
El mito de la promiscuidad sexual y otros cuentos
Una de las tradiciones centrales del pensamiento social, representada por el sociólogo Émile Durkheim y sus seguidores, ha defendido la radical autonomía de los procesos culturales, de manera que lo social se explica por lo social, marcando distancias casi insalvables con otras disciplinas, como las ciencias de la vida y la psicología. La idea de naturaleza humana que subyace en Durkheim se acerca mucho a la de Locke, quien consideraba a los seres humanos como una tabla rasa susceptible de ser colonizada por las distintas tradiciones culturales en que se hallan inmersos los individuos. Bajo el influjo de esta concepción, el paradigma neodarwinista, surgido a mediados del siglo pasado, aceptó en lo básico este orden de cosas en el que, de alguna manera, la cultura sustituía a la biología como el factor causal esencial de nuestro comportamiento. Sin embargo, desde hace poco más de tres décadas han surgido en amplios sectores de la biología evolutiva varios enfoques que rechazan esta concepción de la naturaleza humana y que han puesto el énfasis en el estudio de nuestra conducta y de la cultura desde una perspectiva evolucionista.