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¿Es inevitable la dominación masculina?

Masculino/Femenino. El pensamiento de la diferencia

FRANÇOISE HÉRITER

Ariel, 1997

Trad. de Vicente Villacampa

319 págs.

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A diferencia de otras publicaciones de Françoise Héritier, Masculino/Femenino pone al alcance de un público más amplio los conocimientos adquiridos en el campo de la antropología. Huye de los conceptos y tecnicismos habituales, en los estudios de parentesco especialmente, y el contenido de la obra –descriptivo, comparativo y nomotético– es coherente con sus objetivos preliminares. Héritier pone el racionalismo al servicio del voluntarismo; reivindica su doble estatus de etnógrafa (en el ámbito cultural africano) y de antropóloga, y plantea el desvío antropológico como un instrumento de transformación social. Sin embargo, las expectativas de algunos lectores –entre éstos probablemente se encuentren las feministas más acérrimas-pueden verse decepcionadas: ningún dato que apoye la imagen de una sociedad que no haya instituido la dominación masculina sobre las mujeres; en su lugar, la autora muestra que es uno de los invariantes culturales más asentados. El diagnóstico determina las predicciones: «No me parece –afirma– que haya llegado el tiempo en que la relación entre los sexos se conciba necesaria y universalmente como una relación de igualdad, tanto en el aspecto intelectual como en el práctico. Y me parece difícil llegar a ella» (pág. 27). El pesimismo de esta conclusión no implica la renuncia a la lucha por un mayor reconocimiento de la igualdad dentro de la diferencia. F. Héritier defiende a la vez la necesidad del cambio y la prioridad del conocimiento y, de modo consecuente, aboga por la necesidad de consultar a los científicos sociales y –como demuestran algunos de los capítulos de este libro– se presta a colaborar con las instituciones públicas que requieran sus servicios.

No obstante, la ayuda del especialista depende tanto de su posición en el campo científico como de los principios de construcción de sus conocimientos. La misma autora lo admite al hacer explícito el vínculo entre sus presupuestos, sus conclusiones y sus advertencias. La discusión de planteamientos contrarios se impone tanto más en cuanto que su trabajo se inscribe, en cierto modo, a contracorriente de muchas investigaciones contemporáneas, claramente postestructuralistas.

La dominación de los hombres sobre las mujeres constituye el eje que vertebra los artículos reunidos en el volumen. Explora los productos del imaginario sobre temas tan vitales como aparentemente «incomprensibles» como son la procreación, la fecundación, la esterilidad, la gestación, las cualidades de los fluidos corporales, la transmisión genotípica, la constitución corporal, etc. Los datos recogidos por Héritier en grupos étnicos del oeste africano se cotejan con hechos de parecida índole en otros pueblos, continentes y épocas. Al lector le es difícil no dejarse seducir por una retórica basada en la comparación de imágenes, asociaciones de ideas, homologías, y particiones de la realidad que comparte tácitamente. Sin embargo, una de las cuestiones de fondo más problemática (desde el doble punto de vista teórico y aplicado) tal vez sea cómo se pasa de la constatación de una jerarquía que se repite a su casi «inevitabilidad». La demostración atiende a dos cuestiones interrelacionadas: ¿A qué se deben tanto la dominación de las mujeres como las similitudes interculturales en este aspecto? La autora funda su argumento en afirmaciones que por viejas –en la medida en que definen en parte la empresa estructuralista– no dejan de ser fundamentales para la comprensión del análisis. Ante todo, la cultura se elabora a partir de los hechos básicos que proporciona la constitución biológica; en relación a los hechos estudiados, la diferencia de sexo, seguida por la sucesión de las generaciones y de los nacimientos son datos primarios que determinan las combinatorias posibles. En segundo lugar, los procesos de conocimiento (pensamiento binario, observación empírica…) son idénticos en todas las sociedades. Por sus características, el cuerpo está así predispuesto a desempeñar un papel especialmente destacado, como punto de anclaje de toda actividad cognitiva y como objeto de pensamiento al alcance de todos. Por último, la coherencia interna de los rasgos culturales es producto de la aplicación de una misma lógica mental en los distintos ámbitos de la realidad.

El escepticismo surge en cuanto se intenta dar cuenta del peso diferencial de los géneros partiendo de esas premisas unilateralmente. Héritier muestra que la comparación de los sistemas de ideas e imágenes conocidos (y consolidados) pone de manifiesto regularidades significativas en la construcción social de la masculinidad y de la feminidad. Sin embargo, el hecho de que el simbolismo contribuya a reproducir la dominación no permite dar cuenta por sí sólo de la génesis y permanencia de la jerarquía, ni pueden hacerlo los procesos cognitivos que generan las formas en las que ésta se expresa. ¿No sería paradójico reducir las relaciones de poder entre los hombres y las mujeres a sus términos simbólicos? Al amparo del enfoque teórico elegido, ¿no estaríamos aceptando –como se argumenta a veces– imágenes hechas por los hombres y para los hombres…?

Para una explicación propiamente dicha de las constantes, es probable que haya que mirar hacia otra parte. La autora lo sugiere al señalar que las mujeres son «productoras exclusivas de ciertos bienes» (pág. 292). Otros antropólogos han erigido el control de esta capacidad en piedra angular de sus análisis de la recurrencia de la dominación masculina, que pone en tela de juicio su naturalización y los procesos simbólicos implícitos que aseguran su permanencia pese a las diferencias particulares.

En suma, Françoise Héritier contribuye a un análisis transversal de las producciones culturales sobre feminidad y masculinidad que, como mínimo, invita a plantear desde una perspectiva simbólico-histórica los cambios introducidos por la evolución de la sociedad contemporánea y de la ciencia.

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Ficha técnica

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