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El legado de Linz

Obras escogidas. Vol. 5: Economía y empresarios en España. Vol. 6: Partidos y elites políticas en España. Vol. 7: Historia y sociedad en España

Juan José Linz

Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales, 2013

1227 pp., 1159 pp. y 651 pp. 53,85 € cada volumen

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La Real Academia Española define el término «legado» asociándolo sin cortapisas a la disposición testamentaria, como «aquello que se deja o transmite a los sucesores, sea cosa material o inmaterial». La triste noticia del fallecimiento de Juan José Linz (Bonn, 1926-New Haven, 2013) nos permite recuperar el significado profundo de ese concepto para aplicarlo con determinación a esta monumental edición de las Obras escogidas (que no «completas») que han realizado en siete gruesos volúmenes y a lo largo de varios años los profesores José Ramón Montero y Thomas Jeffrey Miley. Es verdad que, como enseguida argüirían los colaboradores y personas más cercanas a Linz, sería injusto limitar el alcance del legado del eminente sociólogo a este conjunto de letra impresa, siendo esta de por sí una vasta recopilación de obras que en cantidad y, sobre todo, en calidad (en aportaciones originales, para ser más exactos) no podríamos alcanzar ni en sueños la mayoría de los que nos dedicamos a las ciencias sociales.

Injusto porque Linz fue no sólo un gran científico, sino un consumado transmisor de sus vastos conocimientos (a veces, si se lo proponía, hasta excelente divulgador) y, a la postre, como corolario de todo ello, un maestro en el sentido integral del concepto. Por eso se habla con razón en casos como este de «pérdida irreparable» (y no hablo, obviamente, de la esfera personal, porque la ausencia es, por definición, irremplazable) sino que me mantengo estrictamente en el plano intelectual: quiero decir que, aunque nos quede la obra, quedamos huérfanos de una parte fundamental del autor, la que estaba ligada a su vida, a su actividad pedagógica, a la capacidad de generar entusiasmo a su alrededor o, por formularlo rotundamente, en una palabra, a su magisterio cotidiano. Precisamente con ese título o, para expresarme con más precisión, empleando ese sustantivo, el de magisterio, publiqué en las páginas de esta revista (no páginas online como ahora, sino páginas de impresión tradicional, con la consistencia tangible del papel) un largo artículo que saludaba la aparición de los dos primeros volúmenes de estas Obras escogidas y se felicitaba calurosamente por la iniciativa.

En dicha reseña procedía a una rápida aproximación a la vida y obra del profesor Linz, desgranaba sucintamente las grandes aportaciones de su trayectoria intelectual, caracterizaba de manera abreviada su campo de indagación a caballo entre las más diversas ciencias sociales (Economía, Sociología, Historia y Ciencia Política, fundamentalmente) y trazaba unas pinceladas sobre su metodología y las características peculiares de sus diversas aproximaciones a los fenómenos sociales. Subrayaba en esas páginas la querencia del profesor Linz por lo español, hasta el punto de que, siendo él mismo un científico de renombre internacional, y siendo a un tiempo tan amplia su curiosidad intelectual, podía seguirse el rastro de lo español como una constante a lo largo de toda su obra, bien fuera como centro de atención, bien como contrapunto, bien como ilustración concreta de un postulado general. Se pergeñaba en esa reseña una valoración global de estas Obras escogidas (pues el proyecto entero ya estaba perfilado y anunciado desde el mismo comienzo), se aplaudía el esfuerzo encomiable de los editores en particular, y del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales en general, y se informaba al lector, en fin, con toda la amplitud que era posible, del contenido de los dos primeros volúmenes, que, a esas alturas, eran los únicos que habían aparecido.

