
¿Para quién escriben los vascos que escriben?
En el prólogo al libro de Andoni Unzalu, José María Ruiz Soroa recuerda lo inasequible a la razón que es el nacionalismo. Más creencia que idea, entra en el cuerpo como sentimiento y sólo saldrá de él mediante otro sentimiento más potente que el original. Pues bien, después de haber sobrevivido incólume a medio siglo de terrorismo vasco llevado a cabo por su causa, cuesta imaginar un sentimiento que remueva sus entrañas y les haga cambiar de idea (o de creencia). La conversación con un nacionalista se asemeja al rebote de la pelota en la pared del frontón: siempre vuelve, se lance como se lance, siempre la misma pelota. Y, siendo así, a sabiendas de que por ahí poco hay que hacer, ¿para quién escriben algunos de los vascos que escriben? Posiblemente para ellos mismos (o para otros vascos como ellos) y, sobre todo, para aquellos que, situados fuera del país y en otro registro intelectual e ideológico, sostienen con su anuencia y comprensión el pobre pero eficaz argumento del nacionalismo. Hablamos de los progresistas, como indolente y ajustadamente los denominan nuestros dos autores.