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Calidad, diversidad y vitalidad

Ellas tienen la palabra: Dos décadas de poesía española

VV. AA.

Hiperión, Madrid, 1998

Edición ddeNomi Benegas y Jesús Munárriz

669 págs.

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La aparición de este libro es de una trascendencia mucho mayor que la territorialización del título da a entender. Ellas tienen la palabra: Dos décadas de poesía española sale a la luz con el propósito de paliar los efectos de lo que defacto viene a ser una política de silencio y vacío practicada por el establishment literario español en torno a la poesía escrita por mujeres. Dicho claramente: por razones hondamente arraigadas en nuestra historia cultural, todavía no se acepta a las poetas en igualdad de condiciones. Para comprobar que efectivamente las cosas son así, basta con efectuar un repaso a las antologías poéticas de las últimas décadas, en las que la presencia de mujeres es virtualmente nula. Este dato, que ha de entenderse como síntoma, apunta hacia una situación compleja que hace necesaria la existencia de una demarcación sociocultural y artística del espacio femenino. Así se explica la necesidad de bibliotecas, editoriales y librerías de mujeres. Pese a que ni el número de autoras que escriben y publican poesía en nuestro país ni el interés y calidad de sus obras la justifican, la separación entre la poesía femenina y la masculina es una realidad insoslayable. Iniciativas como la publicación de la presente antología permiten aislar el fenómeno, comprobar su relevancia y estudiarlo en la profundidad que se merece.

En todo caso, no nos hallamos al principio, sino en una fase intermedia de un lento proceso de normalización. Incluso desde la posición marginal que ocupan las escritoras, se advierte una cierta erosión del canon llevada a cabo desde la feminidad.

Una buena manera de ver cómo las cosas han cambiado es efectuar un rápido contraste entre Ellas tienen la palabra y su antecesora directa, Las diosas blancas, antología de poesía femenina publicada en 1985, al igual que la presente, por Hiperión, bajo los auspicios de Jesús Munárriz, quien en ambos casos colaboró en el proceso de selección. Tanto el tufillo patriarcal que se desprende del título como el tono arrogante y paternalista del prólogo no pasan hoy de provocar una leve vergüenza ajena. Desde nuestra perspectiva resulta fácil ver que, síntoma fiel del entorno cultural desde el que hablaba, el poeta varón que recibió el encargo de redactar aquellas páginas simplemente carecía de un lenguaje capaz de articular la recepción del fenómeno más allá de la perplejidad y la prepotencia.

Con todo y con ello, Las diosasblancas fue un empeño sumamente valioso que marcó un hito editorial y se convirtió en punto de referencia obligado durante mucho tiempo. Como antología, daba cabida a un amplio conjunto de corpus poéticos. La muestra, presidida por el signo de lo múltiple, rebosaba de vitalidad, evidenciando el cultivo de lenguajes renovadores, predominantemente inclinados hacia lo festivo y transgresor.

Una de las mayores diferencias entre una y otra antología, y uno de los mayores méritos de Ellastienen la palabra es el extenso estudio preliminar, modelo de rigor y seriedad. Noni Benegas enfoca el fenómeno desde una perspectiva histórica, abordando cuestiones teóricas de gran trascendencia. Al tiempo que pasa revista a estilos, temas y estrategias, Benegas ofrece una sucinta síntesis del complejo proceso de búsqueda de formas de escritura y autorrepresentación femenina, desde el romanticismo y el modernismo hasta nuestros días. Al llegar a los umbrales de la contemporaneidad estudia con mayor detenimiento las señas de identidad que caracterizan el hacer poético femenino de cada década. En los setenta resalta el cultivo de una poesía con una profunda conciencia del lenguaje. En los ochenta, la exploración y celebración verbal del cuerpo propio y del ajeno. El conjunto del proceso se resume en una idea capital. Se trata de «dejar de ser objeto pasivo y pasar a ocupar la posición de sujeto». El punto de llegada viene marcado por una renovada reflexión sobre la naturaleza del lenguaje y la escritura, por un encuentro del logos poético consigo mismo.

Me parece acertado que la representación de voces sea doblemente amplia, tanto por el número de poetas seleccionadas como por la extensión de la muestra dedicada a cada una de ellas. A fin de cuentas, de lo que se trataba era de contrarrestar los efectos de una política de exclusión. Me parece asimismo adecuado que se haga coexistir a voces poco conocidas con las que hace tiempo gozan de renombre. Obviando estas y otras diferencias, la presentación de las poetas se efectúa siguiendo el orden cronológico de sus fechas de nacimiento, desde 1950 hasta 1971, lo que viene a reforzar el planteamiento historicista de la selección y su énfasis en la escritura poética femenina como fenómeno colectivo. En este contexto, las comparaciones de orden cualitativo pierden relevancia, por lo que tampoco parece oportuno mencionar ahora nombres individuales. Se encuentran aquí representadas bastantes poetas que habían figurado en Las diosas blancas, y como ocurriera en aquella ocasión, hubo quienes decidieron autoexcluirse de un proyecto en el que el criterio de selección era el sexo del autor.

Planteada como conjunto de respuestas a un cuestionario, la antología incluye la poética personal de cada autora, y la diversidad en este aspecto es tal, que prácticamente nada las une, incluida la cuestión teórica de la escritura femenina, que a muchas no les interesa o incluso les molesta. Si escribir como mujer es una opción política, no hay unanimidad al respecto entre las poetas antologadas.

Al igual que ocurre con las poéticas, los poemarios llaman la atención por su diversidad, aunque en el hacer concreto de nuestras poetas son más claras huellas de la teoría literaria del feminismo. En este sentido la estrategia propiciada entre otras por Luce Irigaray, consistente en asaltar al lenguaje patriarcal con ánimo de contaminarlo y a la postre apropiarse de él, parece una lección hace tiempo aprendida y perfeccionada. Las poetas proceden por muy diversos caminos a la reescritura de la tradición y de los mitos primordiales de la cultura de Occidente. Y no es que se limiten a subvertir el canon. La mayoría cultivan su propia retórica de la feminidad, se trate o no de abordar temáticas de carácter femenino.

Algo que comparten muchas de las antologadas con las autoexcluidas, es la clara conciencia de que la condición genérica no tiene por qué marcar más en el caso de la mujer que en el del hombre. Dicho de otra manera: lo que quieren es verse a solas con su escritura y que el mundo las acepte o las rechace por su obra y no por su género. Al examinar la expresión poética de las más jóvenes, se respira un aire de palpable normalidad. En tanto ésta efectivamente llega, esta antología es una invitación a comprobar la calidad, diversidad y sobre todo la desbordante vitalidad de la más reciente poesía escrita por mujeres en España.

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Ficha técnica

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