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Frente al toro de Osborne, La vaquilla de Berlanga

Hay muchos países que tienen en su escudo, su bandera o en sus símbolos nacionales algunas referencias zoológicas. Se supone en estos casos que el animal en cuestión representa al país o, sencillamente, que algunas de las cualidades que se atribuyen al bicho son por alguna razón características de los naturales del mismo. Hay casos muy emblemáticos y que conoce todo el mundo. Uno de los animales más repetidos en las representaciones heráldicas es el águila, cuyo vuelo y fisonomía se asocian a la majestuosidad, la fuerza, el dominio, la libertad y el orgullo. Países como Alemania, Estados Unidos o México la invocan en sus símbolos nacionales. Pero nosotros, los españoles, no necesitamos ir muy lejos para hallar ejemplos de esas figuraciones. Uno de los símbolos más exitosos de iconografía nacional es el que asocia a España con la imagen del toro. Pregúntenle al turista japonés más despistado, al estadounidense de sombrero tejano o a cualquier guiri de sandalias y calcetines, y lo más seguro es que todos ellos coincidan en que no saben nada de España y de los españoles, pero sí que esta es tierra de toros. 

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Todo sobre el Guernica

Presiden las épocas de la historia de la pintura cuadros de batallas, a decir de los expertos, y ha querido el destino que en Madrid se custodien unos cuantos de esos capolavori de los tiempos: Carlos V en la batalla de MühlbergLa rendición de BredaEl 2 de mayo de 1808 en Madrid y el Guernica son para los siglos XVI, XVII, XIX y XX intérpretes máximos de la humanidad que en la destrucción se sucede y crea. Bienhallados sean los cuadros inexcusables, aunque encomienden nuestra memoria a lo indeseado. De todos ellos, y de cuantos hitos imprescindibles de la cultura visual tomaron la guerra por asunto eminente, es el Guernica no ya sólo el que mayor actualidad preserva, sino también el cuadro cuya iconografía, liberada de la necesidad de dar prueba de significados preestablecidos y volcada sobre las propiedades expresivas de la imagen por decisión del propio Picasso, ha sugerido lecturas más disímiles. El libro de Gijs Van Hensbergen toma por objeto la abrumadora fortuna crítica del mural picassiano.

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La riqueza deslocalizada de las naciones

En un pasaje de su celebrado El capital en el siglo XXI, Thomas Piketty afirma que en las novelas del siglo XIX, las de Jane Austen y Honoré de Balzac, el dinero estaba por todas partes. La razón de esa ubicuidad es, dice Piketty, que los diversos niveles de ingresos de los protagonistas transmitían al lector una información precisa sobre el nivel de vida y el estatus social que ocupaban.

En Offshore, el último libro del sociólogo inglés John Urry, el dinero también está por todas partes. Pero lo que le interesa a Urry es el dinero que falta, porque permanece oculto en algún banco con sede en Suiza, Singapur, Panamá, Hong Kong o alguna jurisdicción subnacional como las Islas Jersey, la Isla de Man, las Islas Caimán (todas del Reino), Delaware o Puerto Rico (Estados Unidos). Se ha escrito mucho sobre los fenómenos que, a partir de la década de 1970, introdujeron cambios en el capitalismo de bienestar instituido después de la Segunda Guerra Mundial. 

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Un escritor en las cárceles franquistas

Ignoraba que Diego San José, y mi padre, Rafael Narbona, habían mantenido una relación de cordial amistad, pese a que les separaban casi tres décadas. Diego San José nació en 1884 en Madrid. Mi padre, en Córdoba, en 1911. Ambos eran escritores y periodistas en una época caracterizada por las tensiones políticas y sociales. Antes de la guerra, Diego San José disfrutó de una enorme popularidad como periodista, autor teatral, novelista, poeta, letrista de zarzuelas y villancicos, como el popular «Arre borriquito». Colaborador habitual de El ImparcialEl Heraldo ABC, Manuel Machado prologó una de sus primeras obras poéticas, Libro de diversas trovas (1913). En la tertulia de El Gato Negro, frecuentada –entre otros? por Emilio Carrere, Pedro de Répide y el escultor Victorio Macho, conoció al general José Millán-Astray, un militar culto y con inquietudes literarias, pese a que la posteridad lo recuerda como un energúmeno, no sólo por su papel –muy notable? en la guerra de Marruecos y su participación –poco relevante? en la Guerra Civil, sino por su célebre y confuso altercado con Miguel de Unamuno en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. 

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