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La amistad de dos mentes geniales

El infiel y el profesor. David Hume y Adam Smith. La amistad que forjó el pensamiento moderno

Dennis C. Rasmussen

Barcelona, Arpa, 2018

Trad. de Àlex Guàrdia

382 pp. 21,90 €

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El avance de las ciencias sociales durante el siglo XIX está en deuda con las relaciones de amistad que se establecieron entre muchos de sus protagonistas. Este fue el caso de, por ejemplo, David Ricardo y Thomas Malthus, Jeremy Bentham y John Stuart Mill, Nassau Senior y Alexis de Tocqueville, o Eugen von Böhm-Bawerk y Friedrich von Wieser. En esta tradición, el estudio de la relación de amistad fraterna entre David Hume y Adam Smith abre al interesado un panorama fascinante del ambiente intelectual en la Escocia del siglo XVIII y de la personalidad de estos dos grandes del pensamiento social y filosófico. El libro del politólogo Dennis C. Rasmussen (profesor en la Tufts University) aborda la relación de amistad de estos dos genios desde su encuentro en 1749 hasta la muerte de Hume en Edimburgo en 1776 y el período posterior, hasta 1790, en que desaparece Smith. El libro es un relato detallado de este aprecio mutuo en el que destaca, de forma llamativa, la ausencia de debate entre los dos autores. Los otros casos conocidos de amistad intelectual nos enriquecieron precisamente porque, más allá del afecto personal, predominó entre los dos amigos la pugna de las ideas. Ricardo se opuso ?con la excepción de la teoría de salarios? a prácticamente todo lo que dijo Malthus; Senior rebatió la idea de Tocqueville según la cual la extensión de la propiedad eliminaría el pauperismo; Mill renegó del utilitarismo benthamita; y Böhm-Bawerk criticó frontalmente la teoría del valor de Wieser. Nada de esto se da entre Hume y Smith. Las referencias mutuas son siempre respetuosas y, cuando discrepan, lo hacen siempre de forma sutil y marginal, con la intención clara de no poner en duda la validez de lo comentado.

En ausencia de debate, la relación intelectual entre estos dos colosos del pensamiento se vuelve algo menos fructífera de lo que cabría esperar y, aunque es harto interesante en lo personal, se muestra menos reveladora en lo científico y filosófico. El ensayo de Rasmussen es un libro breve, ameno y bien escrito que cuenta dos historias relacionadas: una, sobre la larga amistad de dos personajes públicos prominentes, reconocidos y controvertidos que viajaron, debatieron y movieron la actualidad del momento; la otra, el diálogo intelectual entre dos colosos del pensamiento europeo del siglo XVIII. La primera es divertida y amena. Nos introduce en los prejuicios ?especialmente los religiosos? y rivalidades sociales del momento, y nos descubre la personalidad de los dos genios y de sus vidas cotidianas; la segunda intenta descubrir las influencias sutiles de uno sobre otro en sus posiciones intelectuales.  No queda claro, sin embargo, cuál de las dos historias es más importante en este relato. No cabe duda de que El infiel y el profesor da a conocer al gran público las posiciones básicas de ambos autores sobre la virtud, el racionalismo, el orden social y la prosperidad.  Sin embargo, podríamos preguntarnos si, tras su lectura, el lector ha avanzado más en el análisis y comprensión de la compleja obra de los dos autores que en los detalles de la vida cotidiana y de la agenda social diaria de la clase intelectual escocesa del siglo XVIII.

El ensayo de Rasmussen describe en los dos primeros capítulos la trayectoria de ambos personajes previa a su encuentro; la fría acogida por el público del Tratado sobre la naturaleza humana publicada por el joven Hume en 1739, el éxito de sus Ensayos morales y políticos (1741-1742), el comienzo de su monumental Historia de Inglaterra (1754-1762) y sus primeros tropiezos con la jerarquía eclesiástica escocesa, que le impide el acceso a la cátedra de ética en la Universidad de Edimburgo; se nos presentan también aquí los primeros pasos de Smith en el mundo académico, su primer contacto con las ideas de Hume mientras estaba en Oxford antes de su encuentro personal en 1749. A continuación, Rasmussen analiza cómo se fragua la amistad entre ambos en el contexto de los éxitos académicos de Smith ?la cátedra de Glasgow y la publicación de la Teoría de los sentimientos morales (1759)? y el primer intento de Hume por acceder al claustro de Edimburgo, fracasado debido a sus ideas religiosas. La irreligiosidad de Hume (Historia natural de la religión, 1757) y el papel de la virtud en la teoría social de Smith son discutidos en los dos capítulos siguientes, y los tres ulteriores describen minuciosamente el éxito de Hume en Francia, su enfrentamiento con Rousseau y su aventura como diplomático hasta su vuelta a Edimburgo en 1769. Los capítulos centrales en la argumentación del libro son el noveno y el décimo, que abordan, respectivamente, el contexto intelectual de La riqueza de las naciones en 1776, año en el que también murió David Hume, y la labor de Smith como su albacea literario, especialmente su renuencia a publicar de forma póstuma Diálogos sobre la religión natural, tal como había dejado establecido Hume en su testamento. Los dos capítulos finales describen los últimos días de ambos autores y un breve apéndice reproduce Mi vida, una corta autobiografía de Hume y la defensa que Smith hace de él tras su muerte en Carta de Adam Smith, Doctor en Leyes, a William Strahan, Esq.

