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VENTRILOQUIA INALÁMBRICA

VENTRILOQUIA INALÁMBRICA

Guillermo Samperio

Berenice, Córdoba

168 pp.

16 €

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Abrigo la sospecha de que este libro sólo puede gustar a quienes también les guste la pintura expresionista abstracta. A mí ella no me gusta: ergo, tampoco me gustó el libro. Con lo que sufro un gran disgusto, porque a Samperio lo tengo por un gran talento y un excelente escritor. Alguien que en 1978 ganó el Casa de las Américas de La Habana, entonces el premio quizá más seriamente otorgado en el idioma español, no es moco de pavo. Pero esta Ventriloquia inalámbrica me parece algo así como Las voces de Marrakech de Elias Canetti leído por Cantinflas, o como El señor de Pigmalión, el intenso drama de Jacinto Grau, puesto en escena por el Teatro Chino de Manolita Chen. Uno lee y lee, y lo que es «más pior» (Cantinflas dixit!), uno relee, angustiado, pensando que a sus neuronas se les nota en exceso la cercana fecha de caducidad, y pese a todo se obstina en que el sentimiento de «vade retro!» más tiene que ver con el texto de Samperio que no con esas células grises todavía vivitas y coleando. Cortázar y Arreola perpetraron asimismo libros como éste, mas llenos de un humor que los redimen, a los libros y a ellos. Lo que no es el caso de Ventriloquia inalámbrica. Amén de que si la literatura y su hacedor se toman a sí mismos como temas, la única excusa, y también la única justificación (o en el orden inverso), es que sea para decir algo por completo novedoso o, sencillamente [sic], genial. Pues todo lo que no sea eso son ganas de talar un bosque para nada. Dice Samperio en su libro: «En la edad de bronce, el escritor no escribía; contaba una misma historia o elegía alguna de entre su pequeño repertorio. En su raíz, fue un ventrílocuo de sí mismo». Nada que oponer a ello, excepto tal vez una sola minúscula objeción: hace ya algún tiempo que dejamos atrás la Edad de Bronce.

 

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Ficha técnica

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