Buscar

La cámara sesgada

La maleta mexicana

Trisha Ziff

86 min., 212BERLIN, 2011

image_pdfCrear PDF de este artículo.

Este documental contiene un gran número de hermosos momentos visuales y musicales. El reciente redescubrimiento de cuatro mil quinientos negativos de Robert Capa, Gerda Taro y David «Chim» Seymour, procedentes de la Guerra Civil, en una maleta mexicana fue un importante acontecimiento en la historia del fotoperiodismo. Los tres fotógrafos eran maestros de su oficio y sus imágenes conservan aún el esplendor de lo que uno de los entrevistados llama su «extraordinario realismo». Estos artistas-héroes eran jóvenes, apuestos, valientes y antifascistas. En palabras de otro de los participantes en el documental, «ellos luchaban con sus cámaras». El más famoso –Capa– se dedicó a la causa de la República española y estaba deseoso de arriesgar su vida para documentar visualmente su lucha. Su novia y alma gemela –Taro– entregó realmente su vida a la causa antifascista, a pesar de que pereciera en la batalla de Brunete tras ser aplastada accidentalmente por un tanque republicano. Está considerada, con toda justicia, como una personalidad independiente y creativa, no simplemente como el subproducto de la fama de Capa. El tercero –Seymour– no sólo documentó la guerra, sino también el viaje emprendido en junio de 1939 por mil seiscientos refugiados republicanos a bordo del Sinaïa. Las fotografías que realizó en ese barco pusieron en contacto directo a los fotógrafos con la experiencia de los exiliados españoles en México.

A pesar de la fuerza de las fotos y del atractivo de sus creadores, el documental falla con frecuencia a la hora de proporcionar el contexto suficiente para comprender la Guerra Civil y sus posteriores consecuencias históricas. El redescubrimiento de los negativos en la maleta mexicana se identifica con el movimiento actual en España en pos de resucitar un pasado supuestamente velado. La directora entrevista a varios jóvenes encantadores que se dedican a la excavación de las fosas comunes de las víctimas de la violencia nacionalista. Estos supuestos representantes de la juventud española y catalana exigen con toda la razón un adecuado reconocimiento y enterramiento de las víctimas, que, en muchos casos, fueron asesinadas únicamente por sus creencias, no por haber cometido ningún crimen. Estos jóvenes reiteran que su generación se encuentra actualmente volcada en la recuperación de una historia que se les ha «ocultado» deliberadamente.

Refugiados dirigiéndose al Campo de internación francés para exiliados republicanos de Le Barcarès, 1939.

Entre 1939 y 1975, el Estado franquista limitó, por supuesto, todo debate sobre la guerra y despachaba a las víctimas de los nacionalistas como criminales o algo peor. Sin embargo, con el establecimiento de la democracia hace casi cuarenta años, han aflorado decenas –si no centenares– de miles de libros, artículos, conferencias, congresos, páginas de Internet y programas de radio y televisión sobre la guerra española. En algunas regiones, familiares de los muertos empezaron a excavar fosas ya a finales de los años setentaWalther L. Bernecker y Sören Brinkmann, Kampf der Erinnerungen. Der Spanische Bürgerkrieg in Politik und Gesellschaft 1936-2010, Nettersheim, Graswurzelrevolution, 2011, p. 269; Emilio Silva y Santiago Macías, Las fosas de Franco. Los republicanos que el dictador dejó en las cunetas, Madrid, Temas de Hoy, 2003, pp. 122, 171, 314, 323.. De hecho, el problema no es la falta de información sobre la Guerra Civil sino más bien –como demuestra, lamentablemente, esta película– la utilización tendenciosa de esa información. La obsesión con la represión violenta por parte tanto de la derecha como de la izquierda es más característica de la cultura española contemporánea que el supuesto silencio sobre los asesinatos.

Muchos de quienes hablan en el documental ofrecen una versión distorsionada de los hechos. Sebastiaan Faber, presidente de los Archivos de la Brigada Abraham Lincoln, recurre a una hipérbole sensacionalista cuando afirma que «el mundo entero sintió que era mucho lo que estaba en juego» en la Guerra Civil española. El «mundo» suponía que si el fascismo triunfaba en España, «conquistaría el resto» del planeta. Faber afirma que la Guerra Civil fue «la primera gran guerra en Europa que se valió específicamente de civiles como blancos legítimos». Sin embargo, los civiles ya habían sido objetivos bélicos anteriormente y habían muerto a millones durante la Primera Guerra Mundial y la posterior guerra civil rusa. Faber declara que en la Primera Guerra Mundial «murieron millones de personas, pero todas ellas eran soldados». Parece desconocer el genocidio de los armenios en el imperio otomano, aliado de los alemanes, en la Primera Guerra Mundial. Cuando Faber declara que durante el conflicto español «se produjeron por primera vez los bombardeos de ciudades a gran escala en una guerra en Europa», ignora los bombardeos de Londres, París, Colonia y Reims durante la Gran Guerra. Es evidente que Faber debería dedicarse a recibir clases de historia en vez de impartirlas.

