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«Atrápame si puedes» Rulfo: una difícil biografía

Juan Rulfo. Biografía no autorizada

Reina Roffé

Madrid, Fórcola, 2017

296 pp. 21,50 €

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El centenario del nacimiento de Juan Rulfo ha traído de nuevo a los escaparates algunas biografías que conocieron primeras ediciones en 2003, cuando se conmemoraba el cincuentenario de la publicación del primer libro del autor mexicano, El Llano en llamas. Una de ellas es la que firma la escritora argentina Reina Roffé y que reproduce –salvo el cambio de cubierta– una edición que ya había salido también bajo el mismo sello y título en 2012: se presentaba entonces como versión corregida y aumentada de la biografía publicada por la autora en 2003, con el título de Juan Rulfo. Las mañas del zorro. Las modificaciones de 2012 consistieron, básicamente, como se ve, en un cambio de título (en rigor, de subtítulo), en la adición de un prólogo que firmó Blas Matamoro, de un epílogo de la propia autora y de algún testimonio nuevo. Notable fue también la supresión del cuadernillo central con fotografías de y sobre Rulfo (que siguen faltando en la versión de 2017), y el ?cuestionable? borrado de las fechas y lugares de algunos testimonios exclusivos. Además se produjeron cambios menores de tipo paratextual y unas pocas actualizaciones de orden bibliográfico (que no traspasan la frontera de 2011). Por lo demás, el texto es casi idéntico al de la biografía publicada por Roffé en 2003 (ni siquiera se corrige la minúscula del título El llano en llamas, que en las últimas ediciones solventes ya viene apareciendo como Llano, por tratarse de un topónimo concreto).

Se presenta ahora como «biografía no autorizada» un texto que antes destacaba «las mañas del zorro». Esta última expresión hacía referencia –como es sabido– a una fábula de Augusto Monterroso titulada «El zorro es más sabio», que siempre se ha considerado un homenaje al «astuto» silencio rulfiano. El subtítulo de 2003 elegía una imagen familiar para los lectores de Rulfo y destacaba el objeto de su escritura: el autor del que iba a ocuparse. Ahora, con el cambio de subtítulo, pasa a primer plano el propio libro y sus condiciones de producción, y se procura –quizá– seducir a un cierto tipo de lectores interesados por la infidencia o la transgresión. En cualquier caso, el marbete de «biografía no autorizada» sitúa el texto en una tradición: el de la biografía libre de censura, que ya contaba –no obstante– con un ejemplar en el corpus biográfico rulfiano (Juan Antonio Ascencio, Un extraño en la tierra. Biografía no autorizada de Juan Rulfo, Ciudad de México, Debate, 2005).

El texto de Roffé, en la edición de 2012 y, por tanto, en la de ahora, se pone al margen «de las fauces injuriosas y vituperantes de un reducido grupo que se ha adueñado de Rulfo y custodia con sumo recelo todo lo que se dice y escribe de este autor» (p. 234). No parece desencaminado leer ahí una alusión a la Fundación Juan Rulfo, la cual, como es de público conocimiento, no ha eludido las polémicas, desde la impugnación en 2005 del premio que llevaba el nombre del autor (y que ahora se llama «Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances»), hasta la prohibición en 2017 de la utilización de ese mismo nombre en cualquier conmemoración que no recibiera su aval.

Prescindiendo de autorización, pero procurando autoridad, Roffé recuerda oportunamente la historia de su interés por la trayectoria rulfiana: el origen está en una «autobiografía armada» con declaraciones del propio autor que publicó en 1973 en Buenos Aires y reprodujo en 1992 en Barcelona, a la que siguió en 1974 una entrevista personal, también en Buenos Aires, que publicó ya con el título de «Juan Rulfo: Las mañas del zorro». La autora no oculta (p. 230) que el propio Rulfo dijo en entrevistas posteriores que su libro estaba lleno de mentiras, pero la biógrafa argumenta que si eso es así se debió a que él mismo cuajaba de falsedades sus declaraciones; y la convicción de que Rulfo era un mentiroso es la piedra angular de esta biografía. Su escritura (ya desde su primera versión de 2003) se debe, probablemente, al deseo de poner de manifiesto la transformación en otra cosa del experimento que fue aquella «autobiografía armada» (durante décadas –no puede olvidarse–la fuente de información más accesible para cualquier interesado en Rulfo). En aquel artefacto textual, la responsabilidad de las mentiras podía diluirse o difuminarse, y por eso Roffé parece haberse entregado a la labor de construir una biografía polifónica que confrontara aquella voz poco fiable con otros testimonios y diera al lector elementos para construir su propia verdad, si eso fuera posible.

