Introducción
Hace ya más de tres décadas, en 1986, en un contexto político y académico de crecientes dudas y críticas sobre el estado del bienestar construido en los países occidentales después de la Segunda Guerra Mundial, Philippe van Parijs, profesor de Ética Económica y Social en la Universidad de Lovaina, y Robert J.van der Veen, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Amsterdam, lanzaron, en un artículo titulado «Una vía capitalista al comunismo», una propuesta provocativa que Van Parijs refinó y completó en 1995, en su libro Libertad real para todos.
Si el Estado del Bienestar se había ido construyendo —puede retrocederse hasta Bismarck, como es bien sabido— en torno a sistemas de ayudas condicionales, es decir, dirigidas a colectivos que sufrían situaciones de pobreza, enfermedad, necesidad o abandono bien determinadas, la propuesta de los dos profesores daba un giro de 180 grados: sustituir el entramado de ayudas condicionales por una «renta básica universal» de la que serían beneficiarios, incondicionalmente, todos los ciudadanos por el hecho de serlo, del modo análogo a como es incondicional para los ciudadanos de un país, por ejemplo, la obtención del documento de identidad o el derecho de voto.