
El inquietante encanto de la República de Weimar
La República de Weimar, sucesora en 1919 del Segundo Imperio alemán tras la derrota en la Primera Guerra Mundial y liquidada en 1933 al ascender Adolf Hitler a la cancillería de lo que todavía tenía nombre oficial de Deutsches Reich, sigue ejerciendo cien años después de su nacimiento una fascinación indudable sobre las generaciones posteriores a 1945. Encanto, si se quiere, un tanto morboso, que resucita de forma periódica en tiempos de turbulencias democráticas, desafíos a las certidumbres de los sistemas democráticos construidos después de la Segunda Guerra Mundial, incertidumbre económica y difusas amenazas en el horizonte. Weimar se convirtió en un símbolo político lastrado, sinónimo de democracia fracasada en una sociedad moderna, consumida por enemigos internos y llegados al poder mediante unas elecciones.