De hecho, quien esto escribe va a tener muy presente a lo largo de las páginas que quedan lo allí explicitado para evitar duplicidades estériles. Dejaremos, pues, al margen cualquier consideración asimilable a lo ya expuesto en aquel momento (en particular, lo relativo a la valoración general de la figura de Linz y de su obra en su conjunto), para centrarnos, en primer lugar, y aunque sea muy brevemente, en los dos volúmenes que aparecieron posteriormente a la redacción de la reseña (en el mismo año 2009) y que, por tanto, no pudieron comentarse en su momento. Y luego, ya más ampliamente, entraremos en el contenido de estos tres volúmenes que acaban de aparecer y completan la presente edición. Ya desde este momento queremos llamar la atención del lector sobre el hecho de que nos enfrentamos a un desafío imposible, y de ahí el énfasis anterior en lo de ocuparnos ampliamente –empeño inútil– del contenido de unos volúmenes que se aproximan, cuando no superan ampliamente, las mil páginas –cada uno – de letra menuda, plagados de notas, gráficos, tablas, cuadros y citas, y que en su misma dispersión temática y metodológica convierten en disuasoria cualquier tentativa de resumen coherente, no digamos ya de búsqueda de un hilo conductor medianamente satisfactorio. Pero, al fin y al cabo, ese es nuestro desafío e intentaremos ejecutarlo con la mejor disposición posible, siempre con la esperanza de que estas páginas sirvan al menos al lector de acicate para lo más importante: la lectura de la obra del maestro.

El volumen tercero de estas Obras escogidas lleva como epígrafe unificador «Sistemas totalitarios y regímenes autoritarios». Aunque confundidos a menudo en los medios de comunicación y en las obras de índole divulgativa, la distinción entre totalitarismo y autoritarismo, como cualquier mediano experto en ciencias sociales debe saber, resulta fundamental en el establecimiento de tipologías y características de los regímenes basados en la restricción de las libertades, pero aún resulta más esencial en un autor como Linz, que se distinguió precisamente por analizar y matizar muy adecuadamente –pero también con la incomprensión de muchos antifranquistas enragés– las características de uno y otro entramado político. Y hago esta referencia con toda intención precisamente porque en este volumen se incluye el célebre ensayo que tanta polvareda levantó en su momento, ese que lleva por título «Una teoría del régimen autoritario: el caso de España», en el que Linz llega a acuñar la expresión de «pluralismo político en la elite del régimen de Franco» (p. 54). Con ello, como el propio autor se vio obligado a precisar después, no pretendía justificar ni legitimar nada, ni siquiera «ponerlo [el régimen franquista] bajo una perspectiva más favorable», sino constatar lo evidente para un científico social y que luego ha sido ampliamente aceptado, «que el régimen no tenía una única ideología» (p. XXVII).

Pero la mención al caso español (aunque también es objeto central de reflexión en el capítulo 7, en este caso tomando el prisma de «La oposición en y bajo un régimen autoritario») no deja de ser una anécdota si tomamos una perspectiva de conjunto y sopesamos la vastedad de ámbitos estudiados por Linz en sentido espaciotemporal. No en vano el leitmotiv de este volumen bien podría ser la reivindicación constante de la política comparada, presente ya en el mismo título del primer capítulo («Mis recuerdos sobre el desarrollo de la política comparada») y aplicada después de una manera sistemática a las más diversas coordenadas. Así, por ejemplo, en el caso brasileño (en el que se habla, por cierto de un modo un poco discutible, de «situación autoritaria», en vez de «régimen autoritario»). Del mismo modo, resulta notable y altamente sugestiva esa «teoría del sultanismo», que aparece en el capítulo décimo y que luego se desarrolla en el siguiente para hablar de la «Génesis y caída de los regímenes sultanísticos» (y no se refiere sólo a Turquía). Pueden encontrarse además, naturalmente, múltiples alusiones esclarecedoras a países y regímenes que se han caracterizado en mayor o menor medida por la intolerancia, el despotismo y la limitación de las libertades, desde Japón, China o Cuba hasta los totalitarismos clásicos del siglo XX (nazismo, estalinismo), pasando por los sistemas caudillistas latinoamericanos, los regímenes teocráticos y otras diversas configuraciones, basadas siempre, en cualquier caso, en el terror y la represión implacable, como Camboya o las dictaduras africanas.

