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Cartas de un maestro

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Estimado Sr. director:

Soy profesor de la Universidad de Murcia, y profesor visitante en la Universidad de Cambridge, premiado por el Ministerio de Educación en 2003 por la tesis doctoral «La identidad del educador». He publicado los siguientes libros: El profesor como formador moral (Madrid, PPC, 2006; traducido al portugués); El nuevo modelo de profesor: un análisis crítico (Madrid, La Muralla, 2006); Cartas de un maestro. Sobre la educación en la sociedad y la escuela actual (Madrid, Biblioteca Nueva, 2007); y Claves del sistema educativo en España (Madrid, La Muralla, 2008). También he publicado en torno a cuarenta artículos en revistas especializadas.

Le escribo en relación con la crítica de uno de mis libros (Cartas de un maestro), aparecida en Revista de Libros, núm. 148 (abril de 2009), firmada por Mariano Fernández Enguita. Creo que es relevante para usted (como director de la revista) disponer de la siguiente información.

En primer lugar, el señor Enguita no expone las tesis de fondo del libro Cartas de un maestro, ni plantea crítica o discusión alguna. La recensión, en realidad, consiste en tres adjetivos (des)calificativos. Por tanto, creo que existe una duda razonable a la hora de considerar el citado escrito como «recensión» o «crítica de libro».

En segundo término, el señor Enguita oculta al lector que el mismo año en que se publica Cartas de un maestro, he publicado también el libro Claves del modelo educativo en España, donde abierta y explícitamente critico su modelo de profesor; así, expongo la debilidad de sus presupuestos teóricos, y sus nefastas consecuencias prácticas en el sistema educativo; además, planteo un modelo de profesor diferente. El libro Cartas de un maestro retoma este planteamiento sobre el modelo de profesor en varios capítulos (especialmente, «Carta a un profesor innovador: sobre la tendencia imperante en torno a la formación de profesores»). El señor Enguita, como digo, oculta este hecho.

En tercera instancia, el señor Enguita enmarca el libro Cartas de un maestro dentro de, según él, un nuevo género literario: «cuaderno de quejas» de profesores (de primaria y secundaria). Enguita conoce (pues consta en el libro en cuestión) mi procedencia y situación académica, y debería conocer (a la hora de hacer la recensión) mi producción científica. Sin embargo, también lo oculta. De ahí que más arriba me haya extendido en lo relativo a mi producción bibliográfica, que, repito, el señor Enguita debería conocer (a la hora de hacer la recensión).

En cuarto punto, al situar Cartas de un maestro dentro de la categoría de «cuaderno de quejas» (sobre el sistema educativo), el señor Enguita falta simplemente a la verdad (y me extraña que sea inconscientemente). El señor Enguita (junto a otros defensores del actual sistema educativo) mantiene la opinión de que el actual sistema educativo es bueno; el problema es que no ha recibido dotación económica suficiente. En cambio, Cartas de un maestro defiende que los paradigmas que configuran el sistema educativo (paradigmas apoyados por el señor Enguita y por buena parte de «pedagogos») presentan una severa falta de consistencia interna y de adecuación a la realidad educativa. Por tanto, el libro sitúa a la pedagogía vigente como una de las causas principales del actual problema de la educación en España. Esto no es una queja; en los libros citados presento la argumentación (explico por qué la pedagogía vigente carece de fundamentos sólidos y por qué el actual sistema educativo es inviable). No obstante, el señor Enguita no hace referencia alguna a esta cuestión de fondo.

En quinto y último lugar, el señor Enguita califica Cartas de un maestro de un cuaderno de quejas, sin una sola idea nueva, y falto de compromiso. He ahí la cosa: «la falta de compromiso»; para la pedagogía vigente en España, aquellos que osen criticar la LOGSE y las teorías que la sustentan son inmediatamente catalogados como contrarios a la igualdad, al compromiso social, etc. ¿Por qué? La idea subyacente es que «ser de la LOGSE» es «ser de izquierdas» (como dijera uno de sus promotores, Álvaro Marchesi). Este es, pues, el meollo de la cuestión, la politización a que ha sido sometida la educación en España.

Lo relevante ahora es destacar que, dentro de la pedagogía española vigente, el actual sistema educativo aparece como «intocable», «incuestionable». Ello conlleva un innegable estado de «conservadurismo» ante el statu quo (estado que es, no olvidemos, de fracaso escolar). Lo curioso del asunto es que este conservadurismo viene a ser defendido en nuestros días, en su gran mayoría, por posturas políticas y/o pedagógicas autodenominadas como «progresistas».

En ese tipo de discurso pedagógico, la referencia a los desfavorecidos de la sociedad viene a ser nada más que una coartada para disimular el déficit teórico y la ausencia de pensamiento. De nuevo vuelve a repetirse la tendencia: «Ponga un pobre en su mesa (…de despacho)». Como dijo don Pascual (en Cartas de un maestro), «ese es un lujo que sólo se pueden permitir los satisfechos».

Saludos cordiales,
José Penalva Buitrago

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Ficha técnica

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