¡Los Madelman lo pueden todo!
Walter Benjamin sostenía que el coleccionista es «un fisonomista del extenso mundo de las cosas». Su pasión por ciertos objetos los sustrae de su función original como productos de consumo y los confina en un «círculo mágico», similar al de una enciclopedia, donde todo adquiere un orden artificial. Para el coleccionista, el fin de cada pieza es ocupar un lugar en una vitrina. Desde su punto de vista, no cabe otro destino, pues en su caso el «escalofrío» de comprar está orientado a «congelar» el objeto.