Si el tomo tercero se dedica a las variopintas modalidades políticas de privación o restricción de la libertad, el volumen siguiente se consagra de modo complementario a las características y problemas de los regímenes basados en el pluralismo y la alternancia pacífica. En efecto, bajo el título de «Democracias: quiebras, transiciones y retos» se agrupan, como ya el lector que haya llegado hasta aquí puede fácilmente adivinar, una heterogénea serie de artículos ordenados en catorce capítulos que abarcan desde problemas doctrinales o teóricos (por ejemplo, el octavo, sobre el «mapa conceptual de las democracias», el noveno, sobre la «democracia presidencial o parlamentaria», o el decimocuarto, sobre el papel de los partidos) hasta estudios de casos concretos, normalmente en perspectiva comparada, del que constituye una muestra relevante el sexto capítulo, «Transiciones y consolidaciones democráticas: algunas reflexiones conclusivas en Europa del Sur, Suramérica y Europa poscomunista». Como hemos advertido ya en alguna ocasión, se deja notar la presencia hispana en forma de preocupación insistente por la trayectoria histórica de nuestro país, la transición posfranquista y el nuevo ordenamiento constitucional, temas todos ellos presentes en varios apartados, pero en especial en el segundo capítulo  («De grandes esperanzas a la guerra civil: la quiebra de la democracia en España») y en el séptimo («El liderazgo innovador…», centrado en los dos grandes líderes de la restauración democrática española, Adolfo Suárez y Felipe González).

Puestos a buscar un hilo unificador o un basamento común a tal disparidad de contribuciones, tendríamos que tomar como referencia el propio epígrafe del volumen y admitir que los conceptos que vienen ahí reflejados («quiebras», «transiciones» y «retos»), lejos de constituir un recurso arbitrario de unificación, nos ayudan a pergeñar una aproximación coherente a la manera en que Linz entiende la democracia en general como sistema político o, para ser más exactos, las características concretas de los distintos regímenes democráticos. Lejos de concebir aquella –la democracia– o estos –los sistemas pluralistas– de un modo idílico, como una meta al final de la historia o, simplemente, un plácido oasis de calma, tolerancia y prosperidad, el maestro subraya que, por lo general, los países que gozan de un mecanismo de participación y respeto a las minorías han de estar permanentemente alertas. Porque si la democracia es en sí un bien –y eso cada vez menos lo dudan a estas alturas–, resulta ser en la práctica un bien complejo, difícil de gestionar, preñado de insuficiencias y frustraciones, muchas veces costoso de alcanzar, pero todavía en mayor medida complicado de mantener. De ahí su preocupación por la estabilidad de las democracias, con todo lo que ello supone e implica, es decir, su relativa vulnerabilidad ante la siembra y desarrollo de determinadas ideologías mesiánicas, el problema de su consolidación en sociedades sin tradición democrática o con grandes desequilibrios y, en fin, sin agotar ni mucho menos los asuntos comprometidos, la cuestión de su «calidad», es decir, la consecución efectiva de un entramado solvente que permita una representación adecuada, asegure el funcionamiento de las instituciones, dé cabida a los discrepantes y suponga un auténtico ejercicio de equilibrio de poderes.

