Buscar

Jardiel Poncela: Cien años

image_pdfCrear PDF de este artículo.

El pasado 15 de octubre se cumplieron cien años del nacimiento de Enrique Jardiel Poncela. Un centenario próximo a su fin que no ha concitado especiales celebraciones ni congregado a estudiosos de su obra. Cierto es que Jardiel no ha sido en nuestros tiempos una figura de indiscutible arrebato, de ventas millonarias o de llenazos imprevisibles de los teatros. Pero siempre ha tenido, y sigue teniendo, su público, lectores y espectadores, de forma que sus obras se han ido reeditando y representando sin prisa, pero sin pausa, en ediciones de todo tipo, anotadas y sin anotar, prologadas y sin prólogos, con revisión del texto y sin ella. Después de la guerra civil española y hasta 1958, las ediciones piratas de sus novelas en Hispanoamérica fueron imposibles de controlar, dado que estaba prohibida su edición en España. A partir de 1958, fecha de la primera edición de las Obras completas publicadas por AHR, se puede seguir con mejor fortuna las múltiples reimpresiones de los textos jardelianos que se han contado por docenas, las últimas este mismo año del centenario. Estas ediciones y varios reestrenos de algunas de sus comedias han sido las manifestaciones más señaladas, las únicas, de este centenario de Jardiel.

Estando a punto de concluir este primer siglo de jardielismo, queremos acercarnos al escritor y ofrecer unas cuartillas sobre su obra en modestísima contribución al homenaje que nadie le ha ofrecido. ¿Quién es Jardiel Poncela hoy? Sabido es que Jardiel escribió de todo: novela, cuento, teatro, guiones, artículos, proverbios, muy pocos versos. El teatro y la novela han sido los dos pivotes sobre los que ha basculado la fama, el nombre de Jardiel Poncela como escritor, y a ellos queremos dedicar de modo especial estas reflexiones. Pero es cierto que también se recuerdan otros textos como aquel conjunto de aforismos recogidos bajo el título de Máximas mínimas que Jardiel dio a la imprenta en un tomito de apenas 120 páginas y que la editorial Luis Miracle de Barcelona sacó a la luz en 1937. Ciertamente, fue esta una manifestación de la tendencia muy querida por Jardiel a la frase lapidaria y creativa, que sin pretender equipararse a la greguería de su amigo Ramón, funcionaba con vitalidad en su órbita. Los aforismos de Jardiel aparecen en cualquier lugar de sus escritos, sean obra de teatro o novelas, de tal modo que cuando recogió en libro aquel conjunto de frases felices, todas ellas, o casi todas, habían sido ya publicadas en unos u otros escritos. Recientemente han vuelto a interesar este tipo de textos y entre las reediciones de la obra jardeliana que está ofreciendo Biblioteca Nueva se encuentran, precisamente, estos «535 aforismos» que incluye la reedición de las Máximas mínimas, sin introducción ni comentario. Por ello, tiene más interés el volumen de Edhasa Máximas mínimas y otros aforismos, en edición de Fernando Valls y David Rosas. Esta edición no sólo recoge el primer libro de Jardiel de 1937, sino que incluye, sin repetirlos, los aforismos que Jardiel fue desgranando en otros libros como El libro del convaleciente, Exceso de equipaje y en otros muy diversos textos hasta sumar una colección de 1.388 proverbios. Una interesante introducción al comienzo y una bibliografía final dan a este volumen, encuadernado en pasta dura, una calidad e interés poco habituales. Otros textos de Jardiel que también ha reeditado recientemente con motivo de su centenario Biblioteca Nueva, la firma editorial rediviva que publicó buena parte de la obra jardielesca antes de la guerra civil, y que resultan difíciles de clasificar son Exceso de equipaje (1998), El libro del convaleciente (2001) y Pirulís de La Habana (2001). Es una pena que estas reediciones no vayan acompañadas de una introducción que sitúe el texto en su época, de unas notas a pie de página que ayuden al lector a interpretar o entender el humor de Jardiel Poncela, de una revisión textual que preste a la edición una garantía de seriedad filológica.

