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Testimonio crítico

CADA CASTILLO Y TODAS LAS SOMBRAS

Baltasar Porcel

Destino, Barcelona

432 pp.

21 €

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Nombre de referencia en la narrativa contemporánea en lengua catalana, Baltasar Porcel (Mallorca, 1937) lleva cincuenta años publicando una extensa obra que ha merecido premios importantes, como el Nacional o el de la Crítica, y que generalmente se ha situado entre el realismo sensual y lírico de tipo rural (véase Los argonautas) y su traslación hacia territorios simbólicos y míticos (véase El emperador o el ojo del ciclón). Su última novela, publicada en 2008, Cada castell i totes les ombres, sin embargo, se separa sustancialmente de la mayor parte de sus novelas anteriores tanto en los motivos como en la visión de la realidad.

Vista en su totalidad, la novela consigue, tomando a Barcelona como centro emblemático del devenir histórico y a los personajes como prototipos de las diferentes clases sociales, una visión totalizadora de la Cataluña actual. Aquí van acoplándose con calculada precisión las redes opacas de los intereses económicos de la alta burguesía capitalista y de la nueva clase de tiburones políticos con el bullicio de la gran ciudad, el servilismo de los funcionarios o el submundo del lumpen. Todo un entramado, en fin, de magnates sin escrúpulos que luchan por no perder sus privilegios, arribistas que se mueven como reptiles para ascender a posiciones ventajosas, buscavidas sin futuro que trampean por doquier, aristócratas disparatadas, ignorantes embaucados por la demagogia, indefensos al borde de la miseria, y un largo etcétera, que se propone mostrar la evolución de una sociedad enferma y en la que lo rural ha acabado impostándose con lo urbano.

Porcel, no cabe duda, ha cambiado: se ha pegado sin timidez a la realidad más coetánea (incluso con sucesos de reciente y lamentable recuerdo, como el derrumbe de un edificio por las obras subterráneas) para darle un repaso a sus imposturas y a sus despropósitos, sobre todo morales. Lo importante, sin embargo, es su tratamiento, ya que, frente a tanta narrativa de hoy que recurre a lo actual sólo para presentar historias cercanas al lector que le entretengan o autoconsuelen, el novelista mallorquín refleja la dialéctica y el enfrentamiento de fuerzas (simbolizadas por el castillo del poder y las sombras de los humillados), para, sin tecla por tocar, tratar de explicar el funcionamiento del tiempo histórico. El sentido de la novela es, por tanto, evidente: tras los personajes y sucesos que van configurando la trama, hay una intención de dejar testimonio crítico de la opulencia hipócrita y de la marginación silenciada de nuestra época. Y, en medio de todo, los saltos atrás a las raíces, a la Guerra Civil y el franquismo, cuya sombra aún sigue latiendo.

Aún más, Porcel se arriesga en este testimonio crítico y traspasa con valentía (molesta e incómoda, sin duda, para muchos) los límites de lo políticamente correcto. No de otra forma cabe explicarse la ironía satírica, y en algunos casos sarcástica, con que aborda, sin miedo a abrir llagas, asuntos y personajes hoy mediáticamente tan intocables como sagrados. Entre ellos conviene apuntar, por ejemplo, los relacionados con el catalanismo, con las instituciones señeras y con los políticos catalanes, con las máscaras culturales de la burguesía adinerada, con las actividades estrambóticas de algún grupo feminista o con la actuación y el comportamiento de algún miembro de la Iglesia.

El grueso de la narración, no obstante, transcurre durante tres días en torno a la manifestación del 1 de mayo y descansa en las historias de dos personajes, alrededor de los cuales giran las peripecias de los demás, que acaban confluyendo en el desenlace y en el espacio ilustre de la Generalitat. Sus protagonistas son tipos significativos de la sociedad española actual. En primer lugar, el magnate de la construcción y las finanzas, Ginés Jordi Martigalà, cuya venturosa situación económica y su poder en Barcelona derivan del patrimonio familiar y de un matrimonio de conveniencia, representa a ese ejemplar del capitalismo más sofisticado que simula su inmoralidad con el barniz de una supuesta cultura humanista. En segundo lugar, el político Pelai Puig Alosa, que desde una extracción social humilde, y acorde con los tejemanejes partidistas tan habituales en España, va salvando con obsesión los obstáculos para lograr ascender hasta el ansiado cargo público.

Las dos historias descansan en la técnica narrativa del contrapunto que, con una alternancia sucesiva y simétrica, va adjudicando los capítulos a cada uno de los protagonistas. Para potenciarlo, Porcel recurre, además, al conductismo behaviorista: todo transcurre con naturalidad e inercia hasta que el estímulo (el derrumbe del edificio suburbial) acelera la respuesta en el desenlace, en la confluencia de las dos historias. Estos dos recursos constituyen las formas más significativas del relato, pues conviene advertir que el novelista pone el mensaje, el testimonio social, por encima de posibles innovaciones formales que, es posible, tampoco sean tan necesarias aquí. Aun así, el utilizar un narrador tradicional omnisciente, sin complicaciones aparentes, no es obstáculo para que los personajes expresen sus pensamientos a veces en pequeños monólogos interiores.

El resultado, pues, es un ejemplo claro de que la forma pertenece al contenido. Porcel está en su madurez narrativa y su escritura es el fruto de una intuición totalizadora; y aunque unas veces parezca muy torrencial y otras se desluzca con descuidos vulgares, esto no enturbia el conjunto. 

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Ficha técnica

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