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La estupidez y la vida: dos enciclopedias

Enciclopedia de la estupidez

MATTHIJS VAN BOXSEL

Síntesis, Madrid, 240 págs.

Trad. de Catalina Girad Féron

Enciclopedia del arte de vivir

ANDREAS BRENNER, JÖRG ZIRFAS

Síntesis, Madrid, 368 págs.

Trad. de Thomas Illig

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La vida y la estupidez no merecerían más de una enciclopedia para las dos, pues son, en realidad, indistinguibles. Tal sería la tesis del libro de Van Boxsel. La vida humana, o al menos un cierto modo de entender la vida humana, puede merecer la pena porque puede no ser sólo estúpida. Esta hipótesis subyace, seguramente, al diccionario de Brenner y Zirfas. Al menos en este sentido se complementan estas dos pequeñas «enciclopedias» de orígenes, tono y propósitos sumamente distintos que la Editorial Síntesis ofrece simultáneamente al público. La Enciclopedia de la estupidez es una sucesión de ingeniosos, y a veces hilarantes, ensayos breves, parábolas, chistes o ilustraciones sobre la estupidez humana, una especie de Elogio de la locura contemporáneo que busca solazarse en el sinsentido y en lo irremediable de nuestra estupidez. La Enciclopedia del arte de vivir se presenta como una empresa de desaceleración, una invitación a reflexionar con una mirada oblicua sobre algunas cuestiones y conceptos que conforman hoy la vida. No es necesario leer los dos libros a la vez; lo normal será leer un libro sin leer el otro, ni siquiera tener noticia de él. Y tanto como complementarios son, quizá también, mutuamente excluyentes. Pero eso sólo podrá experimentarlo el lector de los dos.

Matthijs van Boxsel es un ensayista holandés dedicado desde hace veinte años, por razones contingentes que él mismo explica y que arrancan de su encuentro con el célebre ensayo de Musil Sobre la estupidez, a estudiar el fenómeno de la estulticia humana en tanto que algo que posee una sustancia por sí misma: es distinta de la falta de inteligencia, y probablemente, anterior a la inteligencia misma. De hecho, hay tontos inteligentes y son, ciertamente, los más peligrosos de todos. La tesis central del libro es que: «Nadie es lo bastante inteligente como para llegar a comprender la medida de su propia estupidez» y por eso, «la inteligencia y la estupidez no son lo contrario la una de la otra, ni la estupidez es falta de inteligencia, sino que la inteligencia es el producto, más o menos fracasado, de una serie continuada de intentos para comprender, dominar o escapar a la estupidez constitutiva de todo lo humano». Admitido lo cual, Van Boxsel tiene la suficiente honradez como para no aspirar a que su libro deje de ser también humano; de modo que nunca se puede llegar a saber si el libro está escrito en serio o no. Pretende tener algo de investigación entre filosófica, antropológica y de teoría de la cultura; los modelos en los que dice inspirarse son la Anatomía de la melancolía de Burton, el Oráculo manual de Gracián y la Filosofía del como si de Vainhinger; los autores a los que se refiere son filósofos y autores clásicos –alguna vez Bergson y Heidegger–, pero, sobre todo, autores del Renacimiento al Barroco y la Ilustración, de Quevedo a Rousseau y Mandeville. Sin embargo, el argumento lo suministran ingeniosas paradojas y humoradas (algunas más que reiteradas), el conejo Bugs Bunny, cuentos populares, algún cotilleo o películas contemporáneas. Tampoco hay falta de coherencia: en ningún caso afirma el libro no ser estúpido, aunque no deja de reflexionar sobre ello. Con un ojo puesto en el Barroco y otro en el Postmodernismo, la obra sostiene siempre una perspectiva irónica sobre sí misma, consciente de que, convertida la estupidez en objeto de estudio, apenas puede eludirse el riesgo de verse alcanzado por ella.

Titular a ese estudio «enciclopedia» puede ser un modo ambiguo de eludirlo, o de asumir las consecuencias. Enciclopedia es, en este caso, una serie de esbozos ensayísticos distribuidos por capítulos más o menos independientes, a menudo apoyados en curiosas ilustraciones de grabados históricos. Algunos de esos capítulos tienen un carácter casi exclusivamente satírico («La bandera negra», «El club de las meteduras de pata», «El club de Darwin»), mientras otros van tomando propósitos de historia y crítica cultural, incluso de teoría política: «El ha-ha», un instructivo divertimento sobre la historia de los jardines franceses e ingleses en el siglo XVIII, que ahonda en las contradicciones de la relación humana entre naturaleza y cultura; «Los tontos en el infierno», un gracioso comentario a Dante y Milton; «La descendencia de los modorros», que recupera un curioso texto español del siglo XVI, la Philosophia secreta, de Juan Pérez de Moya; o una extensa y divertida disquisición «Sobre la inevitable estupidez de la monarquía constitucional», que viene a condensar casi todas las propiedades del libro: análisis casi erudito, pero con agudeza y humor, de obras consagradas de la teoría política, cotilleos feroces sobre familias reales, diversas y audaces interpretaciones del relato del traje nuevo del emperador, que vienen a confirmar una amarga filosofía del hombre y de la política: como la estupidez forma parte constitutiva de lo humano, la democracia es también estúpida en su estructura, según se desprende de los análisis que hicieron Rousseau y Mandeville, y la mejor forma de sobrellevarla es un sistema que le deje un espacio propio a la estupidez misma: la monarquía constitucional, que deja ese espacio para el monarca. De modo que por deplorablemente estúpida que sea la familia real holandesa –por ejemplo–, cumple exactamente su función al serlo, y cualquier crítica republicana a ella –por ejemplo– hecha en nombre de la inteligencia, no sólo es utópica, sino que corrompe directamente los cimientos de cualquier democracia posible, con lo cual la crítica se hace ella misma estúpida también. Pues no hay peor estupidez que pretender mostrar y combatir la estupidez del mundo. Todo esto puede sonar cínico y conservador, como el filósofo Zizek, que al final se revela, en realidad, como la referencia última de Van Boxsel. Es un modo de filosofar. Pero si la filosofía ha sido siempre, también, el esfuerzo por no quedarse enredado en argumentos cínicos ni conservadores, aun conociendo cuán propicia tiende a serles la realidad realmente existente, y aun sabiendo que ese esfuerzo acaba tan fracasado como el de la inteligencia por escapar a la estupidez, la Enciclopedia del arte de vivir de Brenner y Zirfas es, sin duda, un libro genuinamente filosófico. Es, además, la clase de libros que los filósofos deberían ser capaces de ofrecer más a menudo al público dispuesto a leer.

