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Las cinco reglas de la salud financiera

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La salud financiera no viene inscrita en los genes (lean la nota al pie, por favor)Esto es radicalmente falso, pero necesitamos decirlo aquí para empezar esta entrada de manera efectista. Más adelante lo explicamos con cierto detalle.. Que nos lo digan a nosotros, ¿no, incomparable gemelo? Además, si acaso viniese inscrita en los genes, ya encontraríamos la manera de estropearla, como es propio de nuestra especie y, al mismo tiempo, bien sabido.

La genética es decisiva, claro. No somos una página en blanco cuando nacemos, ni mucho menos. Pero tampoco se crean que es tan determinante. Ya disponemos, y de manera creciente, de herramientas para luchar contra el determinismo genético en materia de salud, por ejemplo, mediante terapias genéticas increíblemente centradas en las dianas de la enfermedad; o de terapias conductuales que refuerzan (o corrigen) la predisposición del organismo a la salud (o la enfermedad).

Podemos aprender a caminar por los virtuosos senderos del bienestar cotidiano y a largo plazo, o empeñarnos en tomar los senderos tortuosos, incluso con obcecación, cuando un accidente cualquiera, inocuo incluso en sí mismo, nos empuja por la vertiente mala de las divisorias vitales que tan generosamente se nos ofrecen a menudo. Una decisión formativa tomada para salir del paso, un compromiso relacional precipitado, o una copa a destiempo. Un encuentro fortuito con la buena o la mala fortuna. Más seriamente, una trayectoria familiar pro o contra la responsabilidad personal, las «buenas maneras», el ahorro… EL AHORRO.

La salud financiera se adquiere mediante la práctica virtuosa del ahorro, una especie de deporte que requiere esfuerzo, como todos, pero que da enormes satisfacciones, también como todos los deportes. El símil del deporte es muy bueno, porque, al igual que sucede con este, cuando se practica con moderación y sistemática, se llega lejos. También sucede que muchas personas se embarcan en el deporte del ahorro y acaban exhaustos a las primeras de cambio. Carecen de recursos para ello, ya les gustaría, pero carecen de recursos. O no pueden permitirse un entrenador personal. O, sencillamente, creen que están mejor viviendo al día. O, peor aún, ya son demasiado mayores para ponerse a correr (ahorrar). O les ha pillado la diabetes (la deuda) y están desahuciados.

En materia de ahorro, muchas personas que declaran no ahorrar porque no llegan a fin de mes, no son conscientes de que no llegan a fin de mes porque ahorran. Y tampoco lo son de que ahorran mal. Cuando se paga la cuota hipotecaria de una vivienda, lo que deja a muchos hogares temblando antes de que acabe el mes, el principal de dicha cuota (descontados los intereses) es ahorro en vena. Un ahorro que atrapa nuestros pies en un pozal de cementoSomos conscientes de que, en España trae «más cuenta» comprar una vivienda que alquilarla. Esta aberración solo se explica por la genética social española de la propiedad, fuertemente estimulada por gobiernos dictatoriales y democráticos en todo momento. Una genética imbatible que ha secado el mercado de vivienda privada en alquiler durante más de setenta años ha generado una errática política de vivienda social, al albur de cada municipio, o vivienda de protección oficial (las inmarcesibles VPOs), trufada de propietarios que especulaban con sus viviendas. Los ingentes estímulos fiscales a la vivienda solo han servido para calentar la demanda de vivienda en propiedad acabando en los bolsillos de los promotores (no confundir con los constructores) y, a la postre, en los de los propietarios del suelo. Creemos que esta desgraciada situación carece de remedio a corto y medio plazo. Tal desaguisado es uno de los principales obstáculos al desarrollo del ahorro no inmobiliario y de la correspondiente industria financiera. Para más inri, la mitad del escaso ahorro financiero de los hogares españoles se expresa en forma de depósitos a la vista. Un desastre financiero que, si tuviese solución, tardaría décadas en corregirse..

El de ahorrar es un hábito que puede adquirirse incluso antes de nacer. Son bien conocidos los casos de padres que inscriben a sus hijos como socios del Atlético de Madrid antes de que nazcan.

No es estrictamente necesario, que conste. Pero unos padres que ahorren pueden servir de estímulo a sus descendientes. Este legado temprano es una donación inter vivos no sujeta al impuesto que las grava, por cierto. Si tus hijos ahorran gracias a tu ejemplo no necesitas legarles otra cosa.