La perspectiva maniquea de Faber y del propio documental no se presta a un tratamiento equilibrado del éxodo de aproximadamente cuatrocientos cuarenta mil refugiados republicanos españoles a Francia a comienzos de 1939, inmediatamente antes de la victoria total de los nacionalistas. Los franceses, afirma Faber sin reservas, trataron a los refugiados como «criminales» y los recluyeron en «campos de concentración», en los que murieron quince mil personas. Uno de los internos de entonces, Lluís Martí Bielsa, declara que «muchos» refugiados prefirieron regresar a España y que les pegaran un tiro antes que padecer la humillación a manos de los franceses. Otro antiguo recluso, Conrado Medina, defiende que los «franceses no ofrecían ningún tipo de ayuda». El mensaje del documental es que Francia se comportó con la misma crueldad que cualquier otra potencia fascista.

La película descontextualiza completamente, por tanto, la acogida francesa dispensada a los refugiados republicanos españolesUna visión más matizada basada en fuentes primarias se encuentra en Bartolomé Bennassar, La guerre d’Espagne et ses lendemains, París, Perrin, 2006, pp. 353-479. Un excelente estudio local es Vincent Parello, Des réfugiés espagnols de la guerre civile dans le département de l’Hérault (1937-1939), Perpignan, Presses Universitaires de Perpignan, 2010.. El documental omite toda mención de que ni las autoridades francesas ni las republicanas españolas esperaban que se produjera el rápido movimiento de cuatrocientas cuarenta mil personas decididas a cruzar la frontera en febrero de 1939 en medio de un crudo invierno. En enero de 1939, el ministro republicano de Asuntos Exteriores, Julio Álvarez del Vayo, solicitó asilo para sólo ciento cincuenta mil civiles: mujeres, niños y ancianos. En cambio, se dirigieron a Francia doscientos veinte mil civiles, doscientos diez mil soldados y diez mil heridos, unas cifras sin precedentes en Europa Occidental. Debería decirse –pero no se hace– que, al abrir su frontera y recibir a estos refugiados, Francia impidió una masacre potencialmente descomunal de republicanos derrotados. También está claro que ningún otro país de Europa habría aceptado a casi medio millón de «rojos» en medio de una Gran Depresión que había exacerbado la xenofobia y las tensiones sociopolíticas. En contra de lo que defiende el documental, los franceses obligaron a muy pocos refugiados a regresar y fue un número relativamente reducido el que tomó esta decisión en los meses posteriores a su éxodo.

No hay ninguna duda, sin embargo, de que el tratamiento de los exiliados fue inicialmente vergonzoso en los «camps du mépris» («campos de desprecio»). Uno de los de memoria más infausta, el de Argelès-sur-Mer, humilló e hizo enfermar a los veteranos del Ejército Popular al no proporcionarles ropas, abrigo, condiciones higiénicas y agua limpia suficientes. Ello se tradujo en deshonra y disentería. Otros campos para civiles fueron menos horribles. La película no aclara que las condiciones en los «campos de concentración» franceses (tras la experiencia nazi, un término más preciso sería «campos de internamiento») estaban cambiando rápidamente y, por regla general, para mejorGeneviève Dreyfus-Armand y Émile Temime, Les Camps sur la plage, un exil espagnol, París, Autrement, 1995, pp. 21-26, 81-92.. En contraste con una derecha por regla general poco comprensiva, los grupos izquierdistas y cristianodemócratas de la sociedad francesa presionaron a su Gobierno de centro-derecha para mejorar la acogida dispensada a los refugiados. La demanda de mano de obra en vísperas de la Segunda Guerra Mundial liberó rápidamente a muchos españoles de los campos. Miles de antifascistas españoles se enrolaron en el ejército francés y en sus fuerzas auxiliares para luchar contra los alemanes en 1940, y muchos entrarían a formar parte más adelante de la Resistencia.

