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Las mujeres en torno a Jesús

Jesús y las mujeres

Antonio Piñero

Madrid, Trotta, 2014

256 pp. 17 €

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Es innegable que la visión «feminista» de la teología cristiana suscitó, y aún suscita, encendidos debates que han obligado a dar respuesta a cuestiones deliberadamente ignoradas por la exégesis tradicional. De hecho, esta corriente de pensamiento centrada en los estudios de género ha contribuido de manera decisiva a una significativa renovación de la teología cristiana y, sobre todo, de las formas de proyección y análisis de procesos ideológicos que habían sido desarraigados de su primitivo anclaje histórico o marginados por entender que poco o nada aportarían al desarrollo histórico y nuclear de la doctrina de la Iglesia. Es también innegable que para la vertiente feminista de la teología cristiana resulta de enorme trascendencia el estudio de la figura de Jesús en su relación con las mujeres y el ámbito femenino de su época. Autoras como Pheme Perkins o Kathleen Corley se han esforzado en presentar un acusado contraste entre la postergación de la mujer a una situación de discriminación y subyugación en el judaísmo del siglo I, y la postura «liberadora» que adoptó y promovió Jesús con respecto a las mujeres cercanas a su magisterio. Resalta como un valor incuestionable que, rodeado de mujeres durante su vida pública, se mostrara siempre afable y conciliador con el género femenino, sin rehuir su compañía cercana ni su conversación amable, curándolas cuando la ocasión lo requería, favoreciéndolas en determinados momentos (a pesar de que ello supusiera menoscabar de alguna forma las prerrogativas de que gozaban los varones), e incluso comiendo con prostitutas.

Con la seriedad y honestidad científicas que le son tan propias, y que no se han ausentado nunca de su amplia producción escrita, Antonio Piñero emprende en esta obra el estudio de la relación que existió o pudo existir entre la figura histórica de Jesús y el mundo femenino de su entorno, no sin antes interrogarse sobre el carácter de verosimilitud histórica que presentan las fuentes disponibles. No olvida el autor que, debido a la maraña de relatos diversos y a veces contradictorios presentes en el conjunto heterogéneo de textos que conforman el canon neotestamentario, existen dificultades para percibir en su justa medida la posición y actuación de Jesús respecto de las mujeres –incluida su madre– con que mantuvo relación directa y, sobre todo, sus convicciones más profundas acerca del mundo femenino. Por ello, resulta prioritario para el autor examinar científicamente unos textos que, desde su mismo origen, han sufrido una constante superposición ideológica que fue alejándolos paulatinamente de la realidad sobre la que pretendían asentarse. No puede, sin embargo, ignorarse que todavía persisten en ellos, aunque desvirtuados, algunos retazos de noticias procedentes de diversas tradiciones orales que pudieron aproximarse mucho más al momento en que vivió el Jesús histórico. Acceder a este tipo de información, que correspondería a lo que el autor denomina estrato A, sólo es posible a partir del análisis científico conforme a la metodología propia de la Filología y de la Historia antigua. Ahora bien, la adaptación textual a los nuevos derroteros ideológicos por los que discurre el mensaje cristiano, perceptible con claridad en las sucesivas generaciones, y que dio lugar a una radical transformación de las primitivas tradiciones sobre la figura de Jesús, permite, a su vez, conocer mejor aquellas ideas que han estado expuestas a una mayor influencia del entorno cultural grecorromano o que no eran del todo ajenas a la propia evolución y diversidad del pensamiento religioso propio del judaísmo de la época. Así pues, ningún acercamiento a la postura mantenida por Jesús hacia las mujeres puede prescindir del necesario término de comparación que aporta la situación y consideración de las mujeres en el seno del judaísmo al cambio de era. Aquí es donde la visión feminista defiende, en claro contraste con las normas y costumbres imperantes en la sociedad judía de la época, la idea de una evidente «revolución» en el trato favorable e inaudito de Jesús hacia las mujeres. Aquí es donde precisamente el profesor Piñero expone las razones que le llevan a dudar de tan acusada y asombrosa discordancia.

