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Exportar para crecer

España en la economía global. Claves del éxito de las exportaciones españolas

Rafael Myro

Barcelona, RBA, 2015

208 pp. 21 €

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El objetivo del libro del profesor Rafael Myro, catedrático de Economía Aplicada en la Universidad Complutense, es explicar cómo la economía española se ha enfrentado con éxito al reto de la globalización. La oportunidad del libro se ve reforzada por el hecho de publicarse en un momento en el que, tras la crisis de 2008, la economía española ha iniciado el camino de la recuperación y se orienta decididamente por la senda del crecimiento sostenido a largo plazo. Frente a una visión pesimista sobre las potencialidades de la economía, que se ha propagado desde el inicio de la reciente crisis económica, Myro nos ofrece un panorama diferente. A lo largo de las doscientas páginas del libro se explican los desafíos que, desde los años sesenta del siglo pasado, ha ido superando la estructura productiva española y se destacan los períodos en que supo reaccionarse positivamente para lograr la integración de España no sólo en el entorno más próximo de la Unión Europea, sino también en la economía mundial.

El autor comienza destacando cómo, tras la última etapa expansiva registrada por la economía española, y que concluyó con una profunda y prolongada crisis, se generó un cierto alarmismo sobre las debilidades del sistema productivo. Sin embargo, Myro explica que ello no se justifica tras el análisis exhaustivo del comportamiento exportador de las empresas españolas.

Muchos analistas han tendido tradicionalmente a interpretar los desequilibrios que periódicamente se han registrado en la balanza por cuenta corriente como un signo de la debilidad competitiva y, en consecuencia, de la falta de un tejido productivo capaz de asegurar la prosperidad. De ahí surgía un pesimismo sobre la capacidad de las empresas para ofrecer productos adecuados en calidad y precio para competir en los mercados internacionales. Se ha tardado mucho en entender que los desequilibrios macroeconómicos que han provocado los abultados déficits exteriores poco o nada tenían que ver con las características del sistema productivo y su competitividad, sino que se debían a los desajustes generados por un gasto de los agentes económicos muy por encima de sus recursos disponibles. De ahí la necesidad de un fuerte endeudamiento para mantener un nivel de gasto superior a la renta que generaba el país. El problema es que, cuando ese desequilibrio alcanzaba una magnitud elevada y se prolongaba en el tiempo, surgían dudas sobre la capacidad de España para poder hacer frente a sus deudas y, finalmente, comenzaba una salida de capitales que desembocaba en una crisis económica.

La respuesta a estas crisis siempre se apoyó de manera decisiva en la devaluación de la moneda para recuperar la competitividad exterior. No obstante, en la última etapa, al no disponer de moneda propia, el problema se agravó ante la carencia de instrumentos con los que abordar con celeridad la corrección de los desequilibrios. Es decir, mientras que muchos analistas quisieron interpretar la última crisis como el resultado de un problema de competitividad debido a un modelo productivo incapaz de garantizar la prosperidad, su verdadero origen era el gran endeudamiento de la sociedad española, cuya rápida solución requería de una economía supercompetitiva capaz de generar las divisas necesarias para restablecer la confianza de los mercados financieros internacionales. Precisamente, la ausencia del tipo de cambio hizo temer lo peor: la incapacidad de España para atender sus compromisos internacionales y su probable salida de la zona euro. El hecho de que ese enorme desequilibrio exterior se haya podido corregir en tan solo seis años, y sin la colaboración del tipo de cambio, es un signo inequívoco, como explica Rafael Myro, de que no sólo no había nada malo en el modelo productivo –más allá de un fuerte sesgo inmobiliario–, sino todo lo contrario: que España había ido dotándose de un sistema productivo diversificado, moderno y competitivo.

Y esto es precisamente lo que analiza detenidamente el autor en su libro, en el que defiende que la idea tan extendida sobre la debilidad y pobreza de la estructura productiva española no concuerda con la realidad y que, además, España ha sabido responder al reto de la integración en Europa y a las exigencias de un mundo crecientemente globalizado. Como se constata en esta obra, tras la grave crisis desencadenada en 2008 y el colapso del comercio mundial en 2009, las exportaciones españolas avanzaron a un ritmo muy elevado. Este crecimiento no fue una reacción coyuntural ante la profunda caída de la demanda interna, sino el reflejo de un sistema productivo diversificado y competitivo. De hecho, la recuperación de la economía española ha seguido las pautas tradicionales a través de las cuales se ha salido de las crisis. En primer lugar, las exportaciones han crecido sustancialmente, y esta vez sin la colaboración de la devaluación. A continuación, se ha producido una mejora de los beneficios en los sectores más dinámicos, de manera que comienza la reactivación de la demanda de los bienes de equipo. Finalmente, la mejora del empleo y las rentas están impulsando el consumo interno.

Esta secuencia, explica Myro, se desencadenó precisamente porque la capacidad productiva de la economía española era más potente de lo que se supuso con frecuencia al inicio de la crisis. De hecho, para muchos sigue siendo una sorpresa observar la fortaleza de las exportaciones españolas y reconocer la responsabilidad que han tenido en la salida de la crisis. Esta fortaleza se refleja particularmente en la capacidad que ha tenido España para mantener su cuota en la exportación mundial, cuando la casi totalidad de los países desarrollados la reducían sustancialmente ante el empuje de China y otros países emergentes. Todo ello es el reflejo de los cambios profundos que han ido produciéndose en la economía española desde hace varias décadas.

