Descalabro y lascivia en la academia
En una de sus más jugosas contradicciones, al academicismo siempre le ha convenido el desastre. Desde que el arte pictórico empezó a enseñarse (en las academias florentinas y romanas del último tercio del siglo XVI) y a mostrarse regularmente en las instituciones gremiales del XVIII y el XIX, las grandes telas de los alumnos más aplicados crepitaban de incendios, de matanzas, violaciones armadas, suicidios en pareja, decapitaciones, envenenamientos, naufragios, erupciones volcánicas, cuando no de apocalipsis y plagas anunciadas por la Biblia.