
Como yo sabía lo secreto de mí
El cuerpo de aquellos que son considerados santos suele terminar despedazado. Sus disiecta membra siguen recorriendo el mundo siglos después de que sus primitivos dueños los hubieran abandonado. Lo mismo ocurrió con el cuerpo de Teresa de Jesús, fragmentado y disperso. Aún se conserva el corazón, y yo no puedo imaginarlo sin un estremecimiento.