Cristina Peñamarín
A la iniciativa de Lucrecia Escudero, aliada con Eliseo Verón –director de la colección y autor del prólogo–, se debe que haya en el mundo un libro de Paolo Fabbri, quien siempre se prodigó más oralmente que por escrito y nunca había reunido sus textos dispersos en un volumen. Así ocurre que este semiólogo italiano publique su primer libro en español, lo que los hispanohablantes hemos de agradecer a Escudero, Verón y Gedisa. Ser autor de contundentes pero dispersos artículos no ha impedido a Fabbri ejercer una gran influencia donde se atiende a la palabra hablada. En este país nuestro de conversadores, la universidad no ha consolidado, tras el enmudecedor franquismo, una dinámica de discusión de ideas entre estudiosos e
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