Unos tipos (des)compuestos
Nunca, desde que, en nuestra tierna juventud, nos enseñaron la «fórmula del carrete», habíamos asistido a la confusión algebraica que se observa hoy en el seno de la opinión pública, ¿no, hermano? Tal regla nos ayudaba entonces a memorizar y recordar las, para nosotros, diabólicas fórmulas del interés simple y compuesto. La fórmula del interés simple es, sin embargo, muy sencilla y explica, como recordarán, que el rendimiento (no lo confundan con la rentabilidad obtenido en un periodo dado de tiempo de una inversión es el producto del montante de dicha inversión (el capital, «ca») por el tipo de interés en tanto por uno (rédito, «rre») y por el tiempo (en unidades coherentes con las del tipo de interés, «te»). Sencilla, pero inasequible para los jóvenes infantes que éramos entonces y que si algo no entendíamos era aquello de que el tiempo y el rédito debían entrar en la fórmula en unidades coherentes. ¡Toma!