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El mar de plástico del sureste ibérico y otros mares

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Un estudio de Cristina Quintas-Soriano et altera incluye un análisis del impacto que los cambios en el uso del suelo han tenido sobre los servicios ecosistémicos que contribuyen al bienestar humano en el sureste español, una zona en la que en torno al 20% está representado por el Parque Natural de Cabo de Gata y el Parque Nacional de Sierra Nevada. Más concretamente, se ha investigado cómo está afectando la rápida expansión de la horticultura de invernadero y el abandono de las zonas de montaña sobre la percepción de bienestar de los residentes en la zona. Los ecosistemas en la región son ricos en biodiversidad y, al tratarse de la zona más árida de la Europa continental, son muy vulnerables a los impactos del cambio global que está produciéndose. Estamos ante la mayor concentración de invernaderos del mundo, el «mar de plástico de Almería».

Una vez más, lo que se pone de manifiesto es el conflicto entre los esfuerzos de conservación y el desarrollo económico, conflicto que en los cuestionarios cumplimentados se muestra como un conflicto interno de cada individuo, ya que las áreas protegidas suscitan un apoyo tan mayoritario (72%) como el mar de plástico (69%). La agricultura de invernadero en relación con el empleo y el estilo de vida se percibe más favorablemente (42%) de lo que se aprecian negativamente aspectos tales como la contaminación química (30%), los impactos ecológicos (10%) o la erosión (5%). Claramente, los habitantes de la región aprecian tener el mayor nivel de vida de la península antes que ser fieles a los ideales conservacionistas, algo que se justifica por el hecho de que el aludido «nivel de vida» no es más que el acceso a un salario mínimo para una significativa fracción de los habitantes de la región estudiada.

Los plásticos tienen usos múltiples en la agricultura: en acolchados e invernaderos que permiten extender la oferta de productos hortícolas a todos los meses del año; en la presentación y transporte de forrajes, así como en su conservación como ensilado; en protección contra aves y granizo; en el envase de productos líquidos y sólidos para el campo; en estructuras para riegos y drenajes; y en el envasado, embalaje y presentación de los productos. El consumo de plásticos de uso agrario en España representa, al parecer, entre el 5% y el 6% del consumo total: más de 94 millones de toneladas se destinan a la protección de unas ciento ochenta mil hectáreas de cultivo (525 kg/ha), tanto en la agricultura convencional como en la ecológica, que en este caso parece olvidar que los plásticos son productos químicos de síntesis obtenidos a partir del petróleo. Por otra parte, el desarrollo de plásticos biodegradables está todavía en mantillas y, desgraciadamente, no hay una buena normativa común europea que contemple la reutilización, reciclado y gestión de los residuos plásticos. Y conviene insistir en que estamos ante unos productos que no se degradan fácilmente. Así, por ejemplo, el polietileno tarda nada menos que cuarenta y ocho años en reducirse a la mitad.

Los plásticos van a los ríos y los ríos, al mar, donde se forman extensos archipiélagos artificiales que flotan sin rumbo, interfiriendo con la vida marina y engañando a peces, tortugas y otros animales, que acaban ingiriéndolos con efectos nefastos para su salud. Si una ola inteligente empujara todo el plástico marino hacia las orillas, la famosa Gran Muralla china quedaría como un monumento minúsculo frente a la planetaria muralla de plástico que se formaría. Según el comentario de Sarah Kaplan en The Washington Post, el uso mundial de plásticos se ha multiplicado por veinte en el último medio siglo y se duplicará en las próximas dos décadas. En torno a un tercio del plástico utilizado no se recicla, por lo que en poco tiempo habrá más plástico que peces en los océanos del mundo.

Es obvio que debe buscarse la conciliación entre desarrollo y conservación, pero no vale con subestimar los costes de esta conciliación. El conflicto es real, complejo y muy difícil de resolver cuando están en juego a corto plazo necesidades muy primarias del ser humano.

 

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