Pero, sin duda, es el teatro el mejor exponente de la actividad de Jardiel Poncela. Al menos, el que más se ve. Y su grado de aceptación no es pequeño si nos atenemos a las obras que se van programando. Cuatro o cinco han sido las comedias de Jardiel Poncela en cartel durante este último año: Los habitantes de la casa deshabitada, Una noche de primavera sin sueño, Madre (el drama padre), Usted tiene ojos de mujer fatal, Eloísa está debajo de un almendro. ¿Qué ofrecen estas obras a un espectador de hoy? La comedia de Jardiel ofrece transgresión, originalidad, sorpresa, humor, a veces poesía, con frecuencia absurdo, siempre un espectáculo para pasar un rato agradable, diría cualquier espectador; todo ello resumido bajo el marbete con el que el mismo Jardiel caracterizó en más de una ocasión sus propias comedias y que la crítica ha ido aplicando repetidamente: «teatro de lo inverosímil». Un teatro sustentado por la fantasía y la imaginación, que superaba la realidad, lo natural, las preocupaciones y las tristezas de la vida que ofrecía el «asqueroso» panorama del teatro español (en su época).

Entre las múltiples interpretaciones que se han dado sobre la dramaturgia de Jardiel, quiero referirme a dos consideraciones distintas, pero que yo pretendo plantearlas como complementarias. El profesor Ruiz Ramón, en el Congreso de Literatura de la Universidad de Málaga celebrado en 1992 sobre la figura de Jardiel Poncela, titulaba su conferencia «Jardiel Poncela: un dramaturgo en el purgatorio». Decía que a este autor «ni se le lleva al paraíso de los escogidos, ni se le condena al infierno del olvido. Ni la salvación ni la condenación, sino esa aséptica y neutra sala de espera donde están los que no pertenecen al montón», porque, aunque se le reconoce originalidad, se le ponen siempre una serie de reparos. Y entre esos reparos quizá el más importante sea que «nunca se enfrentó críticamente con su propio tiempo, negando así trascendencia a su teatro, el cual quedó en el aire como una divertida prueba desenraizada y descomprometida» (Anthropos, 1993, pág. 15).

Por otro lado, y en el mismo Congreso, José Monleón planteaba en su ponencia esta pregunta «¿Es el Jardiel un teatro de humor o debemos considerarlo como una expresión, ciertamente singular, del teatro cómico?» (Anthropos, 1993, pág. 65). Cualquier respuesta exige, por un lado, perfilar el concepto de humor; por otro, analizar las características de las comedias de Jardiel. La dificultad por precisar o definir el concepto de humor resulta ya proverbial y se ha repetido hasta la saciedad; pero casi todos los críticos coinciden en destacar ese grado de sentimiento, de vivencia interior (simpatía, ternura, comprensión) que está ausente de la comicidad y acompaña al humor. El humor, además, es intelectual y filosófico implicado en la interpretación de la vida cuajada de luces y sombras, o envuelta, si se quiere, en sonrisas y lágrimas. Para el profesor Monleón, que acepta estas premisas, y desde esta perspectiva, al teatro de Jardiel Poncela no puede aplicársele el calificativo de humorístico, aunque tampoco deba ser tenido como mero teatro cómico, al estilo de Muñoz Seca.

Creo que las interpretaciones de los profesores Ruiz Ramón y Monleón pueden resultar complementarias y aun explicarse entre sí. Ciertamente el teatro de Jardiel Poncela no ha rebasado el «purgatorio» porque no ha calado en los espectadores y en los críticos con una mínima profundidad intelectual, porque no plantea las preocupaciones humanas de lo social, lo político, lo ético, lo filosófico que decía la crítica… Pero, a su vez, esta falta de profundidad se da porque es un teatro que no rebasa las cotas de la comicidad, no es un teatro de humor, en el verdadero sentido del término, aunque se reconozca su originalidad y esfuerzo por renovar la escena de su tiempo. Ahora bien, y esta es la pregunta clave, ¿pretendió Jardiel dar a la comedia esa trascendencia que la crítica echa en falta? Yo creo que no; más adelante podremos comentar este aspecto al comparar teatro y novela en la actitud de Jardiel como escritor.

Hoy, el teatro de Jardiel, sigue teniendo su público, y las obras más conocidas siguen reeditándose repetidamente. Así, la Editorial Castalia publicó en 1990 Angelina o el honor de un brigadier junto a Usted tiene ojos de mujer fatal en edición de Antonio A. Gómez Yebra. En 1999 Espasa Calpe reeditó Angelina… junto a Un marido de ida y vuelta en edición preparada por F. Díaz de Castro. Por su parte, Biblioteca Nueva ha editado en edición que denomina «facsímil de la primera edición», pero muy deficiente, Angelina o un drama en 1880, cuando el título completo de aquella primera edición publicada en 1934 fue Angelina o el honor de un brigadier (un drama en 1880).