La trayectoria exitosa de las exportaciones ha sido el resultado de una transformación de la estructura productiva española, que no sólo ha afectado a la composición sectorial de la actividad, sino también a su complejidad tecnológica, su modernización organizativa y su internacionalización. Estas transformaciones, que han ido operándose sobre todo desde el ingreso de España en la actual Unión Europea, han sido decisivas para la configuración de una economía capaz de afrontar con éxito los profundos cambios que están sucediéndose en la economía mundial.

Es cierto que, en ocasiones, algunos datos, como la evolución de la productividad del trabajo o el progreso técnico, han mostrado un estancamiento, y han dado pie a una visión pesimista sobre las perspectivas y las posibilidades de la economía española. Sin embargo, estos datos deben analizarse cuidadosamente y, sobre todo, en el contexto en que se han producido. Como señala Myro, estos comportamientos se explican mejor por la llegada masiva de trabajadores inmigrantes que, ante la enorme abundancia de mano de obra, provoca una orientación de las distintas producciones hacia tareas más intensivas en mano de obra, que por las explicaciones alternativas sobre la falta de innovación de las empresas o las carencias del sistema productivo.

La búsqueda de las razones que explican el éxito de la exportación española llevan al autor a profundizar sobre los sectores, mercados y empresas que han protagonizado la creciente integración de la producción en los mercados mundiales. Se realiza un análisis detenido de los sectores con mayor propensión exportadora y se observa que los más dinámicos en la exportación son aquellos que más han diversificado sus mercados. Y aunque España ha registrado una tendencia a la diversificación hacia nuevos mercados, la tarea es aún incompleta, pues no ha sabido penetrarse en las economías emergentes asiáticas, que han sido las que mayor expansión han tenido en las dos últimas décadas.

Este paradójico buen comportamiento de la exportación española, a pesar del fuerte incremento de los costes, especialmente los salariales, que se registró desde la incorporación de España a la Eurozona, se explica fundamentalmente por el comportamiento de las grandes empresas exportadoras. Un rasgo común en todos los países es que la mayor parte de la exportación la realizan unas pocas empresas: las superestrellas. Y eso es precisamente lo que ha ocurrido en España: en 2014, el 3,5% de las empresas españolas han realizado el 88% de la exportación de bienes. La gran empresa exportadora se caracteriza por ser altamente productiva y, en general, cuanto mayor es su tamaño, mayor es su propensión exportadora. Estas grandes empresas han conseguido moderar o absorber los incrementos en sus costes laborales con avances en la productividad, mientras que las pequeñas y medianas empresas fueron incapaces de realizar los ajustes necesarios para absorber el incremento en los costes.

El autor del libro señala, además, que las empresas españolas, tanto las grandes como las pequeñas y las medianas, han contado con un apoyo institucional a través de las Agencias de Promoción de las Exportaciones, nacionales y regionales, que han sido de gran valor tanto para abrir nuevos mercados como para impulsar la venta de nuevos productos. Son muchos los recursos públicos que se dedican a la promoción exterior de los productos españoles y existen ciertas dudas sobre cuáles son las estrategias más apropiadas y cómo deben coordinarse las diversas agencias.

Tras una profunda y detallada indagación en los datos de la exportación, Myro nos explica cómo la economía española se ha globalizado y cómo ha sabido adaptarse a las exigencias del mercado mundial. El gran mérito de esta obra es que nos descubre que «la trayectoria exitosa de las exportaciones ha sido el resultado de una profunda transformación de la estructura productiva española y de las bases tecnológicas y organizativas de sus empresas, que han sabido responder a la competencia internacional». España ha conseguido una transformación radical de sus estructuras productivas, de manera que tiene «un tejido industrial vivo, diversificado y potente».

Las carencias del sistema productivo no están en la orientación de los sectores productivos, ni requieren de cambio alguno del modelo productivo. De hecho, el sistema productivo ya ha cambiado y en dicho cambio ha sido decisivo el comportamiento de la empresa exportadora que, en las tres últimas décadas, ha asistido a un círculo virtuoso mediante el cual su mayor productividad la ha orientado al exterior, y de allí ha recibido los impulsos necesarios para su modernización y adaptación a las condiciones de la demanda mundial.

El reto al que se enfrenta el modelo productivo está en cómo se produce y no en qué se produce. Para ello, lo que necesita el sistema productivo es superar las restricciones institucionales que impiden la evolución natural de las empresas. España padece un problema de tamaño empresarial caracterizado por una escasez de empresas de tamaño medio y grande que dificulta el avance de la productividad. Todo un entramado de leyes laborales, fiscales, contables y un largo etcétera de normas están diseñadas de manera que inhiben el crecimiento de la empresa más allá de un cierto umbral relativamente bajo. Se trata de leyes, normas e instituciones que demoran la solución de los problemas a los que se enfrenta la empresa y le restan la flexibilidad necesaria para responder con rapidez a los cambios en el mercado mundial. Si a ello se añaden debilidades del sistema educativo y los escasos esfuerzos que se dedican a la innovación, se completa el cuadro de las carencias a que se enfrenta la estructura productiva española.

El libro del profesor Rafael Myro, escrito con rigor académico, pero en términos accesibles a cualquier lector, permite comprender las potencialidades de nuestra economía y los retos que deben superarse para garantizar la prosperidad y el bienestar de la sociedad española.

José Antonio Martínez Serrano es catedrático de Economía Aplicada en la Universidad de Valencia.

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