El millar largo de páginas del volumen quinto de estas Obras escogidas se dedican a diversas cuestiones de índole económica y, muy en particular, a las características del empresariado español y a los problemas anejos a la peculiar estructura empresarial en nuestro país, con unas derivaciones que ahora intentaremos concretar un poco más. Así, con el título de «Economía y empresarios en España», agavilla artículos que se abren a perspectivas muy disímiles, pero con una complementariedad o hasta una homogeneidad cualitativamente superiores a las que estaban presentes en los volúmenes comentados hasta ahora. Contribuye a ello, en cierto modo, el que los editores hayan optado –una vez más, con buen criterio– por agrupar los veinte capítulos que integran esta nueva entrega en seis partes, una primera de carácter más general y el resto más específica, por cuanto son ya directamente los empresarios, la actividad empresarial y diversos rasgos de las empresas españolas los objetos privilegiados de atención. En la primera de esas partes, bajo el rótulo de «Sistema económico y mentalidades económicas», se inserta, tras un capítulo de índole teórica, el trabajo que más interés ha despertado en este reseñista, el titulado «La mentalidad económica de los españoles», una investigación de largo aliento y considerable extensión que desmenuza no sólo la cuestión aludida en el encabezamiento, sino otros muchos asuntos colaterales y no menos significativos, como los países que nos sirven de modelo, las formas de propiedad, los programas electorales, las doctrinas de los partidos o las actitudes ante los sindicatos.

A mi modesto entender, el interés de la segunda parte, «Los empresarios españoles de los años sesenta», se ve claramente condicionado por la estricta acotación temporal que limita el estudio a un momento dado del desarrollismo español, un inconveniente (si puede llamársele así) que se manifiesta igualmente en otros capítulos de este tomo, dado que la mayor parte de ellos, por no decir la práctica totalidad, tuvieron su origen en las investigaciones que realizaron Linz y Amando de Miguel a comienzos de los años sesenta. De hecho, como se dice en el Prefacio, «los 17 capítulos dedicados a los empresarios españoles que se recogen en este volumen constituyen el gran libro [sobre el empresariado español] que entonces no pudieron completar». El cuadro resultante de estos estudios parciales es, en efecto, «una fuente imprescindible» para trazar una «sociología económica de España» en un «período crítico del franquismo» (p. LXVI). Hay, por tanto, no ya sólo una continuidad, sino una imprescindible complementariedad entre las distintas partes que completan el volumen, dedicadas respectivamente a la actividad empresarial (capítulos 11-13), las relaciones empresariales con el poder público (capítulo 14), las relaciones laborales (capítulos 15-18) y, por último, «la empresa y el mundo exterior» (capítulos 19 y 20). Como puede apreciarse fácilmente a partir de la sucinta relación que hemos hecho, el volumen que comentamos presenta un evidente desequilibrio temático a favor del examen de los empresarios y la actividad empresarial o, si se prefiere, en detrimento de otros sectores y elementos económicos. No cabe aquí sorpresa alguna. Linz no era economista stricto sensu y su interés en este campo estaba mediatizado por su enfoque sociológico. Su preocupación en este caso era el subdesarrollo español en perspectiva comparada y de ahí su acercamiento como científico social, pero básicamente como sociólogo, a un grupo como los empresarios, que podían facilitarle algunas claves del atraso español. Ha pasado algo más de medio siglo desde que se hizo el estudio de campo que sirvió de base a estos artículos. Hoy nuestro mundo es otro, completamente distinto, no sólo desde el punto de vista económico, sino desde cualquier otra óptica que se adopte. Es inevitable, por tanto, aproximarse a estos capítulos con esas premisas, para valorarlos en sus justos términos, como retrato sociológico de una época en la que España empezaba a desperezarse, el mundo en general era más estrecho, las fronteras constituían férreas barreras y hasta los investigadores tenían que trabajar con medios que hoy nos parecen casi prehistóricos.