La salud financiera, como la salud vital, se consigue a partir de tres ingredientes básicos: (i) una buena genéticaEn efecto, al parecer, existe un «gen del ahorro». En The genetic origins of saving behavior, publicado en el Journal of Polítcal Economy en 2015 (https://www.journals.uchicago.edu/doi/10.1086/679284, existe una version anterior en pdf en http://www.econ.yale.edu/~shiller/behfin/2010_10/cronqvist-siegel.pdf), Henrik Cronqvist y Stephan Siegel resumen de la siguiente manera sus hallazgos (traducción nuestra): Analizando una amplia muestra de gemelos auténticos y mellizos, emparejando los datos sobre sus hábitos de ahorro, encontramos que las diferencias genéticas explican un 33 por ciento de la variación de la propensión al ahorro entre individuos. Cada individuo nace con una predisposición genética a un particular comportamiento ahorrador que parece mantenerse a lo largo de la vida. La crianza contribuye a la variación de las tasas de ahorro, en nuestra muestra, cuando se es joven, pero a edades medias y posteriores este efecto ha decaído ya sensiblemente. El entorno familiar durante la infancia (por ejemplo, la riqueza de los padres) y las características socioeconómicas propias de los individuos más adelante moderan los efectos de la genética. Finalmente, encontramos que el ahorro está genéticamente correlacionado con el crecimiento de la renta, el tabaquismo y la obesidad, lo que sugiere que el componente genético del comportamiento ahorrador refleja diferencias relativas a la preferencia temporal y el autocontrol entre los individuos., (ii) estilos de vida conducentes al ahorro (frugalidad, bajas tasas de descuento futuro) y (iii) un marco social y relacional que valore y ensalce el ahorro. En esencia, son los tres mismos grupos de factores que conducen a una vida más larga (genética, vida saludable y sistemas de salud) y, sin duda alguna, deben tener una base común, como demuestra buena parte de la investigación reciente sobre la alfabetización y la salud financiera de los individuos.

Este paralelismo entre los factores que determinan la longevidad y los que determinan el ahorro es (para quien quiera sorprenderse) sorprendente. Pero la buena noticia es que la genética pesa poco y, además, puede compensarse con comportamientos individuales adquiridos (no innatos) y con «compactos» sociales conducentes a la salud financiera, de la misma manera que la salud vital se mantiene, más allá de la predisposición genética, con conductas saludables y buenos sistemas de salud (públicos o privados, ya lo saben, que somos liberales).

Visto todo lo anterior, modestamente, nos atrevemos a sugerirles las reglas básicas para una buena salud financiera. Son tan sencillas que ni siquiera nosotros mismos sabemos practicarlas cabalmente por igual (recuerden, somos gemelos). Pero eso a Vds., amables lectores, no debería preocuparles lo más mínimo. Les prometemos, además, que trataremos de predicar con el arado, no solo con la pluma.

Sumar

Tan fácil como parece, se nos hace muy cuesta arriba. Ahorrar cada mes un poco, sin fatiga, perseverando.

-¡Pero si gano unos miserables 700 euros al mes, soy trabajador de la gig economy, temporal, parcial, joven, me excluyen de los convenios formales…!

Veamos. Un 5% de aquellos ingresos mensuales son 35 euros que deberían detraerse de otros gastos, que seguramente estarán ya limitados al mínimo. Pero 35 euros cada mes, en 14 pagas, durante 40 años suman exactamente 19.600 euros en valor corriente. Supondremos que no hay inflación o que, si la hay, el ahorro acumulado y la aportación mensual mantienen su valor constante. Hablamos pues de ahorro para la jubilación. Con 19.600 euros se puede adquirir hoy una renta vitalicia pura de aproximadamente 74,24 euros al mes (12 pagas) a los 65 añosRecomendamos al lector que, si quiere calcular la renta vitalicia que corresponde a un capital dado, C, a los 65 años (unisex) utilice la «regla del 5» que consiste en multiplicar C por 5 y dividir el resultado por 1.000. Es una regla aproximada, ojo.. Contando con una esperanza de vida a esa edad de 22 años (unisex), se recuperan exactamente los 19.600 euros.

