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Efraín Huerta (1914-2014)

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Se cumplen este mes los cien años del nacimiento de uno de los grandes poetas mexicanos del siglo XX, Efraín Huerta, padre de un poeta no menos asombroso, David Huerta. Creo que en el presente es bastante difícil encontrar ediciones de las obras de cualquiera de los dos. Tengo la edición de la Poesía completa de Efraín Huerta, en el Fondo de Cultura Económica, pero de David Huerta, aparte de poemas sueltos, sólo he conseguido Incurable, un larguísimo poema de raíz lezamiana que todos los interesados en la poesía española moderna debieran conocer.

Efraín Huerta nació el mismo año que Octavio Paz y estuvo bastante unido a él en lo personal y en lo poético hasta que la política les distanció. Fue Huerta una curiosa especie de poeta: por un lado, uno de esos «hijos de la revolución» que tantos poemas políticos y cívicos escribieron por esos años; por otro, un gran poeta amoroso y, en un tercer ángulo, que quizá llegaría a ser el más conocido, un poeta humorístico. En lo personal, Efraín Huerta debió de ser todo un personaje. Fue, sin duda, un enamorado de la vida y un gran amigo de sus amigos. Es de esos poetas que nos hacen sentir la fuerza de su personalidad en todos y cada uno de sus versos.

Comienza la obra poética de Huerta con una serie de libros de tema principalmente amoroso. Este es el principio de «Verdadero junio»:

Es que te siento vivir la voz
junto a mi carne llena de absoluto
y contener tu vida de fuego
cuando roza la mía
sin sueño    sin murmullo de venas.

He aquí, sin duda, un poeta. Un poeta que todavía no ha encontrado su voz más personal, pero que ya resulta inconfundible. La libertad de las imágenes, una cierta urgencia o vehemencia, un dominio musical que se aparta voluntariamente de la cadencia en busca de una asimetría «moderna». Éste es el principio de «Continuidad»:

Continuidad     niebla prohibida
gota violeta      declive de mi sueño
rúbrica fiel de una misma palabra
aurora      torbellino desnudo
reflejo en ruinas de tu aniversario
preguntas adheridas
a la evasión solemne de tus muslos

Siguen poesías políticas inspiradas en la guerra de España y en la Segunda Guerra Mundial, poemas a Federico García Lorca, a Estalingrado, un «Canto a la liberación de Europa»… En 1944, el año de Hijos de la ira de Dámaso Alonso, publica Los hombres del alba, que es para David Huerta su «libro central».

Una línea: «amor es la piedad que nos tenemos» y un gran poema, «Declaración de amor», que lo es a Ciudad de México, de la cual Efraín Huerta sería siempre gran cantor. Este es el principio de «Declaración de amor»:

Ciudad que llevas dentro
mi corazón, mi pena
la desgracia verdosa
de los hombres del alba,
mil voces descompuestas
por el frío y el hambre.

Ciudad que lloras, mía,
maternal, dolorosa
bella como camelia
y triste como lágrima,
mírame con tus ojos
de tezontle y granito,
caminar por tus calles
como sombra o neblina.

Qué maravilla sería oírlo en la voz del autor, oyendo esas palabras pronunciadas con esa música exquisita y triste que tiene el español mexicano.

La poesía de Efraín Huerta tiene muchos registros. Ya hemos apuntado algunos, pero en los libros siguientes el abanico seguirá abriéndose y ampliándose. En el mismo libro, La rosa primitiva, encontramos este mundo poético, remotamente simbolista:

La tarde es el recinto legítimo del sueño,
catedral de la niebla, refugio del laurel.
La tarde es la violeta que no supo ser ángel,
o la estatua perdida con los ojos en celo.

y este otro, coloquial, directo, ético:

Nunca digas a nadie que tienes la verdad en un puño,
o que a tus plantas, quieta, perdura la virtud.
Ama con sencillez, como si nada.
Se dueño de tu infierno, propietario absoluto
de tu deseo y de tus ansias, de tu salud y tus odios.
Fabrícate, en secreto, una ciudad sagrada,
y equilibra en su centro la rosa primitiva.
Al pueblo y a la hembra que enciendan cuanto hay en ti de hermoso,
y murmuren mensajes en tus oídos frágiles,
debes verlos con santa melancolía y un aire desdeñoso,
mandarlos hacia nunca, hacia siempre,
hacia ninguna parte…

Hay muchos poemas de viajes por Rusia, por Checoslovaquia, por Armenia, por el Danubio, evocado en un maravilloso poema titulado «El río y la paloma».

Quizá «El Tajín» sea su mejor poema. Tiene ese carácter épico y universal a partir de una experiencia local que poseen los poemas de La estación violenta, de Octavio Paz. El Tajín es el nombre de un enclave arqueológico situado cerca de Veracruz, capital del imperio totonaca y en el que se encuentra una célebre y bellísima pirámide. Todo es inolvidable en este poema, que, a pesar de su brevedad, alcanza proporciones épicas. Su tema es la historia, la universalidad del dolor, el recuerdo de las civilizaciones agostadas por el tiempo, la historia como un perpetuo hundirse en la nada. Este es el principio:

Andar así es andar a ciegas,
andar inmóvil en el aire inmóvil,
andar pasos de arena, ardiente césped.
Dar pasos sobre agua, sobre nada
– el agua que no existe, la nada de una astilla –,
dar pasos sobre muertes,
sobre un suelo de cráneos calcinados.

Hacia la mitad de su Poesía completa hacen aparición los «Poemínimos». Se trata de poemas muy breves, con versos a menudo constituidos por sólo una o dos palabras, mezcla de lírica, humor, reflexión, ironía e ingenio. Los Poemínimos son deliciosos y, a menudo, geniales, pero pertenecen a un género menor. A menudo se basan en juegos de palabras. He aquí una breve antología:

AMENAZA

Bienaventurados
Los poetas
Pobres
Porque
De ellos
Será
El reino
De los
Suelos

AY POETA

Primero
Que nada:
Me complace
Enormísimamente
Ser
Un buen
Poeta
De segunda
Del
Tercer
Mundo

REDIL

Como
Buena
Oveja
Descarriada
Que soy
Me vendo
Bien
Al mejor
Pastor

Y este último, sin duda uno de mis favoritos:

DISTANCIA

Del
Dicho
Al
Lecho
Hay
Mucho
Trecho

Poeta de Ciudad de México, poeta amoroso, poeta erótico de singular intensidad, poeta viajero, poeta ético y político, poeta épico, poeta humorístico e ingenioso, poeta urbano, poeta moderno, poeta lírico, poeta de lo mítico intemporal y de lo efímero contemporáneo, Efraín Huerta fue uno de los grandes.

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