
La endeblez del posestructuralismo
¿Qué fue del posestructuralismo? No se trata de la pregunta más acuciante para quienes lo consideraron, antes de nada, una sarta de estupideces, pero su silenciosa desaparición tiene algo de intrigante. Nacido en París a finales de la década de los sesenta del siglo pasado, irrumpió en la escena intelectual más o menos al mismo tiempo que los estudiantes de esa ciudad se sublevaron contra sus maestros académicos. De la gramatología, de Jacques Derrida, que acaba de reeditarse en inglés con una introducción de Judith Butler, se publicó en 1967, un año antes de aquellos muy mitologizados acontecimientos, y existen algunas afinidades entre lo que estaba sucediendo en las universidades y lo que estaba tramándose en la interpretación de los textos. De la gramatología se ocupa, entre otras cosas, de mostrar cómo determinados escritos, de Rousseau y Saussure a Freud y Lévi-Strauss, tienden a minar la lógica que los gobierna, estableciendo jerarquías y oposiciones con una mano para, a renglón seguido, desmantelarlas con la otra. Cuanto más se exploran obras tan aparentemente coherentes, más empiezan a deshilacharse por los bordes y a deshacerse por las costuras.