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Tres formas de escribir

Amanda sin corazón

JUREK BECKER

Tusquets, Barcelona, 1996

Traducción de Juan José del Solar

296 págs.

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En 1988, en una entrevista titulada muy significativamente «Lo imaginable me gusta siempre más que lo conocido», Jurek Becker decía: «Si un autor necesita hablar de la nariz de una figura, no ha de explicar de qué color tiene el pelo. (…) Cuando un autor da a su figura cabello rubio, necesita un motivo para ello. No basta como motivo el hecho de que todo el mundo tenga un determinado color de pelo. Y si esto falta en el libro, y el lector se interesa por ello, que haga el favor de inventárselo él mismo».

En Amanda sin corazón, novela publicada en alemán en 1992, y en excelente traducción castellana de Juan José del Solar en 1996, J. Becker parece llevar esta estrategia hasta sus últimas consecuencias: de Amanda ignoramos un montón de cosas.

Amanda es caracterizada desde la perspectiva de tres hombres, que narran su relación con ella. No se le concede voz propia: se convierte en figura que el lector debe ir construyendo paso a paso, al hilo de la narración de los tres hombres, como el negativo de una fotografía que tuviéramos que imaginar revelada. También hay que decir que quienes sí quedan claramente retratados son los hombres, y con ellos toda una tipología de personajes posibles en la antigua República Democrática de Alemania, enmarcados en la situación que llevaría a la caída del muro. Con desenfado, también con ironía, las historias personales de los personajes trascienden sus límites, se convierten en vehículos que los desenmascaran y a la vez en síntomas de una situación histórica.

Jurek Becker indica como fecha de su nacimiento el 30 de septiembre de 1937 en Lodz (Polonia), en el seno de una familia judía. La fecha es aproximada; al ser internados en el gueto, su padre le declaró como algo mayor de lo que era para salvarle de la deportación, y pasada la guerra ya no recordaba la fecha exacta. Durante la guerra fueron internados en diversos campos de concentración, su madre murió en uno de ellos, y padre e hijo quedaron separados. En el 45, su padre consiguió encontrarle y se instaló con él a vivir en Berlín Este. Con la idea de que se adapte mejor y más rápidamente a su nuevo entorno, y aprenda alemán lo antes posible, el padre deja de hablar polaco con Jurek de un día para otro, y el niño aprende alemán a marchas forzadas, y acaba convirtiéndose en uno de los escritores más importantes en lengua alemana del momento. Este drástico aprendizaje es el que expone Becker siempre como causa de su peculiar relación con la lengua de su escritura; una relación de atención ininterrumpida, de búsqueda de la formulación exacta, de lucha por la lengua. Su escribir, dice, no es un fluir relajado, requiere trabajo y atención constante para permitir el dominio de su instrumento: la lengua alemana. El resultado es un estilo que esconde este trabajo, que se presenta como coloquial, aparentemente poco elaborado y parco; donde cada frase tiene un peso específico, donde escasean los adjetivos, que cuando aparecen adquieren una importancia denotativa y connotativa extrema. Entre los autores que han sido importantes para él, Becker suele citar a Kafka. Y en Amanda sin corazón hace decir a uno de sus personajes, un escritor disidente como el propio Becker: «Escribir [no es] más que una interminable hilera de dudas que finalmente han de ser superadas mediante una frase».

Los temas de su escritura siempre han estado en relación con la historia de la Alemania de la guerra, y de la posguerra en la Republica Democrática de Alemania. Su primera novela, Jacobo el mentiroso, narra la historia de Jacobo, un judío que en el gueto se inventa una radio y va transmitiendo mensajes que mantienen la moral de sus compañeros. El tema judío, omnipresente hasta ahora en la obra de Becker, desaparece en Amanda sin corazón. No desaparece sin embargo el hecho de que la novela acompañe el desarrollo histórico del país, un desarrollo que se acerca a la caída del muro; la novela finaliza en una anotación del 3 de enero de 1989.

Los tres hombres que narran su relación con Amanda personifican tres posibilidades de personaje y tres posibilidades de escritura. De entrada, todos ellos tienen por oficio el escribir. El primero, Ludwig, es un reportero, acomodaticio y anodino, de la RDA, afecto al régimen y al partido, obediente y que no se plantea mayores problemas intelectuales ni de conciencia, sino la comodidad de su propia vida. Narra a posteriori su relación con Amanda, de la que está divorciándose, y su narración se plantea como un intento de justificar su actitud y defender sus intereses económicos. El segundo hombre, Fritz, es un escritor disidente: la perspectiva narrativa ahora mezcla la historia de Fritz con el intento que realiza el propio Fritz de reconstruir una novela, que se le ha borrado del ordenador, sobre su relación con Amanda. El relato dentro del relato sirve también para desenmascararle, para mostrar los problemas de creación de quien finalmente sólo escribe para provocar la censura y con el ojo puesto en los editores del Oeste, un aspecto que determina la literatura de la RDA, leída normalmente en clave de disidencia. El tercer hombre en la vida de Amanda es Stanislaus, un reportero del Oeste no especialmente atento a lo que pasa en el país y cuya única preocupación es ganarse el amor de Amanda. Las diferentes perspectivas que los narradores dan sobre Amanda y las que dan mutuamente los unos de los otros presentan un dibujo irónico de unas relaciones personales complejas y de un momento histórico inmediatamente anterior a la caída del muro; resulta muy significativo que las tres partes de la novela se titulen «El divorcio», «La historia perdida» y «La solicitud»: ¿alegoría de la historia de las dos Alemanias, quizás? Queda para el lector la respuesta a la pregunta ¿quién es Amanda? Y también, ¿carece realmente de corazón? Vale la pena intentarlo.

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Ficha técnica

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