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Los agitados años sesenta

Tumulto

Hans Magnus Enzensberger

Barcelona, Malpaso, 2015

Trad. de Richard Gross

249 pp. 18,50 €

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Tumulto se publica en España un año después de su edición original en lengua alemana. Se trata de un libro misceláneo que reúne textos revisados para la ocasión, procedentes en su mayor parte de hojas manuscritas, libretas y cartas que el autor afirma haber encontrado por casualidad en el sótano de su casa. El título hace referencia a la época de agitación social que acapara la atención primordial del libro, los años sesenta del siglo XX; pero también a los vaivenes sentimentales que afectaron por entonces a la vida privada del autor.

El primero de los textos antedichos surge con motivo de un viaje de Enzensberger a la Unión Soviética en 1963. Había recibido una invitación de Giancarlo Vigorelli, editor de la revista italiana L’Europa Letteraria, para participar en un encuentro de escritores «de izquierdas» en la ciudad entonces llamada Leningrado, bajo la supervisión y control de la poderosa Unión de Escritores Soviéticos. El contenido de esta parte del libro está anunciado por su título: «Apuntes sobre un primer encuentro con Rusia (1963)». La narración participa a un tiempo de los modos propios de un diario y de la crónica de viaje, todo ello salpicado con abundantes notas reflexivas.

A sus treinta y tres años, Enzensberger no era un extremista ni un adepto de la dictadura del proletariado. Antes bien, sus testimonios muestran una razonable distancia ideológica y emocional con respecto al objeto de sus observaciones. Rezuma en ellos la ironía y no es raro que se explayen en las contradicciones del sistema soviético y en las conductas apenas rectas de sus representantes. El autor cifra el propósito de su viaje en la voluntad de ver con sus «propios ojos cómo andaban las cosas en el otro bando».

El poco apasionante encuentro de escritores, convocados a fin de debatir sobre problemas de la novela contemporánea, se completa con un viaje a través de Rusia que incluye una estancia en Moscú, una travesía por río, la visita a la casa de Tolstói y la recepción de un grupo selecto de favorecidos, entre los cuales se halla Enzensberger, en la villa del primer secretario del Comité Central, Nikita Jrushchov, el cual improvisa ante sus huéspedes un discurso desordenado en el que justifica la invasión de Hungría y afirma que la Unión Soviética es una democracia. Por allí anda Jean-Paul Sartre, asentidor y «manso como un cordero», según palabras de Enzensberger.

Un segundo viaje, tres años después, da lugar a la siguiente sección del libro: «Garabatos de diario sobre un viaje por la Unión Soviética y sus consecuencias (1966)». Esta vez la aventura viajera lleva a Enzensberger hasta Bakú, donde asiste a un «congreso por la paz»; con posterioridad, a parajes remotos de Siberia. El autor vuelve a trazar un dibujo crítico de la Unión Soviética, amenizado con la mención descriptiva de lugares y tipos, comidas y bebidas, curiosidades y costumbres. Destaca la semblanza caricaturesca que dedica al poeta Yevgueni Yevtushenko.

Enzensberger constata en sus notas privadas el empleo abusivo del hormigón que afea las ciudades, el deterioro ecológico, la falta de libertad de los ciudadanos, la escasez de bienes de consumo, las colas interminables, la falta de lógica de los precios (un microscopio puede llegar a valer menos que un par de zapatillas) y en algunos sitios, como en Georgia, la persistencia del culto a Stalin. La crónica más bien dispersa de este segundo viaje se adentra en ocasiones por terrenos confidenciales, pues fue entonces cuando Enzensberger conoció a la que sería su segunda esposa, la hermosa y problemática Masha, hija de la poetisa judía Margarita Aliger.

«Recuerdos de un tumulto (1967-1970)» es la parte más extensa del libro. Presenta la forma de una entrevista del autor consigo mismo. En ella, el Enzensberger actual, octogenario, formula preguntas y a veces reproches al Enzensberger de aquellos movidos años sesenta. El tono dialogal, sin ser directamente jocoso, tira en sus términos autocríticos a risueño, incluso a benévolo. Y toda la entrevista fluye a lo largo de una multiplicidad de asuntos que se abandonan con frecuencia para ser reanudados más adelante, unidos, eso sí, en su común naturaleza autobiográfica.

La peripecia matrimonial de Enzensberger con Masha se extiende durante un tramo notable de páginas. Masha se muestra dispuesta a dejarlo todo por marcharse a Alemania con el escritor, del que se ha prendado. Ni ella habla alemán ni él ruso. Se entienden, si es que a lo suyo puede asignársele el nombre de entendimiento, en inglés. Por ella abandonará Enzensberger a su esposa noruega, con la que tiene una hija. Más allá de los pormenores de su nueva relación de pareja, interesa el dibujo social que hace el autor a propósito de su aventura amorosa. Obtenido el divorcio, Enzensberger contrae matrimonio con Masha en Moscú, luego de «varios meses de lucha con la burocracia». La obtención de un visado que permita a su esposa salir de la Unión Soviética no resulta fácil. Contarán para conseguirlo con la inestimable ayuda del embajador de la República Federal de Alemania. El matrimonio será de corta duración. Terminará tan pronto como ambos cónyuges se vean expuestos a una convivencia cotidiana de arduo sostenimiento, en gran medida a causa de los celos enfermizos de ella y del trastorno bipolar que la aquejaba.