Puede pensarse que 74 es una cantidad ridícula, pero representa exactamente el 10,6% del salario sobre el que está calculada y se obtiene con un 5% de este. El «truco» consiste en sumar durante muchos años para gastar durante unos cuantos menos. Si el ahorro mensual hubiese sido del 10% del salario (70 euros), el capital acumulado habría sido de 39.200 euros y la renta vitalicia sería de 148,48, equivalente al 21,21% del salario, exactamente el doble de lo anterior.

Esa tasa de sustitución del salario se podría sumar a la pensión mínima que, muy probablemente, recibiría este trabajador determinando una tasa global de sustitución Pensión/salario del 120% o superior. ¿Cuántos millones de pensionistas españoles necesitan hoy ya un complemento de su pensión que les permita una vida más digna?

Sumar es la regla básica de las finanzas personales y conviene interiorizarla bien. Sistemáticamente, desde pequeños (nuestros padres), aunque sean cantidades modestas que se vayan apilando sobre las anteriores. Y eso sin capitalización, suponiendo, claro, que preservamos el valor adquisitivo de esos ahorros, lo cual, dicho sea de paso, entre rentabilidades reducidas y comisiones desproporcionadas, no es sencillo (vid infra).

Restar

Acabamos de aludir a los costes del ahorro. Ni siquiera en un mundo ideal de tipos de rendimiento del ahorro idénticos a la tasa de inflación que erosiona su poder adquisitivo pueden olvidarse la comisiones y tasas a pagar por tener nuestros ahorros depositados y gestionados en una entidad autorizada para ello. En todo momento debemos tener muy en cuenta la merma, en ocasiones muy onerosa, que se produce en nuestros ahorros solo por estos conceptos. Sin tener en cuenta la pérdida de valor por una inflación desproporcionada y/o por inversiones equivocadas o mal gestionadas.

-¡Madre mía, entre comisiones y tasas mi entidad me cobra el 1% del ahorro acumulado cada año! ¿Cuánto me cuesta esto?

Exacto, ¿cuánto me cuesta esto? Pues muy fácil. Sobre el ejemplo anterior descontamos del ahorro que se va acumulando cada año el 1% de coste general que carga la entidad. Alguno pensará «bueno, solo el 1%». Es decir (créannos), el primer año 4,9 euros (el 1% de 35 x14 euros), el segundo año 14,65 euros, el tercero 29,20… el año cuadragésimo 3.540,82 euros, lo que habrá mermado nuestro ahorro un 18,02% y la renta vitalicia habría descendido a 60,83 euros. Con unos costes del 0,3% la merma habría sido solo del 5,92% y la renta vitalicia estaría cerca de los 70 euros.

Esto es más importante de lo que parece y no es necesario dar con un gestor poco cuidadoso (suelen abundar más que los gestores maliciosos), muchas veces nosotros mismos restamos a nuestro esfuerzo tomando decisiones equivocadas a medio camino, solo cambiando de entidad o desconsiderando los costes en los que incurrimos porque total son unas pocas décimas, o, incluso peor, dejando de aportar algún mes. Un solo mes al año de «vacaciones» en la aportación supone un «coste» (erosión) del 7,14% de nuestro patrimonio, como si nos hubiesen cobrado 36 puntos básicos más de comisión. Restamos si aceptamos comisiones elevadas, o si nos relajamos en el esfuerzo ahorrador.

Restamos, y de qué manera, si en vez de ahorrar nos endeudamos desproporcionadamente. Porque es bien sabido que los intereses de los pasivos de los hogares (con excepción de las hipotecas), a diferencia de lo que ocurría en los bancos, son menores que los de los activos. Quien haya utilizado su tarjeta de crédito para obtener avances de liquidez descubre pronto (o no, lo que es habitual) que no solo deben devolver los anticipos a corto plazo, sino que los tipos de interés que pagan por esas operaciones son descomunales, y les empobrecen progresivamente.

Multiplicar

La tercera regla, según el recuento de nuestra infancia, es la multiplicación. En materia de ahorro. Hay que tener muy claro que «multiplicar los ahorros es multiplicar el esfuerzo». Pero la recompensa viene siempre de la mano del tiempo y del rédito. Vamos a adoptar aquí un criterio para entendernos. Sumar es añadir el ahorro de un mes al de los precedentes, restar en reducir ese ahorro o aceptar costes desproporcionados por su gestión. Multiplicar es redoblar el esfuerzo. Es decir, abrir otro canal de ahorro adicional al que ya podamos tener abierto.

