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Tasas de (in)dependencia

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Hoy vamos a destrozar la «tasa de dependencia demográfica» (TDD), y no se hable más, hermano. Para que quede más claro y pueda el lector concentrarse en lo que se cuenta en esta entrada, vamos a prescindir de las notas a pie de página. Un texto corrido sin interrupciones, y sin que sirva de precedente.

La TDD es el cociente entre, en el numerador, la población de 0 a 14 años más la población de 65 y más años, y, en el denominador, la población de 15 a 64. Tres segmentos bien definidos de la población total de un país que sumados dan justamente la población total, como todo el mundo sabe. La TDD tiene, a su vez, dos dependientes: la tasa de dependencia de los jóvenes (TDJ), cuando, en el numerador, solo se considera la población de 0 a 14 años, y la tasa de dependencia de los mayores (TDM), cuando solo se considera la población de 65 y más años.

Con los cocientes mencionados quiere reflejarse un fenómeno general de «dependencia» de los grupos que están en el numerador respecto al grupo que está en el denominador. Nada más absurdo. Pero el caso es que todos utilizamos estas «tasas», especialmente la tasa de dependencia de los mayores para hacer los peores vaticinios que podamos imaginar sobre el futuro de la sociedad si esta tasa sigue aumentando. Se sobreentiende que los individuos jóvenes o mayores dependen de los individuos en «edades laborales». Admirable concepto este de edad laboral. Pero ¿qué tipo de dependencia?

Correcto, dependencia económica, no de otro tipo. Es decir, se presupone que los individuos de entre 0 y 14 años y los de 65 y más dependen económicamente de (lo que producen) los de edades entre 15 y 64 años. Como si todos los individuos de 15 a 64 años estuviesen en condiciones de soportar económicamente a los que tienen otra edad y como si estos últimos necesitasen y/o recibiesen, sin excepción, la ayuda de los primeros. Veamos algunos números, a ver si nos aclaramos.

En España, hoy, hay 0,52 individuos dependientes por cada uno no dependiente (o in-dependiente), con perdón por lo de 0,52 individuos (¿les parece mejor 52 por cada 100?). Si nos fijamos en la TDJ, tenemos 0,22 jóvenes por cada individuo in-dependiente. Y si lo hacemos con la TDM, nos encontramos con 0,30 mayores dependientes por cada individuo in-dependiente. Pero vamos a tomar la inversa de estas tasas para mejor entenderlo. Así, tendríamos 3,33 sujetos in-dependientes por cada mayor, 4,54 por cada joven y 1,92 por cada sujeto joven y mayor juntos (igualmente dependientes todos ellos). Económicamente dependientes, se entiende. Hoy.

De los jóvenes se encargan sus padres, vale, nos olvidamos. De los mayores, ¿quién se encarga? Pues la verdad, y piénsenlo un poco, se encargan ellos mismos, al menos en todo lo que pueden, que es bastante si pensamos en esa barrera arbitraria que son los 65 años. Pero, normalmente, damos por hecho que de los mayores se encargan los sujetos en edades laborales, de los cuales, en España en estos momentos tenemos (INE, a 1 de enero de 2020) 31,2 millones.

Ahora bien, de esas treinta y tantos millones de sujetos en «edad laboral», ¿cuántos son laboralmente activos? Pues lo son 21,97 millones, pero de todas las edades. Estos casi 22 millones son solo dos terceras partes de los 31,2 millones que se comentaba antes. Y si nos ceñimos a las «edades laborales» en la acepción administrativa de la palabra, entonces solo hay 21,73 millones. Así que al menos 244 mil españoles (INE, II trimestre 2020) son activos, aunque estén fuera de las edades laborales. Estos números no deberían causar sensación de «vaya lío» sino de perplejidad absoluta, porque las métricas no parecen muy informativas.

¿Activo es lo mismo que ocupado? En absoluto, porque ocupados solo hay 18,38 millones. La diferencia entre ambos conceptos son los parados. Es decir, que en estos momentos (II trimestre) hay 3,35 millones de parados de entre 15 y 64 años. En realidad, de 16 a 64, ya que la edad legal laboral es de 16 años. Según los conceptos económicos que se traslucen de estas cifras, los parados no deberían estar en el denominador de ninguna de las variantes de la tasa de dependencia. Ya que ellos también son dependientes (del seguro o del subsidio de desempleo) y deberían estar en el numerador. Y los que tienen entre 15 y 64 años y no son ni ocupados ni parados, ¿qué son? Pues son «inactivos».

Es decir, que hay 8,63 millones de personas inactivas de entre 15 y 64 años. Y, a estos, ¿dónde los ponemos? Porque, en el denominador, no deberían estar ya que no tienen relación con el empleo ni con el desempleo. ¿Dependen de alguien? ¿Son «rentistas», como los de Piketty? Bueno, no todos son ese tipo de rentistas. En puridad podrían estar en el numerador o en el denominador de una tasa de dependencia, pero, desde luego, carecen de vinculación laboral, no son ni ocupados ni parados. Pongámoslos en el numerador, a ver qué sale.

Si calculásemos ahora una «tasa de dependencia demográfica efectiva» (TDDE) poniendo en el numerador a los que no trabajan, tengan la edad que tengan, y en el denominador a los que trabajan, tengan ambos la edad que tengan, obtendríamos una tasa de 1,53, es decir, tres veces mayor que la TDD, mientras que la inversa de 1,53 es 0,65. Es decir, 0,65 sujetos ocupados (de entre 16 y 64 años), económicamente in-dependientes por cada sujeto dependiente de cualquier edad. Entonces, ¿para que sirve la TDD?

