continuamente a nuevos entornos, la ruptura con identidades y pertenencias, la capacidad para convertir las ideas en mercancías: esas son las reglas del yo más contemporáneo. Componen la guía para construirse una vida y una carrera profesional en la nueva e inestable clase media.

Algunas de las vanguardias musicales de inicios de este siglo señalan nuevos rasgos de la clase media. En movimientos como el New Weird America, bandas como No-Neck Blues Band o Tom Greenwood y sus Jackie-O Motherfucker, pueden observarse formas musicales cuya intención última es extraer, mezclando variados restos musicales, belleza, fluidez y cooperación. La improvisación se elige como una manera de apropiarse de la precariedad, de la fragilidad, y transformarlas en comunicación gozosa y en creación cooperativa. Este es el mismo material simbólico de nuevos movimientos sociales como el 15-M, Occupy Wall Street o el activismo social en la red. La nueva escena cultural está plagada de intentos de recomponer todas las inseguridades, todas las insatisfacciones, por medio de una sociabilidad más primaria y gozosa, reconstruyendo un nuevo comunitarismo.

Este tipo de ensayo cultural proporciona cuadros muy expresivos, relatos muy redondos, pero no siempre del todo fieles a la realidad. Alguna referencia a los datos podría matizar esa imagen de una clase media perdedora y atemorizada en todas partes. A la Sociología le gusta más hablar de clases medias que de clase media, precisamente para reconocer su difusa conceptualización y su variada composición. Además, lo que ocurre con las clases medias del sur de Europa durante la Gran Recesión no coincide con lo que pasa con estos grupos en Norteamérica y en la Europa del norte; y menos aún con lo que ocurre con las nuevas y ascendentes clases medias de Latinoamérica y Asia.

Incluso en el caso español, el tópico de la clase media como la gran perdedora de la crisis no se aviene a los hechos. Le ha afectado la crisis, sin duda, pero mucho menos que a los estratos más bajos. Sólo unos datos al respecto: los hogares españoles en el nivel más bajo de renta, en el decil 1 de la distribución, perdieron entre 2007 y 2013 un 19% en el promedio de su renta disponible; los hogares en los estratos medios, en los deciles 5, 6 y 7, perdieron, respectivamente, un 1,1, un 5,5 y un 1,5% de su renta; y los hogares de estratos más altos, en el decil 10, perdieron sólo un 0,2%. La desigualdad ha aumentado significativamente, pero no porque la crisis haya mordido especialmente en los ingresos de las clases medias.

Es más que probable una situación aparentemente paradójica: que el declive de las clases medias lo sea más de su estatus y de sus expectativas que de sus recompensas relativas. El hecho de que el libro no busque las observaciones o los datos de esos matices no le resta valor. Sus imágenes son de otro tipo. Son lecturas culturales que se expresan en metáforas sociológicas de las grandes transiciones sociales. Su lectura se disfruta, aunque cabe la sospecha de que sean imágenes demasiado verosímiles. A veces suenan como narraciones demasiado íntegras. Cada episodio representa una gran transición social: el neotaylorismo que sustituye al fordismo, la sociedad líquida que derriba todo lo que era sólido, el precariado que arrumba con la meritocracia. Imágenes expresivas y poderosas. Pero los matices también importan.

Rodolfo Gutiérrez es catedrático de Sociología de la Universidad de Oviedo y socio fundador del Círculo Cívico de Opinión. Es coautor del libro Working Poverty in Europe. A Comparative Approach (Londres, Palgrave Macmillan, 2011).

image_pdfCrear PDF de este artículo.
img_blog_763

Ficha técnica

5 '
0

Compartir

También de interés.

Poesía desde Auschwitz

No parece irracional comparar la Shoah con un gigantesco agujero negro, capaz de atrapar y anonadar…

Eurasia desde Europa: ¿una nueva «historia universal»?

La promoción relativamente reciente de la historia global a primera línea de los debates…

De la cuna al Imserso

Recientemente, la prensa y la televisión –pública y privada– han recordado a la opinión…