Con el tomo sexto, también de considerable grosor (algo más de mil doscientas páginas) volvemos al ámbito estrictamente político. Con el epígrafe de «Partidos y elites políticas en España» se reúnen aquí diecisiete artículos más un apéndice, distribuidos en tres partes de desigual extensión. La primera, con mucho la más breve, lleva como titular «Asambleas y Cortes» y contiene tres capítulos que analizan, por este orden, las Cortes de la Restauración y la Segunda República, la Asamblea Nacional de Primo de Rivera y las Cortes franquistas durante el período 1943-1970. En todos los casos, se trata en primer término de un estudio de sus integrantes, es decir, un examen de la elite parlamentaria, y sólo en segundo lugar o como telón de fondo se deslizan otras consideraciones, siempre tangenciales, sobre el funcionamiento de la institución propiamente dicha o sus relaciones políticas con el resto de los poderes del Estado. La segunda parte, la más extensa, comprende nueve capítulos que tratan de las elecciones y diversos aspectos de la mecánica electoral, del liderazgo y articulación de los partidos políticos, de las ideologías, tendencias políticas y coaliciones o de encrucijadas decisivas de nuestra historia reciente (1936, 1976-1977), por citar tan solo un ramillete de asuntos de entre los muchos que ocupan a Linz en el análisis de la trayectoria política española de los siglos XIX y XX. No disimula nuestro autor su atracción por aquellos momentos históricos en que se produce un cambio de régimen y, muy especialmente, muestra su predilección por nuestro cambio político más espectacular, el que lleva pacíficamente del franquismo a la democracia. No falta en esta línea el consabido análisis comparado, en este caso de la exitosa transición española, con otros países en los que el cambio tiene lugar de forma mucho más problemática y convulsiva (concretamente, la comparación se hace con la Unión Soviética y Yugoslavia). Ese es el tema del breve capítulo decimosegundo, «Identidades políticas y secuencias electorales», que cierra brillantemente esta segunda parte.

La tercera retoma el hilo de las elites políticas: empieza con un interesantísimo estudio sobre la «continuidad y discontinuidad en la elite política» en el largo lapso de la Restauración al régimen autoritario; pero, desde mi punto de vista, los bocados más sabrosos vienen a continuación porque, en contraposición a la mayoría de los trabajos incluidos en estas Obras escogidas, que se mantienen en su formulación primigenia, los capítulos 14, 15 y 16 contienen información actualizada hasta casi nuestros días (2011, para ser exactos). Son estudios en la misma línea que acabamos de señalar –continuidad y cambio en la elite política–, pero referidos ahora a los diputados de la democracia española (1977-2011), los senadores en el mismo espacio cronológico (este capítulo, mucho más escueto) y, por último, los «ministros y regímenes» españoles en un arco temporal muy extenso, nada menos que desde el Sexenio Revolucionario hasta la monarquía parlamentaria. No es necesario seguramente advertir al lector que no va a encontrar en los análisis de Linz simplificaciones o conclusiones que quepan en un puñado de líneas o en un párrafo escueto, pues Linz y sus colaboradores en estos diversos estudios matizan, precisan, distinguen, acumulan citas, establecen referencias y comparaciones, presentan tablas y gráficos y proporcionan, en definitiva, antes que respuestas categóricas, un mapa detallado de una realidad que es siempre compleja y se resiste a una fácil esquematización. Por si fuera poco, hay veces (véase la página 910, por ejemplo) en que los autores hacen un llamamiento explícito a la «prudencia», en la medida en que consideran que sus pesquisas constituyen una simple aproximación –«resultados todavía preliminares»– que necesita de más datos y de elaboraciones ulteriores.

Llegamos así al séptimo y último volumen de estas Obras escogidas, que lleva por título «Historia y sociedad en España». Estamos ante un ejemplar de proporciones más reducidas que los dos inmediatamente anteriores, aunque con un abultado número de capítulos, dieciséis en total. El problema en esta ocasión es que no hay, como en los precedentes, un hilo conductor digno de tal nombre, razón por la cual los editores han cortado por lo sano y han elegido un epígrafe en el que quepa todo lo que no ha podido ser incluido en las entregas previas. Con todo, la verdad es que pueden rastrearse unas constantes (las que ya hemos ido señalando a lo largo de estas páginas al comentar la labor científica de Linz) y hasta unas concomitancias entre los diversos trabajos que integran el tomo en cuestión. Así, por destacar lo más obvio, volvemos a encontrarnos la perspectiva comparada como recurso intelectual al examinar los más variados temas. Se entiende el método comparativo tanto en el ámbito espacial (de España con otras naciones, por ejemplo) como en el sentido cronológico (comparación con otros momentos históricos de nuestro país). Por concretar, el capítulo primero establece una «cuantificación y comparación» a lo largo de «cinco siglos de historia española»; el cuarto distingue «ocho Españas» al proponer las «diferencias y comparaciones intranacionales»; o en el noveno, unas «reflexiones sobre la sociedad española» de carácter global, empiezan por situar a la «sociedad española en perspectiva comparada». Está también aquí, como una constante, la preocupación de Linz por el examen empírico de la sociedad española del presente y del pasado desde las más diferentes perspectivas: actitudes, mentalidades, estructura de clases, realidades asociativas, instituciones, intelectuales, elites, procesos de modernización, movilizaciones, contrastes intersectoriales e interregionales y un tan largo etcétera que, desgranado, convertiría la relación en inacabable.