Berlín Occidental, donde reside Enzensberger por aquella época, ocupa otra parte importante de su testimonio del tumulto. Son años de revueltas estudiantiles en la ciudad, con Rudi Dutschke (asesinado una década después) a la cabeza; de protestas callejeras contra la guerra de Vietnam; de la fallida revolución de la Comuna I, a la que la primera esposa de Enzensberger se incorporará temporalmente. Todo ello con los ecos de fondo de la Primavera de Praga y el Mayo del 68 en París. En relación con dichos años, escribe Enzensberger que «los recuerdos sólo pueden adoptar una única forma: la del collage. El problema es cómo distinguir el tumulto objetivo del subjetivo». El relato de sus recuerdos transcurre, efectivamente, de manera fragmentaria, a veces implicándose el autor de forma lateral en la sustancia de sus evocaciones. Y es curioso que, aun cuando su domicilio sirvió repetidamente de lugar de encuentros clandestinos, proyectos y maquinaciones varias, el destino determinó que él se hallase por regla general ausente. Esta particularidad se repite en el libro e induce a pensar en el prudente distanciamiento del autor con respecto al paisaje social y los personajes por él descritos. Su perspectiva, en todo caso, se corresponde más con la del observador de acontecimientos que con la de actor de los mismos.

Corre el año 1968 cuando Enzensberger, en compañía de Masha, se instala en Cuba. Se le ha ofrecido desempeñar un trabajo que en realidad no existe, así que se acomoda en un hotel y se deja alimentar gratuitamente sin entregarse a ocupación ninguna como no sea perfeccionar sus conocimientos de la lengua española. Para huir de la inactividad, se busca la vida como asesor de la editorial estatal de libros y como traductor e intérprete. Su reputación en la isla aumenta tras ser invitado por Fidel Castro a una finca modelo. Enzensberger presenta en su libro al máximo líder de la revolución como un hombre autoritario que no admite que lo contradigan y, a la vez, como un hombre ingenuo, un idealista quijotesco que modifica y reescribe de continuo la Historia con el fin de adaptarla a sus cambiantes convicciones.

La realidad social cubana inspira a Enzensberger numerosos juicios reprobatorios. De hecho, terminará malquistándose con las autoridades cubanas tras publicar, en 1969, su ensayo Retrato de un partido. Especialmente críticos son los pasajes que dedica a Fidel Castro, el «omnisciente», a quien considera un ignorante en materia económica. En un tono cercano a la sátira, refiere el fracaso de Fidel por batir el récord de producción de azúcar a costa de desencadenar la paralización económica del país. El libro se ocupa, asimismo, de la santería. Cuenta una peripecia agrícola del autor, quien, en compañía de otros escritores, fue enviado al campo a plantar retoños de cafeto. Refiere cómo, aprovechando la condición de «expertos extranjeros», Masha y él podían abastecerse en las tiendas de productos vedados a la población cubana. Enzensberger consigna la represión contra los homosexuales, tachados en la jerga del régimen de «individuos reacios al trabajo, contrarrevolucionarios e inmorales».

De singular interés resultan a lo largo de todo el libro las referencias a personajes históricos, entre los que abundan los escritores. No sale bien parado Pablo Neruda, de quien Enzensberger cuenta que se desmayó al enterarse de que el guatemalteco Miguel Ángel Asturias había ganado el premio Nobel que el poeta chileno anhelaba. Le afea su «actitud fachendosa y el apego al lujo». Tiene un recuerdo afectuoso para Nelly Sachs, la poeta judía afincada en Estocolmo (premio Nobel del año 1966), que le confiará la custodia de sus obras póstumas. La lista de evocados es larga: Heberto Padilla, Haydée Santamaría, Carlos Franqui, Herbert Marcuse, Hans Werner Henze y tantos otros, entre los cuales no puede dejar de mencionarse a los integrantes de la banda Baader-Meinhof, quienes llegaron a buscar refugio en su domicilio berlinés. Huyeron nada más advertirles Enzensberger de que la casa estaba vigilada.

Tumulto es, en suma, un libro de recuerdos, un anecdotario copioso y un retrato de época que presta especial atención a los asuntos políticos y sociales. La lengua española de la traducción fluye con naturalidad. El relato no sigue una línea definida, lo que en modo alguno supone un grave obstáculo para la lectura. Sus distintas partes componen una imagen pormenorizada de una época crucial del siglo XX. Lo hacen desde la perspectiva de un intelectual desprejuiciado y perspicaz, que combina la observación con la crítica y sabe amenizar la suma de sus recuerdos con un atinado empleo de la ironía y con un sinnúmero de episodios curiosos.

Fernando Aramburu es escritor. Sus últimos libros son Viaje con Clara por Alemania (Barcelona, Tusquets, 2010), El vigilante del fiordo (Barcelona, Tusquets, 2011), Años lentos (Barcelona, Tusquets, 2012), La gran Marivián (Barcelona, Tusquets, 2013), Ávidas pretensiones (Barcelona, Seis Barral, 2014) y Las letras entornadas (Barcelona, Tusquets, 2015).

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Ficha técnica

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