La dicha de contemplar
Juan Gil-Albert fue un solitario o, como él mismo gustaba llamarse, un poeta-isla. Desde que en 1947 regresa a España de su exilio mexicano, puede decirse que sólo a partir de la publicación en la prestigiosa colección Ocnos de la antología Las fuentes dela constancia (1972) su obra empieza a tener cierto eco. El panorama poético español, que empezaba a estar dominado por el canon novísimo, era entonces más propicio que nunca. Los primeros libros de Gil-Albert, Fascinación de lo irreal y Variacióndel estío, son de prosa, y lo aproximan a modelos modernistas y fin-dusiècle –Valle y Huysmans– al tiempo que lo distancian de la estética del 27, a la que pertenecía por edad. Contábamos ya con una Obra poéticacompleta