Una de las razones de la notoriedad de Hume fue su escepticismo religioso, su rechazo al concepto de la inmortalidad y su consideración de las creencias religiosas como superfluas para la filosofía y la moral. Como afirma Rasmussen, «Smith fue mucho más hábil a la hora de ocultar sus propias opiniones» (p. 48), pero es dudoso que en su fuero interno fuese tan escéptico como su amigo Hume. Uno de los mejores conocedores de Smith y su tradición intelectual, Jacob Viner, subraya la influencia del «teísmo optimista de los filósofos escoceses» en las creencias smithianas (Adam Smith and Laissez Faire) y sobre su creencia en la «existencia de un orden en la naturaleza en el que pueden discernirse benéficas intenciones hacia el género humano».  Es seguro que algunas de las tesis del Tratado sobre la naturaleza humana de Hume influyeron sobre la Teoría de los sentimientos morales de Smith.  Tanto la idea de que la moralidad no deriva de Dios, sino de los propios seres humanos, de sus sentimientos, como los conceptos de simpatía y benevolencia, se proyectaron sobre el esquema smithiano, pero es difícil compartir la idea de Rasmussen de la influencia de Hume en toda la concepción social de Smith. Isaiah Berlin decía que «el servicio inmortal que prestó Hume fue la destrucción de cualquier apriorismo, de la noción de cualquier verdad lógica y metafísicamente garantizada sobre el mundo» (Hume y los orígenes del antirracionalismo alemán, 1977) y es posible que este escepticismo intelectual influyese sobre Smith. Sin embargo, Smith parece más un seguidor de la epistemología racionalista escocesa ?bastante anterior a Hume? que un humeniano estricto.  A pesar de no ser un raisonneur enciclopedista y quitarle importancia a la razón como guía de la conducta, el sistema smithiano descansa en un criterio de racionalidad ?la búsqueda del propio interés atenuada por la benevolencia? sobre el cual descansa la lógica de la sociedad de mercado.

Más convincente es la influencia del maestro sobre su discípulo en lo concerniente a la organización económica de la sociedad. La idea de que la verdadera fuente de la riqueza no son los metales preciosos, ni las balanzas comerciales, sino el trabajo de los ciudadanos; los beneficios del comercio libre y el rechazo al mercantilismo; el elogio de la riqueza y el rechazo de la supuesta superioridad moral de la pobreza, son todos conceptos que habían sido esbozados en los Discursos políticos. Pero es Smith quien explica de manera detallada cómo actúa la división del trabajo, la especialización y el intercambio en el aumento de la productividad; cómo la extensión y homogeneización del mercado aceleran la especialización; cómo un sistema libre de precios actúa de manera autónoma como mecanismo coordinador de intenciones múltiples e individuales. Los avances ?aunque muchas veces sean descriptivos e intuitivos? de Adam Smith fueron gigantescos y fueron mucho más allá de lo sugerido por Hume.  Es también posible, por otra parte, que el error más serio de la teoría smithiana (su teoría del valor/trabajo) fuese de inspiración humeniana, pues, aunque no hay una teoría formal del valor en la obra de Hume, sí que hay una referencia constante a la laboriosidad y el trabajo duro como origen de cualquier cosa valiosa. Rasmussen subraya que la contribución más importante de La riqueza de las naciones fue mostrar que el comercio y la industria instauraron el orden y el buen gobierno, en lo cual el propio Smith reconocía su deuda con Hume. Pero no se destaca, sin embargo, la contribución smithiana al análisis de los órdenes espontáneos ?como el orden del mercado). A pesar de haber sido descrito antes (por Bernard Mandeville o Adam Ferguson), nunca se habían explicado sus causas microeconómicas.

Los conocedores del período y de los personajes no encontrarán grandes novedades en El infiel y el profesor. Sin embargo, a los no especialistas les abre un panorama interesante. Basado sobre todo en la abundante correspondencia de casi cuatro décadas, Rasmussen revela la historia de una relación excepcional entre dos mentes geniales, y pone de manifiesto cómo ambos hicieron avanzar la idea de la libertad individual y el principio de la limitación del poder en su tiempo. El autor los define como «liberales pragmáticos» que, lejos de proponer utopías, supieron adaptarse a una realidad compleja e imperfecta con propuestas graduales pero que, a largo plazo, sentaron las bases intelectuales para construir la sociedad abierta de mercado. Es posible que El infiel y el profesor se pierda a veces en los detalles de la relación personal de los dos gigantes, pero constituye un delicioso y útil relato de la amistad entre dos genios y de la época en que vivieron.

Pedro Fraile Balbín es catedrático de Historia Económica en la Universidad Carlos III de Madrid.

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