Dos (relativamente) jóvenes profesores de filosofía alemanes proponen en este otro diccionario de sesenta entradas una «filosofía del arte de vivir». La cual, contra lo que muchas veces ha sido habitual, no consiste en un prontuario de máximas y proverbios, ni en un manifiesto ideológico, ni en un diccionario de ética, ni en una introducción a la filosofía moral (aunque, bien visto, podría funcionar también como esto último). En realidad, es una colección de sesenta ensayos escritos sobre y a partir de cuestiones que afectan a la vida (algunas más a la actual, otras a la vida de cualquier época) y que, de todos modos, se plantean como tema de discusión y pensamiento para cualquier persona consciente. Entre las sesenta cuestiones están, por ejemplo, «hacerse mayor», «tener miedo», «enfadarse», «sentir asco», «comer y beber», «celebrar», «tener genes», «saludar», «recordar y olvidar», «permitir, prohibir y prometer», «tener conciencia», «dar las gracias», «odiar», «amar», «deber», «prostituirse», «tener una identidad», «tener dolor», «duda y estupidez», «tener derechos», «tratar a los animales», «basura», «tomar drogas», «vivir, la vida», etc.

En cada entrada, o en cada ensayo, se dan cita (no académica) las propias reflexiones de los autores con las ideas de algunas figuras relevantes que los autores han seleccionado para la cuestión. Tales figuras pueden ser filósofos clásicos (de Platón a Nietzsche y Heidegger), o contemporáneos, incluidos sociólogos y literatos. El hilo argumentativo, no siempre rectilíneo, conduce a algún tipo de conclusión o deja la cuestión abierta. Al final, una breve bibliografía en cuerpo menor indica los libros pertinentes de los autores mencionados –pueden ser obras clásicas del pensamiento o artículos más recónditos, o incluso algún folleto de ministerio–, recomienda algunos libros más (para seguir leyendo), y, en ocasiones, alguna película, un vídeo o una canción.

La escritura es sobria, nunca pedante ni engolada, salpicada a veces de ironía y buen humor. El tono es siempre objetivo, nada sentimental ni personal. No utiliza nunca un vocabulario técnico ni sofisticado, pero sí un lenguaje que exige atención del lector para seguir el entramado de ideas. En general, los lectores de una filosofía del arte de vivir tienden a esperar máximas, consejos, eslóganes, o algún tipo de brillantes formulaciones lingüísticas que condensen toda la sabiduría del arte de la vida. Los autores de esta Enciclopedia optan por lo contrario. Para ellos, lo importante es recoger y articular, valorándola, la diversidad de posturas y sugerencias que se encuentran en cada una de las cuestiones, y exponerlas arriesgándose a tomar una postura propia –en general muy sensata y moderada– que se deduce de ellas. La intención es pedagógica, y lo importante es que el lector se haga cargo del entramado conceptual que, en la actualidad, puede concurrir alrededor de cada una de las cuestiones.

Notable es la diversidad de autores y perspectivas que conforman cada vez ese entramado. En general, se combinan algunos autores clásicos, que se exponen con buena capacidad sintética, con otros autores muy actuales. El origen alemán del libro depara algunas dificultades de traducción que el traductor ha sabido resolver o ha dejado, cuando eran insolubles, honradamente al descubierto; sin embargo, la obra bebe por igual de casi todos los acervos culturales: el alemán, el francés y el inglés, sobre todo, claro, pero sin que falten referencias a Fernando Savater o a películas de Buñuel, por señalar alguna presencia de la cultura española. En una entrada como «ser mujer u hombre» se encuentran el Banquete de Platón, el Ars amatoria de Ovidio y los aforismos de Schopenhauer, pero también los estudios del sociólogo Giddens sobre la nueva intimidad o las discusiones en torno a la transexualidad que propician feministas como Judith Butler o Annette Runte. Tales son las referencias que aparecen en la bibliografía, aunque funcionan más bien como motivaciones para las seis páginas de la entrada, las cuales, de todos modos, llevan siempre el sello personal de los autores del diccionario.

Cada entrada resulta ser casi como una pequeña pieza de ensayo al modo de Montaigne –quizá con más orden y menos carga subjetiva–; enseña menos una doctrina que esa mirada oblicua, de través, que complica las cosas y lleva a descubrir la filosofía en la vida. Por ahora, es lo único que se ha inventado para, si no dejar de ser estúpidos (¿quién podría?), sí, al menos, no serlo solamente.

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Ficha técnica

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