Queridos lectores, suspendemos las publicaciones, como en años anteriores, hasta el 10 de Enero. ¡Feliz Navidad!

Jugamos como nunca y perdimos como siempre: un balance de la izquierda

De acuerdo con un gráfico de Pippa Norris, la politóloga de Harvard, que ha hecho cierta fortuna en las redes sociales, los ochos años del período 2010-2017 han sido los peores de la historia para los partidos socialdemócratas, sólo por detrás de la década anterior al estallido de la Primera Guerra Mundial. Por sí solo, esto debería ser un motivo de alerta para el centro-izquierda. Pero lo es más si tenemos en cuenta que la crisis de 2008, repleta de casos de estafa, fraude, indemnizaciones multimillonarias y salidas a Bolsa temerarias parecía diseñada para asegurarle unos años de vino y rosas a la izquierda. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué la izquierda no sólo no ha sacado réditos electorales de lo que muchos consideran el fracaso del proyecto neoliberal, sino que está en uno de los peores momentos de su historia?

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La mano invisible que mece la cuna (y la tumba)

Augusta Ada King (1815-1852), condesa de Lovelace, fue una matemática británica conocida por sus investigaciones sobre la máquina analítica de Charles Babbage. Entre sus «Notas» sobre la máquina, Ada Lovelace dejó lo que se hoy se considera el primer algoritmo concebido para ser autoprocesado por un ordenador.  

Ada es también el nombre del algoritmo que dirigió la campaña de Hillary Clinton. No es que Clinton dudara de si hacer caso al algoritmo o a sus asesores cuando se producía alguna discrepancia entre ellos, sino más bien que, antes de adoptar cualquier estrategia, lo primero que hacía el equipo de la candidata era consultar al oráculo del big data. Las decisiones sobre dónde, cuándo y cómo invertir cada dólar de la campaña eran tomadas previa consulta a Elan Krieger, que traducía al lenguaje electoral las correlaciones encontradas por el algoritmo. Mientras que la falta de datos hace que sea complicado saber cuál era la ratio de acierto del oráculo de Delfos, es bastante más sencillo verificar el fracaso del algoritmo de Ada.  

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¡Jóvenes de todos los países, uníos!

En un reportaje especial titulado «The Young. Generation Uphill»The Economist nos informaba de que aproximadamente una cuarta parte de la población mundial tiene una edad comprendida entre los quince y los treinta años. En muchos aspectos, continúa el semanario británico, son el grupo de jóvenes más afortunados de la historia. Tienen más ingresos que cualquiera de las generaciones anteriores, disfrutan de una esperanza de vida más larga, están mejor educados y no les va a tocar sufrir la polio, ni a Pol Pot, ni (con un poco de suerte) la moda de las hombreras o el pelo cardado de los años ochenta. Si uno es mujer o gay, en muchos países va a disfrutar de un grado de libertad inimaginable hace tan solo dos o tres generaciones. ¿De qué se quejan entonces los jóvenes? ¿No estaremos ante la generación más afortunada de la historia, pero también la más narcisista e insustancial?

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La gran apuesta de la economía del comportamiento

Deshaciendo errores es el último libro de Michael Lewis, al que probablemente el lector conozca por obras como Moneyball The Big Short, esta última traducida como La gran apuesta y ambos títulos llevados con éxito al cine. Escribir es, ante todo, contar historias y Lewis tiene mucho talento para eso. ¿De qué va la historia que nos relata en Deshaciendo errores?

Fundamentalmente, de una amistad. La amistad entre dos psicólogos israelíes, Daniel Kahneman y Amos Tversky, conocidos sobre todo en el ámbito académico porque Kahneman recibió el premio Nobel de Economía en 2002. ¿Qué lleva a un escritor superventas a pensar que escribir un libro sobre dos psicólogos que publicaban cosas con títulos tan atractivos para el gran público como Availability. A heuristic for judging frequency and probability es una idea genial?

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La riqueza deslocalizada de las naciones

En un pasaje de su celebrado El capital en el siglo XXI, Thomas Piketty afirma que en las novelas del siglo XIX, las de Jane Austen y Honoré de Balzac, el dinero estaba por todas partes. La razón de esa ubicuidad es, dice Piketty, que los diversos niveles de ingresos de los protagonistas transmitían al lector una información precisa sobre el nivel de vida y el estatus social que ocupaban.

En Offshore, el último libro del sociólogo inglés John Urry, el dinero también está por todas partes. Pero lo que le interesa a Urry es el dinero que falta, porque permanece oculto en algún banco con sede en Suiza, Singapur, Panamá, Hong Kong o alguna jurisdicción subnacional como las Islas Jersey, la Isla de Man, las Islas Caimán (todas del Reino), Delaware o Puerto Rico (Estados Unidos). Se ha escrito mucho sobre los fenómenos que, a partir de la década de 1970, introdujeron cambios en el capitalismo de bienestar instituido después de la Segunda Guerra Mundial. 

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