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Paul Celan: una oscuridad luminosa

Refiriéndose a Paul Celan y a un reproche que se hacía con gran frecuencia a este poeta –un tic crítico que por fortuna va remitiendo–, su hermetismo y su oscuridad, Harald Weinrich dice que está dispuesto a admitir que su lengua es oscura, siempre que consideremos que la nuestra es clara. A esto último es a lo que puede estar aludiendo el título de uno de los libros del autor rumano: Compulsión de luz (Lichtzwang) ––también, quizás, «luz forzosa»–, algo así como la «luz obligatoria» que la policía de muchos países del mundo «impone» a los detenidos, para evitar, probablemente, una fuga en, y por, la oscuridad, algo que ni los cerrojos ni las rejas pueden impedir. En relación con

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¿Paraísos?

En el año 1975 Peter Handke deja a su personaje Gregor Keuschnig atravesando la Place de l'Opéra de París y dirigiéndose al Café de la Paix, «en un tibio atardecer de verano», con las manos en los bolsillos, con un traje azul claro «que se veía bien que aún era nuevo», «sabiendo muy bien adonde iba». Es el final de una historia –la que se cuenta en La hora de la sensación verdadera (1975)– y el posible comienzo de otra. Casi veinte años más tarde, en Mein Jahr in der Niemandsbucht (1994) (Mi año en la bahía de nadie), reaparece este mismo personaje. Ahora ya no es un diplomático, que es lo que era al comienzo de aquella novela, sino

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El espíritu íntimo

Quienes hayan seguido la obra de J. L. Pardo habrán advertido ya que se trata de una de las cabezas más lúcidas y más fértiles de nuestro actual agro filosófico, no especialmente magro en estos momentos. En este último libro el autor empieza su reflexión enfrentándose a dos concepciones al uso, una relativa a lo que se ha venido pensando sobre la intimidad –la «teoría frutal de la intimidad»– y otra, implicada con ella, concerniente al lenguaje y a su dimensión íntima –la «teoría elástica del lenguaje»–. Para J. L. Pardo la intimidad no es aquel núcleo último de la persona que puede equipararse al hueso de un fruto, un último meollo protegido por una capa dura que sólo cabría

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