
El fanatismo según Voltaire
Aunque pueda chocarle a una posteridad que lo asocia más que nada a los escritos dialécticos y de combate de su madurez (Tratado sobre la tolerancia, Diccionario filosófico, etc.), sus contemporáneos celebraron en Voltaire ante todo al poeta (La Henriada) y al dramaturgo. Cuando, poco antes de morir, en 1778, al volver a la capital tras muchos años de alejamiento en su propiedad de Ferney, París lo aclamó en una auténtica apoteosis, eligió como escenario la Comédie-Française, donde se estrenaba su última obra teatral, Irène, recién escrita. Su primer gran éxito, allá por 1718, cuando no había cumplido aún los veinticinco años, fue una tragedia, Edipo, y a lo largo de toda su vida, con asiduidad, cultivó el teatro, constituyendo parte no pequeña de su ingente producción. Todo ello es congruente no sólo con su aspiración al reconocimiento académico y el éxito, sino con las preferencias sociales de un público urbano con recursos y tiempo de ocio para frecuentar los teatros y cuya ampliación y consolidación coincide cronológicamente con la vida de Voltaire.