Con el razonamiento de los párrafos anteriores, solo pretendemos ilustrar un tanto dramáticamente lo que sucede cuando sometemos a cierto escrutinio algunos conceptos que tenemos, quizá, demasiado arraigados. Erróneamente arraigados. En nuestra humilde opinión, el análisis y diagnóstico de problemas sociales y económicos que se viene haciendo, utilizando el rancio concepto de Tasas de Dependencia que ofrece la demografía convencional, es muy contraproducente. No refleja bien lo que está pasando en la población, ni cómo cada cohorte llega a (y trae, de la mano de otras tendencias) un mundo nuevo de relaciones laborales, productivas o personales. O lo que es peor, la extrapolación de estos crudos indicadores carece de valor informativo sobre lo que puede suceder con sistemas de bienestar social tan relevantes como el de pensiones en un futuro más o menos lejano cuando, esperémoslo, se hayan superado estas métricas más propias del S. XX que del actual siglo, del que ya hemos consumido (literalmente) su quinta parte.

Si, aplicando un cierto sentido común, pasamos de la TDD canónica, tan utilizada por todos, cuyo valor hoy en España es de 0,52 a una TDDE (Tasa de Dependencia Demográfica Efectiva) cuyo valor es de 1,53… apagamos y nos vamos.

Siendo este uso (y abuso) de las tasas de dependencia tan problemático, mucho más lo es el constatar que, desde que la ONU estableció esta métrica a mediados del siglo pasado, no solo no ha cambiado en absoluto, sino que se utiliza para explorar la situación de los sistemas sociales que dependen de los equilibrios de edades en escenarios tan lejanos como 2070 o más allá. Recuérdese que, en 1950, la esperanza de vida al nacer en los países avanzados oscilaba alrededor de los 67 años, hoy supera los 80 y en 2070, a los ritmos actuales, superará los 90. ¿Alguien se cree que en 2070 seguiremos calculando las tasas de dependencia usando la ya anacrónica barrera de los 65 años?

Naturalmente, seguirá habiendo sujetos laboralmente activos y, por tanto, económicamente in-dependientes, y sujetos económicamente dependientes de los anteriores. Con toda seguridad, y mucho antes, también habremos adoptado, como canónicas, métricas que recojan el espíritu de la TDDE antes mencionada para tener en cuenta los estados de apoyo y dependencia. Podríamos hacerlo ya, si quisiéramos.

Para terminar esta entrada, les proponemos un ejercicio de imaginación, muy elocuente, por cierto. ¿Cómo creen que pintaría en 2070, en España, una Tasa de Dependencia de los Mayores (TDM) en cuya fórmula el criterio de los 65 años que divide a la población in-dependiente de la dependiente va evolucionando en el tiempo con arreglo al avance hipotético de la Esperanza de Vida al nacer?

Veamos los valores que se obtienen utilizando las proyecciones de población del INE y la hipótesis de evolución de la Esperanza de Vida en la que estas proyecciones se basan. Hoy, la Esperanza de Vida al nacer es de 83 años (unisex), en 2040 sería de 86 años y en 2070 de 88 años, hipótesis, esta última, muy conservadora en nuestra opinión.

Manteniendo la barrera de los 65 años hasta 2070, la TDM, que hoy toma el valor 0,3 (es decir, a la inversa, que hay 3,8 personas de entre 15 y 64 años por cada persona de 65 y más años), alcanzaría en 2040 el valor 0,48 (2,07 in-dependientes por cada dependiente) y en 2070 el valor 0,49 (2,08 in-dependientes por cada dependiente). Pero, si ajustamos la barrera de los 65 años en el cálculo de la TDM, de forma que en 2040 en vez de los 65 años que se usan actualmente utilizamos los 68 años y en 2070 utilizamos los 70 años, el indicador TDM tomaría los valores de 0,38 en 2040 (2,64 in-dependientes de entre 15 y 67 años por cada dependiente de 68 y más) y 0,35 en 2070 (2,89 in-dependientes de entre 15 y 69 años por cada dependiente de 70 y más).

Recapitulemos. Con la barrera de los 65 años la TDM pasa del 0,30 actual al 0,48 en 2070. Un aumento enorme si se piensa, por ejemplo, en la sostenibilidad del sistema de pensiones. Pero con una barrera dinámica adaptada a la hipótesis de Esperanza de Vida al nacer de las proyecciones de población del INE, pasaríamos de una TDM de 0,30 hoy a 0,35 en 2070. ¡Menudo milagro! Mi hermano y yo compramos este resultado.

No vamos a entrar a analizar estos resultados más allá de lo que ya se ha dicho. Pero queremos trasladarles que, en las proyecciones del INE, los 47 millones de habitantes actuales se habrán convertido en 50 millones en 2070. ¿Quién dijo «invierno demográfico»? Y si adoptásemos una barrera dinámica para calcular las TDM, esta apenas se acatarra. ¿Quién dijo que las pensiones serían insostenibles?

No sé que sería más admirable, hermano, que fuésemos capaces en España de adaptar la edad de jubilación tan modestamente como estos cálculos implican o que en 2070 la población española fuese superior a los 50 millones. Lo nunca visto, ¡qué cosas! 

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