Cuando hayamos adquirido el hábito de ahorrar modestamente, observaremos que esta virtud desencadena oportunidades nuevas que, también, pueden traducirse en líneas de trabajo, actividad profesional o ingresos complementarios, contra los que ahorrar adicionalmente. Puede también que al ser más ahorro-conscientes descubramos vías de ahorro insospechadas, con las que multiplicar nuestro ahorro. Hoy la tecnología, apoyada en protocolos conductuales, nos brinda canales de ahorro verdaderamente poderosos. Piensen en los descuentos, ofertas 2 x1, esa tintorería en la que si pagas al contado la prenda que retirarás una semana más tarde te hacen un 10% de descuentoNo es increíble, incomparable hermano, que un 10% en una semana equivale a un 520% en base anual. Vale, aquí se acaba la fantasía.. ¿No te recuerda esto, Incomparable, aquellos «Puntos Elena» de hace seis décadas tan populares en España? ¿Te imaginas si todo ese ahorro se hubiese canalizado hacia una cuenta de ahorro, por ejemplo, para la jubilación?No se estrujen las meninges, lean esto: https://www.empresaglobal.es/EGAFI/descargas/1803095/1601148/pensiones-x-puntos-elena-de-pension.pdf. En España existen ya aplicaciones para este tipo de ahorro, vean también esto: https://pensumo.com. O esto, en México: https://site.millasparaelretiro.com. O esto, en la India y otros países y regiones emergentes: https://www.pinboxsolutions.com.

Cada vez hay más canales para ahorrar de manera conductual, sin darse cuenta, con resultados muy esperanzadores, precisamente, para cientos de millones de personas con ingresos reducidos, por lo general desconsideradas por los canales de ahorro convencionales.

Dividir

En finanzas, dividir es fragmentar. Divide (tus opciones o apuestas) y vencerás. Vencerás al riesgo que corres si colocas todos tus ahorros en el mismo canal. No importa lo mucho o poco que ahorres, diversifica. Si eres un ahorrador regular y consigues ahorrar unos pocos miles de euros al año, necesitarás algo de asesoramiento para abordar la diversificación de tus productos de ahorro. Deberás, especialmente si eres joven, introducirte en la renta variable, en los estilos de gestión (esto es menos importante para un ahorrador modesto, aunque debes saber algo), y discernir muy bien a quién confías tus ahorros.

Potenciar

No bastan las «cuatro reglas» si uno quiere ir a por todas. Aunque no corren buenos tiempos para convocar a la «magia del interés compuesto», pues esto es «potenciar», siempre es posible encontrar en los mercados de valores esa parte del PIB de una economía que crece a dos dígitos mientras el resto decrece y que remunera a sus accionistas correspondientemente. Hablamos ya de palabras mayores en términos de riesgo.

Pero tampoco se crea que esta regla básica de las finanzas es para unos pocos. Todos pueden beneficiarse de su operación y hasta provocar que les suceda usando la prudencia y el discernimiento. En condiciones en las que una inversión tiene un rendimiento positivo el paso del tiempo puede provocar «milagros».

Un ejemplo clásico: 100 euros ahorrados cada mes entre los 25 y los 35 años, capitalizados al 5,5% se han convertido a los 65 años, en 92.000 euros (redondeamos). Algo más de lo que se obtiene con 100 euros mensuales ahorrados entre los 36 y los 65 años capitalizados a la misma tasa. En el primer caso, los 11 primeros años ahorrando 1.200 euros (13.200 euros ahorrados en el periodo) causan el mismo patrimonio que los 30 años posteriores ahorrando esos mismos 1.200 euros anuales (36.000 euros ahorrados). Este ejemplo, y sus variantes, son muy populares en los cursos de alfabetización financiera en todo el mundo, pero no se insiste mucho en ello fuera de estos ambientes de «iniciados». Quizá si lo pusieran en los envoltorios del edulcorante del café o las galletas sin azúcar infantiles… Antiguamente se utilizaban las cajas de cerillas para popularizar las variedades de pájaros, o los sellos de correos. Pero eso se ha acabado.

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