Pese a ello, como antes adelantábamos, el efecto de dispersión es innegable y se impone como una evidencia para cualquiera que abra estas páginas. Contribuye a ella no sólo la aludida ausencia de un criterio unificador sino la propia amplitud cronológica: los dos primeros capítulos, por ejemplo, no se ciñen, como suele ser habitual en Linz, a la trayectoria histórica reciente de nuestro país, sino que se remontan a la época moderna, en concreto a la España de los siglos XVI y XVII (ámbito, por cierto, en el que se encuadra un sugestivo análisis de los «intelectuales» del momento). El capítulo tercero –muy interesante también, por cierto– estudia la conjugación de tradición y modernidad entre el XIX y el XX. Hay otras reflexiones sobre la sociedad española en general (en especial, en el capítulo 8, pero también en parte del siguiente), que mezclan explícitamente «pasado, presente y futuro». Hasta aquellos trabajos unidos por un nexo evidente (el estudio de los comportamientos religiosos, en los capítulos 10, 11 y 12) se abren a perspectivas muy disímiles, como son la práctica religiosa en Andalucía, el papel de la religión en la política española y la cuestión religiosa en la transición democrática.

No quisiera, sin embargo, terminar esta apresurada visión de conjunto sobre este último volumen sin pasar por alto los dos últimos capítulos que se incluyen a modo de «apéndices» y que son dos pequeñas joyas para el que quiera recoger pistas para entender la trayectoria vital y profesional del autor. En esos capítulos, Linz habla en primera persona de su «juventud en dos países», de su formación, del «descubrimiento de la Sociología», del impacto que tuvo en él «la vida académica americana», de su regreso a España, de sus inquietudes intelectuales, de su oficio, sus ideas, su «estilo de trabajo», sus objetivos como investigador, sus intereses y, en fin, ese conjunto de pormenores que, lejos de ser intrascendentes, nos ayudan a comprender mejor al autor y encuadrar adecuadamente su obra.

Permítaseme un desahogo estrictamente personal ya para finalizar. Por razones del oficio, quien esto firma ha tenido que embutirse los susodichos volúmenes en el plazo relativamente corto de unos dos meses para que esta reseña saliera sin mucho retraso en relación con la novedad editorial, es decir, en un plazo razonable. He tenido que repasar los volúmenes 3 y 4, que ya poseía, y leer de una tacada las aproximadamente tres mil páginas de los tomos 5, 6 y 7. Confieso sin rubor que había artículos que no me interesaban y me he limitado a echarles una ojeada. Otros los he leído sin atender a notas, cuadros y tablas. Otros, en fin, los he examinado con detenimiento porque tocaban algún punto de mis propias investigaciones o, simplemente, porque me interesaban por razones que no vienen a cuento. Supongo que la mayoría de los lectores de estas Obras escogidas no actuarán de forma muy diferente. Aun con todo, es decir, con esa labor de criba o selección, la lectura de estas páginas es una labor agotadora, por lo menos para el que tiene que realizarla en un tiempo tasado de antemano. Y ya que estamos con un tono personal, les diré además que realizar una reseña de una obra tan descomunal resulta algo frustrante, porque al final uno tiene que limitarse a trazar un panorama a vista de pájaro, sin poder entrar a fondo en ninguno de los temas, sin discutir pormenores, sin poder subrayar aportaciones concretas o aplaudir determinados puntos de vista, sin apenas posibilidad de señalar discrepancias, pues todo ello nos llevaría, dada la magnitud de lo que hay que comentar, a una extensión inasumible tanto para la generosa acogida de esta revista como, lo que es aún más importante, para la paciencia del lector.