No es posible invalidar la evidencia que permite afirmar que, en el ámbito de la religión, la presencia y asunción de funciones rituales de las mujeres eran superiores en la sociedad grecorromana que en el judaísmo del siglo I. Las mujeres paganas podían, por ejemplo, actuar como sacerdotisas, un hecho que en el mundo judío era algo impensable. Sin embargo, tampoco puede considerarse que la posición de la mujer en el Israel de esta época obedeciese a una situación de subyugación y total sometimiento al varón, tal y como sostiene de forma rígida la corriente feminista de carácter «historicista». Para matizar esta visión negativa, Antonio Piñero tiene presente, por un lado, la diversidad de opiniones recogidas en la Misná sobre la mujer como objeto de discusión teórica (contrastando la información con otro tipo de fuentes coetáneas referentes, tanto a la condición femenina en Israel como a la observada en la Diáspora), mientras, por otro, se hace eco de las últimas investigaciones (como la desarrollada por Isabel Gómez-Acebo). En todo caso, y a pesar de las debidas correcciones que «dulcifican» considerablemente esta imagen, puede afirmarse que, desde un punto de vista legal, el lugar que ocupaba la mujer judía en la sociedad civil no se diferenciaba mucho del que estaba asignado a la mujer pagana en esa misma época: su capacidad de movimiento estaba restringida en ambos casos al ámbito doméstico y su participación en la esfera pública (tanto en el ámbito político como social) era, también en ambos casos, prácticamente nula. Ahora bien, aun admitiendo estos presupuestos, sin la necesidad de cargar las tintas en los aspectos negativos observables en el mundo judío del siglo I, cabría preguntarse, tal y como hace Antonio Piñero, si el ministerio de Jesús estuvo verdaderamente encaminado a la «liberación» social de la mujer.

Muchos son los temas que, a tenor de la información desvelada por las fuentes, nuestro autor se ve obligado examinar concienzudamente para ofrecer una respuesta sobre el particular que obedezca exclusivamente a la evidencia histórica. Resulta esencial, en este sentido, comenzar por el estudio de las relaciones que mantuvo Jesús, antes y después de su actividad pública, con su familia (madre, hermanos y hermanas) y tratar de dilucidar, a pesar de la hostilidad mal disimulada de las fuentes que adolecen de la influencia paulina, cuál fue el comportamiento que adoptó aquélla (incluida en ella los miembros de sexo femenino) antes y después de su muerte. En este sentido, los elementos que servirán de base para la interpretación del pensamiento y conducta de Jesús en relación con el mundo femenino proceden del reducido período de tiempo que abarcó su ministerio: es durante este lapso de tiempo cuando podemos discernir, aunque a través del prisma de los diferentes estratos que conforman el marco redaccional de los evangelios y otras fuentes complementarias, la actitud de Jesús hacia las mujeres que lo seguían, el carácter que adquiría su «amistad» con ellas, el significado de sus curaciones, la ambigüedad con la que trataba a las «extranjeras», etc. A pesar de la reelaboración que sufrieron en su construcción literaria, no puede tampoco ignorarse la presencia de las mujeres en las parábolas y supuestos dichos de Jesús, ni tampoco su pensamiento respecto al matrimonio, el divorcio o el celibato. En este contexto, es igualmente legítimo interrogarse, hasta donde nos permiten los textos, sobre su condición sexual y estado civil. A este último punto, y en relación con la controversia en torno a la figura de María Magdalena, Antonio Piñero le dedica una especial atención en esta obra, llegando incluso a pronunciarse sobre el reciente y polémico descubrimiento de un fragmento en copto (de fecha incierta y autenticidad en suspenso) del llamado «Evangelio de la mujer de Jesús» (publicado en el número monográfico correspondiente a enero de 2013 de la prestigiosa revista científica Harvard Theological Review).

El análisis de todos estos aspectos que, desde su conocida independencia ideológica y su rigor científico, Antonio Piñero lleva a cabo en esta documentadísima obra, conduce irremediablemente hacia la negación de cualquier «revolución» de Jesús en favor de una supuesta «liberación» de la mujer judía de su época. De hecho, la presencia de mujeres en la vida del Maestro no fue realmente significativa, ni siquiera en sus últimos días. El texto que, en este sentido, adquiere mayor relevancia es Lucas 8, 1-3 (inspirado, aunque modificado, en Marcos 15, 40-41), donde se menciona el nombre de alguna de ellas y se da a conocer su condición de simples sirvientas. En este sentido, Piñero sostiene que «la función de humilde servicio de las mujeres para con Jesús y su grupo no parece haber supuesto un cambio ni tampoco una proclamación teórica por parte del Nazareno de un deseo de cambio o mejora del estatus de la mujer» (p. 95). El autor reconoce, finalmente, que «el Jesús de la historia trastocó hasta cierto punto ciertos valores religiosos de la sociedad de su tiempo», pero, al mismo tiempo, «no parece –concluye– que pusiera los fundamentos teóricos para una nueva consideración del papel de la mujer en esa sociedad en la que vivió» (p. 234).

Raúl González Salinero es profesor de Historia Antigua en la UNED. Sus últimos libros son Biblia y polémica antijudía en Jerónimo (Madrid, CSIC, 2003), Las persecuciones contra los cristianos en el Imperio romano. Una aproximación crítica (Madrid, Signifer, 2005), Judíos y cristianos durante la Antigüedad tardía. Entre la convivencia y la controversia (Barcelona, Riopiedras, 2006) e Infelix Iudaea. La polémica antijudía en el pensamiento histórico-político de Prudencio (Madrid, CSIC, 2010).

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Ficha técnica

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