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El desencanto

Animales domésticos

MARTA SANZ

Destino, Madrid, 224 págs.

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La cuarta novela de Marta Sanz viene presidida, como las tres anteriores (y en especial Los mejores tiempos), por un aliento ético en el que se conjuga la revisión crítica de nuestra historia más reciente con una indagación intimista en los conflictos de sus personajes.

En Animales domésticos esa apuesta por conciliar en un todo homogéneo lo público y lo privado se traduce, ya desde las primeras páginas, en la procedencia del andamiaje en el que se apoya la novela. De hecho, la cita de Miau que sirve de prefacio a la historia no sólo anticipa el tema de la misma, sino que también avisa de los presupuestos narrativos de los que se ha valido Marta Sanz para retratar a una familia de clase media y, con ello, radiografiar a la burguesía de la España contemporánea. Como en la obra de Galdós, los personajes están escindidos entre el deseo de una calidad de vida que, por su posición, creían merecer y la realidad cotidiana que les ha tocado vivir; entre lo que aparentan ser, en definitiva, y lo que en realidad son. Más que en la leve trama que pone en contacto a los miembros de la familia, la novela se sustenta en el desarrollo del mundo interior de cada uno de ellos. Así, mediante una estructura coral constituida por secuencias alternas en las que uno de los personajes se convierte en respectivo protagonista, se va construyendo un retablo del desengaño.

Más allá del ejercicio de indagación psicológica que alienta el desarrollo de estas historias personales, es preciso señalar su vinculación con un propósito más amplio como es el de plasmar el desaliento de todo un estrato social. De hecho, la envergadura de los personajes de esta novela se limita a la del estereotipo que representan, para que de este modo el drama planteado trascienda el ámbito individual y –a través de generalidad-se radique en uno mucho más global: el de la clase media contemporánea cuya mayor condena es no haber sido consciente del advenimiento de su propia mediocridad. En este sentido, el papel del narrador, que se subjetiviza en los personajes y juega con el discurso indirecto libre para camuflar sus juicios y para distanciarse casi imperceptiblemente de las criaturas o acercarse a ellas como en un acto de deferencia cordial, es, a mi juicio, el más valioso bastión de la novela, aunque al mismo tiempo también constituye, por otros motivos, uno de sus mayores lastres. Es cierto que el discurso de Marta Sanz alcanza pleno sentido en algunos momentos puntuales, sobre todo en aquellos en los que la sutil ironía –aderezada a veces con humor negro– se sirve del tópico para arrojar una luz amarga y fría sobre el destino de un colectivo que, sólo por inercia, se sigue poniendo la máscara de la sociedad del bienestar. Pero lo que resulta más arduo de justificar son esos otros momentos –mucho más abundantes– en los que la recreación reiterada de ciertos clichés se antoja inverosímil y, sobre todo, tediosa.

Las razones a las que puede atribuirse esa insipidez que afecta a buena parte de la narración son variadas, pero parecen responder a una misma actitud que podríamos calificar de ingenua y que, quizás por ser de signo contrario al tono que se buscaba, se hace muy perceptible. Ingenuidad y no fruslería porque, como anticipaba antes, el problema no está en la mera presencia del estereotipo o del melodrama, sino en pretender que el tópico, a estas alturas del partido, cuando tantas veces se ha vendido como buena literatura, constituya, sin más ni más, una provocación.

Con todo, y a pesar de estas concesiones al discurso fácil y dulzón y de ciertos momentos de didactismo moralizante de dudosa pertinencia, tal vez la peculiar mirada crítica de Marta Sanz no hubiera quedado tan debilitada con el amparo de una trama sentimental más compleja que la que aquí se nos ofrece, pues en las relaciones familiares, a priori la piedra angular de la novela, no existe apenas un lugar para la implicitud ni para la dialéctica (y si la presunta influencia galdosiana se echa de menos es, precisamente, en el diálogo).

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Ficha técnica

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