
La sombra de Miguel Delibes es alargada
El 17 de octubre de 2020 se cumplen cien años del nacimiento de Miguel Delibes. Su obra aún goza de prestigio, pero se lee poco, supuestamente porque ha quedado anticuada. Su realismo, a pesar de innovaciones puntuales, parece de otra época, cuando los pueblos y las pequeñas ciudades eran el horizonte de la mayoría de los españoles. Su afición a la caza menor le aleja aún más de las nuevas generaciones. Para muchos, Delibes ha envejecido mal y tiene pocas cosas que decir a los más jóvenes. Creo que es un juicio injusto y equivocado. La obra de Delibes anticipa muchos aspectos de nuestro presente: la creciente deshumanización de las relaciones personales en los grandes espacios urbanos, la epidemia de soledad derivada de la incapacidad de establecer vínculos duraderos, la degradación de la naturaleza por su explotación irresponsable, la crisis de los valores morales y espirituales alentada por un creciente nihilismo, la destrucción de la intimidad por el desarrollo de una tecnología que penetra en todos los ámbitos, la manipulación de las conciencias por los medios de comunicación de masas, las intolerables desigualdades que arrojan a la marginación a miles de personas, el menosprecio de los ancianos y los enfermos, la necesidad de superar el trauma colectivo que supuso la Guerra Civil («la gorda», por utilizar la expresión empleada en Madera de héroe). Podemos decir que Delibes fue un visionario en su crítica de la modernidad, no un nostálgico del pasado, y un español que comprendió la urgencia de sanar las heridas abiertas por la confrontación entre las dos Españas. Dos Españas que solo pueden interpretarse como una inaceptable mutilación de lo que debería ser una nación con una mirada crítica sobre su pasado y una apertura permanente hacia un porvenir de concordia y prosperidad.