Lo mismo ha ocurrido con otro título fundamental Eloísa está debajo de un almendro que editó en 1992 Espasa Calpe junto a Las cinco advertencias de Satanás en edición preparada por María José Conde Guerri. En 1995 preparó para Vicens Vives una nueva edición Fernando Vals y en 1997 Espasa ha vuelto a reimprimir su edición. De Cuatro corazones con freno y marcha atrás se puede decir algo semejante. En 1992 publicó Vicens Vives la edición introducida y anotada por María José Conde y en el año 2000 la ha publicado Espasa en edición de Fernando Vals y David Roas. Para terminar quiero recordar dos volúmenes de teatro publicados por Biblioteca Nueva: Tres comedias con un solo ensayo (1999) que incluye como en su primera edición Una noche de primavera sin sueño, El cadáver del señor García y Margarita, Armando y su padre además de un Ensayo sobre teatro actual y otros comentarios. El otro volumen Tres proyectiles del 42 (2001) incluye Madre (el drama padre), Es peligroso asomarse al exterior y Los habitantes de la casa deshabitada, con sus respectivos prólogos. Estos volúmenes igual que los anteriores vienen, lamentablemente, sin introducción ni notas.

Como se puede comprobar entre los títulos citados se encuentran las cinco comedias puestas en escena más recientemente.

El otro pivote de apoyo de la fama de Jardiel lo constituyen sus novelas. Cuatro novelas, solamente cuatro, publicadas antes de la guerra civil que han mantenido hasta hoy vivo el interés de los lectores. Las cuatro son novelas de humor, entendiendo este término con todas las exigencias que la crítica desde Pío Baroja y Pirandello, pasando por Fernández Flórez y Gómez de la Serna hasta Evaristo Acevedo y Santiago Vilas ha tratado de precisar. Para no alargarme demasiado quisiera definir este concepto de humorismo con dos o tres frases fundamentales de estos mismos escritores. Gómez de la Serna dice en su indispensable trabajo Gravedad e importancia del humorismo: «Casi no se trata de un género literario, sino de un género de vida, o, mejor, de una actitud frente a la vida». Fernández Flórez, por su parte, explica en su discurso de ingreso en la Real Academia: «El humor tiene la elegancia de no gritar nunca y también la de no irrumpir en ayes. Pone siempre un velo ante su dolor. Miráis sus ojos y están húmedos; pero mientras, sonríen sus labios». La consideración del humorismo como una filosofía o actitud frente a la vida. La concepción del humorismo como una especie de Jano bifronte que armoniza la ironía y el dolor buscando la vertiente tragicómica de la vida, es la que se pone de manifiesto en las reflexiones de José Monleón que citábamos más arriba; concepción que el crítico no encuentra en las comedias de Jardiel. Pero las novelas de Jardiel son otra cosa. Por eso dice ya en su primera novela: «Para mí el humorismo es el padre de todo, puesto que es la esencia concentrada de todo y porque el que hace humorismo piensa, sabe, observa y siente». Por eso no es lo mismo el humorismo de la novela que la comicidad de la comedia. La diferencia de géneros es recalcada por Jardiel en más de una ocasión. En 1933, cuando ya había publicado sus cuatro novelas largas (nunca renunció a escribir la quinta), y había obtenido algunos triunfos en el teatro, escribió en el prólogo a Margarita, Armando y su padre: «Para mí, escribir novela es un goce y escribir teatro una preocupación. La novela va dirigida a un público limitado, que sabe quién es uno, que le busca a uno y que, frecuentemente, le quiere a uno. Hacer novela es hablar a gentes que comprenden, estiman, respetan y admiran. El teatro, por el contrario, va dirigido a una masa heterogénea, sin seleccionar ni refinar que, en el ochenta por ciento de los casos, no conoce al autor, ni le importa de él lo más mínimo».

