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Las semillas robadas del espía Mo Hailong y otras historias

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Mi primera experiencia profesional se desarrolló en el Instituto Nacional de Investigaciones Agronómicas, a partir de 1963, bajo contrato con el Departamento (Ministerio) de Agricultura de Estados Unidos. Uno de los proyectos en que participé consistía en evaluar la calidad de los trigos cultivados en España. Recuerdo que la variedad Dimas sobresalía entre muchas otras y que tardé en descubrir su origen y el secreto de su nombre: Dimas, el buen ladrón, había sido un director general español que, en visita oficial por el país galo, había robado un puñado de granos de la excelente variedad Étoile de Choisy.

Recientemente se ha repetido una historia similar, aunque a mayor escala, que se ha destapado con la detención, junto a cinco de sus compinches, de Mo Hailong, alias Robert Mo, alias Hougang Wu, ciudadano chino residente en Estados Unidos, que ha sido pillado in fraganti robando propiedad industrial por valor de entre treinta y cuarenta millones de dólares. El fiscal le pide diez años de cárcel y cinco millones de dólares de multa. En concreto, lo que la banda de Mo ha robado ha sido un buen número de líneas puras de maíz resistentes a la sequía y a las plagas que habían desarrollado las empresas DuPont Pioneer y Monsanto, obtenidas por mejora genética convencional tras largos años de trabajo e importantes inversiones. Por cruzamiento de estas líneas puras se obtienen los híbridos comerciales.

Las primeras sospechas surgieron hacia junio de 2011, cuando Mo fue sorprendido en un par de ocasiones inspeccionando a cuatro patas unas parcelas experimentales de las mencionadas compañías. El FBI le plantó escuchas y GPS en los coches que alquilaba y, aunque Mo practicaba todas las argucias profesionales para sacudirse a sus seguidores, tales como bruscos cambios de sentido y de velocidad y oportunas maniobras en aparcamientos, los seguimientos lograron establecer que Mo trabajaba por cuenta de una empresa china de semillas de maíz, Kings Nower Seed, integrada en el conglomerado DBN, que había comprado una finca en Illinois como base de operaciones para el espionaje industrial y había alquilado un almacén en un pueblo próximo para ocultar su botín.

Mientras era seguido, Mo fue sorprendido en toda suerte de situaciones incriminatorias, como, por ejemplo, en una reunión con un exempleado chino de DuPont Pioneer y con su mujer, que todavía trabajaba en la compañía, o, bajo otro de sus alias, formando parte del séquito de Xi Jinping, antes de que este accediera a la presidencia de China, en una visita de Estado a las instalaciones de las compañías espiadas. El material biológico robado fue finalmente interceptado cuando lo intentaban sacar de Estados Unidos: en el aeropuerto O’Hare de Chicago detuvieron al ejecutivo jefe de Kings Nower Seed, Li Shaoming, y a Ye Jian, uno de sus empleados, con un centenar de muestras de semillas de maíz envueltas en servilletas de papel y en sobres, disimuladas en el equipaje, y en Burlington, frontera con Canadá, detuvieron a Wang Hongwei, quien había logrado sacudirse a quienes le seguían y que igualmente llevaba decenas de muestras de semillas de maíz. Efectivamente, entre las semillas incautadas estaban muchas de las semillas altamente valiosas.

China no puede producir todo el maíz que necesita. Para el año 2022 se convertirá en el principal importador de grano del mundo, sextuplicando sus importaciones actuales, y parece como si quisiera dar prioridad al espionaje industrial sobre la paciente y costosa investigación de la mejora genética de las variedades. La producción de semillas y el comercio internacional de grano se han convertido en cuestiones de alto interés estratégico que inquietan al público ciudadano y sobre las cuales se han tejido algunos mitos y tergiversaciones.

Desde hace unos diez milenios, las variedades cultivadas no son producto de la naturaleza sino del ingenio humano, como lo es cualquier modelo de automóvil. Desde hace tres siglos y, sobre todo, desde los primeros años del siglo XX, el material de siembra de las principales cosechas se compra a empresas especializadas de mayor o menor envergadura. Al agricultor le conviene comprar dicho material porque el rendimiento adicional obtenido por el de origen comercial frente al de resiembra le compensa ampliamente el gasto adicional en que incurre. Sólo cuando se dé esta circunstancia, la comprará. En escuelas de negocios como la de Harvard se enseña que al menos el 60 % del beneficio bruto adicional que pueda generar una innovación debe ser para el agricultor si este ha de convertirse en cliente. Es absolutamente falso que al agricultor pueda obligársele a adoptar las nuevas variedades. Lo hará sólo si le reporta alguna ventaja. Lamentarse de que ya no se cultiven variedades obsoletas es como hacerlo de que ya no circulen automóviles del modelo Ford T. Los que hablan de pérdida de biodiversidad no saben lo que dicen (la variabilidad que se pierde es meramente combinatoria, no génica).

Otro malentendido frecuente (del que se hizo eco, por ejemplo, El País/Negocios, el pasado 5 de enero) tiene que ver con el supuesto monopolio de las empresas de semillas: suele omitirse el hecho de que en torno a dos tercios de lo sembrado/plantado es suministrado por los propios agricultores y de que centenares de empresas se reparten el resto del suministro. Existe una veintena de empresas, encabezada por las espiadas por Mo y sus compinches, cuyas ventas brutas anuales superan los cien millones de dólares y, en conjunto, acaparan algo más de la mitad del tercio restante. Los gigantes del mercado han sido paradójicamente favorecidos por la irracional y feroz oposición a la innovación agrícola de los grupos ecologistas: al hacer desmesuradamente complicado, costoso y lento el proceso de aprobación de las innovaciones, sólo jugadores muy ricos han podido jugar en ese casino. Al globalizarse el mundo de las semillas, ha sufrido un proceso de concentración, como les ha ocurrido a tantos otros sectores industriales, pero no de un modo todavía alarmante en comparación con otros. Sin ir más lejos, el mercado internacional de grano está esencialmente en manos de cinco operadores.

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Ficha técnica

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