No puede ocultarse, entonces, que este libro se inserta hoy en una especie de querella biográfica con el rulfismo oficial (frente a la «no autorizada» de Roffé se sitúa hoy también otro texto, de Alberto Vital, reeditado con el subtítulo de «La biografía» por antonomasia). Ese conflicto de interpretaciones gira en torno a cuatro aspectos: la mencionada –y reconocida– propensión del autor mexicano a la mentira; la atención al supuesto alcoholismo de Rulfo; la responsabilidad en la versión final de Pedro Páramo; y las noticias sobre la vida doméstica de Rulfo y el modo en que ésta pudo influir en su trabajo literario. El texto de Roffé se hace eco de todos esos aspectos y los desarrolla de modo bastante ecuánime. Ninguno de ellos es invención suya, aunque sí aporta algunos testimonios exclusivos que, a veces, evocan cuestiones poco difundidas. De ese modo, la biografía de Roffé participa en una lucha por la hegemonía de la interpretación de la figura rulfiana, en la que seguramente la autora no pretendía (ni esperaba) involucrarse en el momento de componer la versión original de su texto, allá por el año 2003.

Si, prescindiendo del contexto, se considera esta biografía en sus propios límites, el lector encontrará –en sus cinco primeros capítulos– un repaso exhaustivo y bastante ordenado de la trayectoria rulfiana hasta la publicación de Pedro Páramo. A partir de ese momento, la mitad casi exacta del texto, el orden cronológico se diluye y no son infrecuentes las vueltas atrás, del mismo modo que se afloja el engranaje de los numerosos y diversos testimonios con el propio discurso de la biógrafa (hasta soltarse del todo en un apéndice titulado «Otros testimonios», como si no se hubiera encontrado acomodo para ellos en otras páginas).

Un aspecto singular del acercamiento de Roffé a la figura de Rulfo es su enfoque psicoanalítico o, más genéricamente, psicologista. Era evidente ya en 2003, y Blas Matamoro lo subrayó en el prólogo a la edición de 2012: «[Roffé] ha tomado las mentiras rulfianas por el rabo y las ha tornado sintomáticas. Por algo es argentina y, en tal medida, freudiana» (p. 6). Lo cierto, sin embargo, es que no se menciona ni una vez a Freud y que tan solo aparece una alusión explícita al psicoanálisis cuando Roffé, al analizar la relación de Rulfo con su esposa, Clara Aparicio, a través de las cartas que le escribió antes de casarse, considera que estas son reflejo de la «concepción patriarcal y machista» de la época si se ponen «bajo la lente del psicoanálisis y el feminismo o simplemente expuestas a una lectura actual» (p. 103). No hace falta, sin embargo, ninguna declaración explícita de ese enfoque, sino que basta con atender a algunas propuestas características: la presentación de la pulsión hacia la mentira como una de las claves de la biografía rulfiana; la equiparación del silencio como una variante del suicidio (p. 14) y, por tanto, como una manifestación de la pulsión de muerte; la consideración de la relación edípica con su esposa; la proliferación de términos como neurosis, angustia, ansiedad, rencor, fobia, deseo; o, finalmente, la asunción de que Rulfo padecía una «concepción, en cierta forma paranoica, de que existía una especie de complot» (p. 116) en su contra por parte del público, que le manifestaba un interés que él vivía como una agresión de la que se protegía retrayéndose, volviendo –por supuesto– «a la caverna mítica, al vientre materno donde nada falta» (p. 189). También entran en el mismo paradigma algunos títulos de capítulos que merecerían mayor desarrollo («Lector y fetichista») o precisión («El síndrome Rimbaud»). Sea como fuere, el enfoque elegido limita a veces la calidad de la reflexión, porque el psicoanálisis termina atrapando al lector, como cuando Roffé afirma que «Rulfo supo seducir al tímido y triste que hay en cada uno de nosotros» (p. 15), lo que parece una afirmación quizá demasiado general y simplista para explicar la proyección universal del autor mexicano.