En conclusión, estas Obras escogidas constituyen un acontecimiento editorial que difícilmente puede ser exagerado, una obra de una riqueza apabullante, un conjunto de trabajos que brillan con luz propia por múltiples conceptos, como refulgente, original y avasalladora ha sido la figura intelectual de su autor, Juan José Linz, del que puede decirse con justeza y sin un ápice de adulación que era un científico social de talla universal. A pesar de la evidente desmesura de esta reseña –justificada o, al menos, espero que disculpada por la magnitud no menos obvia de la obra que le sirve de referencia–, no quisiera poner punto final dejándome en el tintero un par de puntualizaciones que me parecen pertinentes. Las expondré de forma casi telegráfica para no seguir abusando de la paciencia del lector. La primera es que, siendo tan importante la figura de Linz, no debe olvidarse que una parte considerable de lo que contienen estos gruesos volúmenes no es obra suya solamente, sino labor de un equipo o resultado de colaboraciones con otros colegas, historiadores, políticos, sociólogos, etc., que, por manifiestas razones de espacio, no han podido ser citados aquí. Ya que aludimos a ello, habría que ponderar y destacar muy especialmente la titánica tarea de edición que se ha realizado para dar a la luz estos tomos, localizando antiguos trabajos de Linz, recopilando textos, traduciendo y, en general, dotando de un sentido global, más allá de la mera yuxtaposición, a este ingente número de artículos. Los responsables últimos de este cometido han sido los profesores José Ramón Montero y Thomas Jeffrey Miley, que han ordenado la prolífica producción de Linz, la han distribuido en unos volúmenes con la mayor coherencia interna posible y han escrito unos prólogos esclarecedores que facilitan la visión de conjunto y la comprensión de los heterogéneos escritos del maestro.

Por último, una advertencia, dirigida no tanto al especialista o al lector avisado, como al público simplemente interesado o que, procedente de otros campos de investigación, pueda acercarse a estas Obras escogidas con curiosidad o en busca de información sobre alguna cuestión determinada. Debe tener en cuenta que, en su inmensa mayoría, lo que han recopilado los editores en estos siete tomos son artículos, ponencias e investigaciones que fueron escritos o realizados hace varias décadas (desde los años sesenta hasta comienzos de este siglo) y que se presentan aquí tal como fueron redactados en su momento, con todas las limitaciones y carencias que ello supone, en especial la falta de actualización bibliográfica. Como el propio Linz reconoce en el prólogo escrito de su puño y letra, y que se reproduce al comienzo de cada uno de los ejemplares, no podía ser de otra manera, pues la labor de revisión y puesta al día de cada uno de esos trabajos hubiera constituido una tarea ímproba. Como también señala el autor, la parte positiva de presentar los textos en su estado original es la posibilidad de acceder así directamente a escritos que, en no pocos casos, levantaron polvareda o constituyeron referencias fundamentales para ulteriores estudios. Sea como fuere, con sus pros y sus contras, de lo que no cabe duda es de que estamos ante una obra imprescindible para todos los que nos dedicamos a cualquiera de las vertientes de las ciencias sociales.

Rafael Núñez Florencio es Doctor en Historia y profesor de Filosofía. Sus últimos libros son Sol y sangre. La imagen de España en el mundo (Madrid, Espasa, 2001), Con la salsa de su hambre: los extranjeros ante la mesa hispana (Madrid, Alianza, 2004) y El peso del pesimismo: del 98 al desencanto (Madrid, Marcial Pons, 2010).

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Ficha técnica

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