En contraste con sus exacerbadas críticas de los franceses, el documental exalta la generosidad y el altruismo de las autoridades mexicanas que, según Faber, ofrecían asilo a cualquier español y acogieron a veinte mil refugiados españoles. Se trató –así se afirma– de la «primera emigración masiva por motivos políticos del siglo XX», borrando de un plumazo de la historia las migraciones más o menos forzosas de millones de musulmanes en el imperio ruso y las de cristianos en el imperio otomano antes y después de la Primera Guerra Mundial. El número de refugiados que aceptaron la oferta mexicana fue relativamente reducido en comparación con los cientos de miles que decidieron quedarse en Francia. El Gobierno mexicano de Lázaro Cárdenas demostró ser mucho más complaciente con los exiliados españoles que cualquier otro gobierno, exceptuado el de Francia. Sin embargo, la generosidad de las autoridades mexicanas no fue ilimitada, como a veces da a entender el documental. Se seleccionaba a los candidatos y eran aprobados sobre la base de sus méritos profesionales y su fiabilidad política.

Negativos de Robert Capa.

Mientras que algunas omisiones son comprensibles, otras son sencillamente inexcusables. La película omite toda mención de la controversia relativa a la autenticidad de la mundialmente famosa fotografía «Muerte de un miliciano», de Robert Capa. El misterio que la rodea suscita importantes preguntas sobre la ética periodística que quedan sin responderse. El hecho de evitar abordar estas cuestiones espinosas hace que no resulte en absoluto sorprendente –pero sí algo manipulador– que no se mencione nunca la afiliación al Partido Comunista (PSUC) de uno de los participantes más prominentes en la película, el mencionado Lluís Martí. Identificado únicamente como un «veterano [de] la Guerra Civil española», Martí repite que él era un «luchador por la libertad, que combatía por la democracia», una afirmación cuestionable dado el persistente estalinismo que caracterizó a su partido antes, durante y después de la contienda. El documental plantea la interesante cuestión de si los negativos redescubiertos deberían haber permanecido en México en vez de ser enviados a su actual ubicación en el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York, una capital del neoimperialismo estadounidense. Sin embargo, un tema que resulta mucho más esencial para la película –la naturaleza revolucionaria de la República española, con su terror (cincuenta mil víctimas), su violento anticlericalismo (seis mil religiosos asesinados), la quema de iglesias, las colectivizaciones y los saqueos– se ve absolutamente desdeñado. Los espectadores, en cambio, reciben una versión reciclada de la posición oficial del Frente Popular, según la cual la República española estaba luchando por la «democracia». Los verdaderos horrores del franquismo –cuyo terror se cobró ciento cincuenta mil vidas y constituyó una parte esencial de la oleada de barbarie de los regímenes autoritarios y fascistas en la Europa de entreguerras– han convencido a los responsables del documental de retratar a los enemigos de manera acrítica como héroes democráticos.

Aun con sus numerosas limitaciones, el documental no carece de valor. El historiador militar Pedro Corral explora la naturaleza variopinta del ejército republicano y ayuda a los espectadores a comprender su derrota. Varias personas ligadas al Centro Internacional de Fotografía nos iluminan sobre el modus operandi de Capa y su equipo. La historia del redescubrimiento de los negativos es apasionante y el carácter extraordinario de las fotos resulta evidente. Es de lamentar que su magnificencia se vea desfigurada por una narración a menudo sesgada y mal fundamentada. Los responsables de la película podrían haberse dejado aconsejar por una de las personas a las que filman, la fotógrafa Susan Meiselas, que anima a los creadores «a intentar comprender a las fuerzas implicadas».

Michael Seidman es Catedrático de Historia en la Universidad de Carolina del Norte. Su último libro publicado es The Victorious Counterrevolution. The Nationalist Effort in the Spanish Civil War (Madison, The University of Wisconsin Press, 2011), publicado en 2012 por Alianza Editorial como La victoria nacional. La eficacia contrarrevolucionaria en la Guerra Civil.

        Traducción de Luis Gago

Este artículo ha sido escrito por Michael Seidman
especialmente para Revista de Libros

image_pdfCrear PDF de este artículo.
img_blog_277

Ficha técnica

8 '
0

Compartir

También de interés.

Un libro sobre Pitágoras

Pocos personajes de la Antigüedad se nos presentan con perfiles tan variados y contradictorios…

Las sombras de una edición

La obra de Giordano Bruno (1548-1600) consta de dos partes fundamentales: la redactada en…