En esta frase se pone de manifiesto la diferente actitud que adopta Jardiel frente a los destinatarios de los dos géneros: a los espectadores les prepara comedias divertidas, espectáculos cómicos para pasar el rato. A los lectores les escribe novelas humorísticas, entretenidas para hacerles pensar el mundo, analizado desde la sátira de la realidad. El amor, el erotismo, las relaciones sociales, la subliteratura, el donjuanismo, la crueldad, la religión, y otros muchos, son los temas que Jardiel va sacando a la consideración del lector, desde sus propias convicciones a las que nunca renunció. A este respecto cabe señalar lo que Luis Alemany en la introducción a La Tournée de Dios, la novela de mayor contenido ideológico de las cuatro, escribe: «Configura las líneas maestras de su particular manera de concebir la realidad, a la que siempre se mantuvo fiel». Creo que no se puede afirmar de las novelas lo que los críticos mencionados más arriba señalaban sobre el teatro. Ciertamente lo que en el teatro se queda en simple comicidad, en mera presentación de juegos de palabras, en las novelas pasa a ser claro enfrentamiento a los problemas de su tiempo desde el humorismo del bueno, en el que el juego tragicómico entre el personaje y la realidad se presenta con frecuencia. Evaristo Acevedo convierte a Enrique Jardiel Poncela en el D'Artagnan de los «tres mosqueteros del humor» (Fernández Flórez, Julio Camba y Gómez de la Serna), que, aunque llega el último, se convierte en el más popular del grupo (Teoría e interpretación del humor español, pág. 233).

Las novelas han tenido mejor fortuna editorial que el teatro. Las cuatro han sido repetidamente publicadas a partir de 1958 en colecciones de todo tipo. Las mejores, con introducción extensa, notas, revisión del texto, etc., son las de la Editorial Cátedra donde se encuentran reimpresas por cuarta o quinta vez las tres primeras: Amor se escribe sin hache (1990), ¡Espérameen Siberia, vida mía! (1992), preparadas por Roberto Pérez, y Pero ¿hubo alguna vez once mil vírgenes? (1988) por Luis Alemany, quien también editó en Biblioteca Nueva La Tournée de Dios (1989). Biblioteca Nueva entre 1997 y 1998 reeditó los tres primeros títulos. Amor se escribe sin hache, sin duda la más leída, ha sido incluida recientemente entre los cien títulos de la Biblioteca El Mundo.

Sólo de pasada nos hemos referido a los ensayos de Jardiel y ni siquiera hemos citado sus novelas cortas o sus artículos, pero no cabe duda de que también esos trabajos responden a la misma óptica del humor y contribuyen a completar la visión del mundo que Jardiel ofrece. Conocer a Jardiel no es leer su teatro o acudir a las representaciones de sus comedias. O, al menos, no sólo eso. Para conocer a Jardiel Poncela hay que leer sus novelas. Sólo en las novelas se encuentra la personalidad del escritor. Y ello, porque Jardiel diferenciaba cada género según sus posibilidades y espectativas frente a sus destinatarios. Y de los espectadores de teatro ni esperaba ni quería más que un reconocimiento de lo que sus obras aportaban a la escena: remodelación y actualización de técnicas, originalidad, entretenimiento, sorpresa poniendo en juego la inverosimilitud. En modo alguno pretendía hacer pensar a los asistentes a sus comedias. Los lectores de las novelas eran otra cosa. El autor establecía con ellos una cierta complicidad inteligente con la esperanza de que comprendieran sus guiños. Por medio de la sátira iba repensando el mundo. Podríamos decir que en las comedias Jardiel dibuja o representa el mundo en clave cómica; en las novelas lo piensa y analiza desde la sátira humorística. Y en este sentido es muy posible que las novelas conserven cierta actualidad e interés del que carecen las comedias que pueden resultar para muchos espectadores un tanto obsoletas o de comicidad trasnochada.

BIBLIOGRAFÍA RECIENTE DE ENRIQUE JARDIEL PONCELA

– Eloísa está debajo de un almendro;Las cinco advertencias de Satanás. Espasa Calpe. Madrid.

– Pirulís de La Habana, lecturas paraanalfabetos, cuentos. Biblioteca Nueva, Madrid.

– Cuatro corazones con freno y marcha atrás; Los ladrones somos gente honrada. Espasa Calpe, Madrid.

– Amor se escribe sin hache. Bibliotex. Barcelona.

– Espérame en Siberia, vida mía. Cátedra. Madrid.

– Amor se escribe sin hache. Cátedra. Madrid.

– Máximas mínimas. Biblioteca Nueva. Madrid.

– Una letra protestada y dos a la vista. Biblioteca Nueva. Madrid.

– Tres proyectiles del 42. Biblioteca Nueva. Madrid.

– Máximas, mínimas y otros aforismos. Edhasa. Barcelona.

– Obras selectas de Jardiel Poncela. Espasa Calpe. Madrid.

image_pdfCrear PDF de este artículo.

Ficha técnica

10 '
0

Compartir

También de interés.

El anacronismo, enfermedad infantil de la historia

A la Historia le aqueja un mal que puede ser irreversible: el anacronismo. Juzgar…