Por fin, y todavía en relación con la metodología, conviene señalar que si el planteamiento de partida es la asunción de que cuando Rulfo hablaba de sí mismo «mentía», aunque «nunca negó sus mentiras» (p. 17), la biografía de Roffé va a buscar revelar esas mentiras no mediante la confrontación con los documentos (difícil hoy sin el control de la Fundación), sino básicamente con la contraposición de numerosísimos testimonios confluyentes de personas que conocieron a Rulfo, muchos de ellos, como he dicho, únicos y obtenidos expresamente en el curso de su propia investigación (como los de Mempo Giardinelli y Tomás Segovia, entre otros). Sin embargo, la insistencia en la falacia, que tiñe tan intensamente las declaraciones rulfianas, apenas se aplica al resto de testimonios. El caso de las lucubraciones de Giardinelli sobre los textos no publicados o sobre una supuesta amiga del autor en sus últimos años resulta quizá llamativo, pero no menos relevante es la aparente credibilidad que se otorga, por ejemplo, al cortometraje que un hijo de Rulfo realizó sobre la muerte de su abuelo –suceso germinal de este relato de vida–, sin considerar el posible componente ficcional de esa película, realizada después de la escritura y la lectura del relato de Rulfo que la autora considera más autobiográfico: «Diles que no me maten». Aunque la biografía de Roffé asume la imposibilidad de no «ficcionar» cuando se reconstruye un relato vital, el tratamiento de algunas fuentes debilita un tanto su propósito.

El final de la biografía insiste en la interpretación psicologizante de toda la trayectoria rulfiana como una tensión entre el deseo de escritura y su inhibición, y en la revelación de que, más que miedo al fracaso, Rulfo experimentó un miedo al éxito (p. 227), como si fuera algo inmerecido que sólo generaba culpa (y la fama sería el paradójico castigo) y por ello se impuso un silencio («político silencio», cabría decir con Sor Juana) que castigaría el «insolente exceso» de sus dos obras maestras. El diagnóstico final es el de una «fractura de su ethos individual» (p. 228) que convierte a Rulfo –tal como lo ve Roffé– en una especie de avatar de Jeckyll y Hide: «Juan Nepomuceno Carlos Pérez Vizcaíno precipitó al suicidio a Juan Rulfo» (p. 228).

No puede concluirse sin señalar que el trabajo de Roffé ha podido ser sobrepasado en varios aspectos por publicaciones que han venido sucediéndose desde 2003, y que la autora no ha podido o no ha querido utilizar. El avance de la crítica sobre Rulfo permite detectar que aquí se soslayan o se tratan superficialmente algunas cuestiones muy relevantes (su biblioteca, su labor como crítico literario o, incluso, como editor de libros históricos o de antropología, entre otras). En cualquier caso, y a pesar de estos señalamientos, la biografía de Roffé sigue siendo en 2017 una buena presentación de la vida del autor mexicano, especialmente de las dificultades que comporta atrapar la figura y contar la vida de alguien como Juan Rulfo. Roffé se precave afirmando que más que llegar a la (imposible) verdad de la persona, a lo sumo ha tratado de presentar un complejo «personaje de ficción» (pp. 14 y 232), mostrando todos los elementos a su alcance y dejando que sea el lector quien construya su propio puzle, con el único objetivo –diría que ampliamente alcanzado– de «introducir a nuevos lectores en la experiencia de leer la obra de Juan Rulfo o de estimular, en aquellos que ya la han leído, otra lectura» (p. 236).

Daniel Mesa Gancedo es profesor de Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Zaragoza. Es autor La emergencia de la escritura. Para una poética de la poesía cortazariana (Kassel, Reichenberger, 1998), La apertura órfica. Hacia el sentido de la poesía de Julio Cortázar (Berna, Peter Lang, 1999) y Extraños semejantes. El personaje artificial y el artefacto narrativo en la literatura hispanoamericana (Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2002). Ha colaborado en la edición de la poesía completa de Julio Cortázar (Barcelona, RBA, 2005) y ha coordinado el volumen Ricardo Piglia. La escritura y el arte nuevo de la sospecha (Sevilla, Universidad de Sevilla, 2006). Su último libro es Novísima relación. Narrativa amerispánica actual (Zaragoza, Institución Fernando el Católico, 2012).

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