Buscar

Tim Hunt ofende a las mujeres investigadoras

image_pdfCrear PDF de este artículo.

Sir Richard Timothy (Tim) Hunt (1943) es un bioquímico británico cuya imagen se ha visto severamente dañada por unos comentarios de sesgo machista, pretendidamente chistosos, realizados durante un congreso de periodistas científicos en Corea del Sur. Hunt compartió el premio Nobel en 2001 por aportaciones a la elucidación del ciclo celular, junto con Leland H. Hartwell y con Paul M. Nurse, compañero mío en el consejo científico de la European Molecular Biology Organization. Hunt vino a decir en el citado congreso: «Permítanme hablarles sobre mis problemas con las chicas. Ocurren tres cosas cuando están en el laboratorio. Te enamoras de ellas, se enamoran de ti y cuando las criticas, lloran», añadiendo que por esas razones era partidario de que los laboratorios fueran segregados.

Aunque lo anterior fue dicho como chiste al principio de su conferencia, la reacción en los más diversos medios de comunicación y en Twitter ha sido tormentosa y devastadora, a juzgar por las fulminantes consecuencias, que incluyen el rechazo de instituciones tales como el University College de Londres y el European Research Council, organismos en los que era consejero y de los que ha tenido que dimitir, junto a la Royal Society, de modo que ahora el debate gira no sólo en torno a las declaraciones en sí, sino también a la reacción suscitada, que muchos empiezan a considerar excesiva.

La viva reacción a la impertinencia de Hunt se explica porque viene a hurgar en una herida largo tiempo enconada, la de la subrepresentación y la marginación de la mujer en los laboratorios de investigación y en el mundo académico en general. Hace medio siglo, cuando yo era estudiante, la proporción de mujeres en Ciencias Químicas era tal vez del 20%, mientras que en Ingenieros Agrónomos era inferior al 2%. Actualmente, en esta última carrera la distribución de sexos entre el alumnado es esencialmente paritaria. Sin embargo, la proporción de mujeres va disminuyendo drásticamente conforme se recorre hacia arriba la escala profesional, desde el estudiantado hasta  las cátedras y los puestos de gestión y representación, donde las mujeres típicamente están presentes en torno al 20%, e incluso menos. Esto es lo que se llama «discriminación vertical» y significa que el marco institucional de la investigación y la docencia sigue siendo sexista. Se ha progresado algo, pero las mujeres todavía reciben menos salario, menos promociones y menos financiación para la investigación. Además, una mayor proporción de mujeres que de hombres abandona la carrera científica.

Las causas de esta situación son complejas y las medidas para solucionarla, esquivas. Capitolina Díaz Martínez y Sandra Dema Moreno señalan tanto causas ajenas al sistema científico como institucionales propias. Aparte de la discriminación vertical, existe otra horizontal que consiste en el arrinconamiento de la mujer en especialidades que se consideran socialmente como más apropiadas para el sexo femenino. La dificultad para contrarrestar estas discriminaciones estriba en la multiplicidad de las causas que las originan y en el hecho de que muchas de estas causas son sutiles y no obvias, más que elementos visibles del entramado institucional. El problema no es sólo la subrepresentación, sino también una suerte de discriminación emboscada que únicamente podrá subsanarse mediante cambios culturales y de mentalidad. Una causa mayor es la inevitable coincidencia de los años productivos que requieren mayor esfuerzo de la investigadora con los años reproductivos.

Hunt ha admitido públicamente su error, pero ha sido condenado y cesado sin ser oído, lo que supone su separación completa del activo papel como consejero y emérito que venía desempeñando en diversas instituciones. No obstante, han sido numerosas las investigadoras que se han pronunciado públicamente a su favor, dando testimonio de su comportamiento no sexista. Varias de sus discípulas y personalidades como Nancy Rothwell, Ottoline Leyser o Dame Athene Donald, de  la Universidad de Cambridge, han unido sus voces a las de su mujer, la profesora e investigadora Mary Collins, exdecana y también emérita en el University College, quien, sin dejar de condenar sus desafortunadas palabras, afirma tajantemente que su marido no es de ninguna manera sexista.

Está claro que en el Reino Unido las palabras desafortunadas traen consecuencias notables, mientras que en nuestro país se las lleva el viento.

image_pdfCrear PDF de este artículo.

Ficha técnica

3 '
0

Compartir

También de interés.

La comedia de los colores