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Un hito historiográfico

Camarada invierno. Experiencia y memoria de la División Azul (1941-1945)

Xosé M. Núñez Seixas

Barcelona, Crítica, 2016

575 pp. 26,90 €

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«Yo no sabía muy bien lo que era la Falange, ni el comunismo, pero algo así como el fútbol, o eres del Atlétic de Bilbao o del Atlético Aviación, total daba lo mismo y cuando eres joven no interesa otra cosa que dónde se celebran las mejores fiestas y cómo buscarse la manera de acudir a ellas». Este fragmento de las memorias de un voluntario de la División Azul, citadas por Núñez Seixas en el libro, nos deja entrever cual es el núcleo de la obra: al autor le importan las subjetividades de los «voluntarios españoles de Hitler», la forma en que estos decidieron su participación en la empresa, la manera en que la aprehendieron mentalmente y el modo en que ellos y la sociedad en su conjunto recordaron los hechos años después, y hasta hoy día.

Estamos, pues, muy lejos de los trabajos habituales sobre la División Azul. Hasta ahora, la investigación acerca de este cuerpo –abundante y muy diversa– ha girado sobre temas tan concretos como los aspectos militares, políticos o diplomáticos. A menudo se han estudiado también las personalidades que participaron, muchas veces sólo a intelectuales, universitarios o militares, quienes, además, por haber dejado obras escritas y por su importancia en la esfera pública, han tenido repercusión y consecuencias y han dejado huella en la vida cultural española. Muchos trabajos no iban más allá de la hagiografía de unos o de la crítica de índole política de otros. Algunas investigaciones de calado (las de Xavier Moreno Juliá, por ejemplo), habían relatado con rigor la peripecia divisionaria en sus aspectos estructurales, organizativos y factuales, acervo sobre el que descansa la obra que aquí comentamos. Pero hasta ahora no teníamos un análisis explícito y detenido de quiénes eran los divisionarios y qué pensaban, más allá de algunas cifras, datos fragmentarios y puntuales brochazos impresionistas. Además, en lo tocante a sus experiencias, estas habían sido contadas tan solo en forma literaria o memorialística. Lo que sabíamos de la División Azul era, para más inri, siempre desde el prisma, un tanto deformante, de su situación al comienzo del régimen franquista y tras la guerra civil española, como parte casi inevitablemente sucesora de un decenio trágico de la historia de España.

La novedad en la aportación de Núñez Seixas, catedrático en excedencia de la Universidad de Santiago de Compostela y, desde hace algunos años, también catedrático en la Ludwig-Maximilians-Universität de Múnich, es la de introducir a la División Azul en la mainstream de la investigación histórica internacional, mostrando su peripecia en el contexto de la época, las similares experiencias y el lugar que la División tuvo en el esfuerzo de guerra alemán. Seixas, que ya había publicado una síntesis de la historia del conflicto germano-soviético (Imperios de muerte, Madrid, Alianza, 2007), nos revela lo distinto que era el frente del Este, en el que la División Azul tuvo que desenvolverse, tanto de la experiencia de la guerra civil española, en la que parte de su contingente ya había participado, como de los otros escenarios de la propia Segunda Guerra Mundial. Resulta, así, de particular provecho la comparación con otras unidades similares de voluntarios europeos que, como extraemos de las consideraciones de Seixas, no fueron, en definitiva, tan diferentes.

Seixas examina también las percepciones que tenían los falangistas de Alemania y del Tercer Reich, descubriendo cómo –al menos para la parte más ideologizada de ellos–, y pese a la recurrencia a estereotipos y tópicos acerca de lo teutón, los españoles acababan por considerar el fascismo igualitarista y moderno de Hitler como un modelo a seguir para la fascistización de España a su regreso. El examen de percepciones y estereotipos divisionarios se complementa con la descripción de las visiones que crearon y creyeron de «rusos», «judíos» y otros pueblos con los que se toparon. Se pone un cuidado especial en examinar, con una perspectiva que podríamos llamar de género, los estereotipos de las mujeres que tenían los miembros de la División y que explican en buena parte las fantasías sexuales vertidas en las memorias y relatos que han contribuido a crear la idea de la División Azul.

Existe una cierta leyenda blanca de la División Azul que se ha mantenido largo tiempo: la idea de que trataron aceptablemente a la población local, de que dejaron buen recuerdo por donde pasaron, de que no eran racistas con rusos ni judíos. Seixas desmonta en parte ese mito al explicar cómo, aun siendo parcialmente cierto –los españoles carecían de racismo biológico y sólo mostraban los estereotipos y resentimientos culturales que ya se han apuntado–, ese comportamiento ni era tan diferente de otras agrupaciones de voluntarios o participantes extranjeros en el esfuerzo de guerra nazi en la Unión Soviética –como el de los italianos–, ni fue del todo espontánea, puesto que muchas veces también se debió a la situación de la División Azul en un frente relativamente estable y tranquilo. En ese frente, en el que el contacto con la población ocupada se mantenía en márgenes todavía muy lejos de la brutalización de otros sectores, la relación «civilizada» entre ocupante y ocupado era todavía posible. Sobre esto hace hincapié el autor: aunque ciertamente los divisionarios dejaron un registro bélico considerable, lo cierto es que la División Azul estuvo en un frente que, hasta después de su retirada, no fue objeto de una ofensiva demoledora. Esto no limita la valentía o bravura de unos soldados que –cumpliendo el tópico– se batieron individualmente con denuedo, pero sitúa también en su contexto las bajas habidas y el desarrollo de las operaciones militares.

A lo largo del libro, Seixas plantea precisamente las preguntas correctas acerca de la División Azul, los interrogantes que no se habían planteado nunca: ¿participó la División Azul en el genocidio de los judíos perpetrado por los alemanes? ¿Cuál fue su papel en el esfuerzo de guerra nazi en el Este? ¿Cometió atrocidades, al igual que la Wehrmacht? Seixas demuestra por primera vez con sólidos argumentos y fuentes vigorosas que la División Azul no participó en el Holocausto, como sí hicieron algunas otras unidades de voluntarios europeos, aunque esta noticia se ve matizada por la constatación de que, ciertamente, la eliminación física de los judíos no era un cometido que los nazis hubieran pensado delegar en aquellos extraños soldados hispanos. Los divisionarios sí tuvieron, sin embargo, noticia de lo que estaba pasando, al menos de forma general, y dejaron constancia de la crueldad del antisemitismo nazi. Habría, pues, que inscribir a la División Azul –esta es la tesis del autor– en esa categoría de los by-standers, espectadores pasivos del genocidio, que fue posiblemente la actitud más generalizada en las tierras de sangre de Europa Oriental. También muestra Seixas con fuentes abundantes, si bien menos inequívocas, que la División Azul participó en la represión de partisanos –en general con escasa eficacia– y, posiblemente, también sus efectivos llevaron a cabo en parte la infame orden hitleriana de ejecución inmediata de los comisarios del ejército. Todo muy relativizado, ciertamente, por el hecho, evidente en las fuentes, de la desconfianza de los mandos germanos hacia la División Azul y su negativa a otorgarles demasiada responsabilidad.

Hay dos aspectos que, a mi juicio, son los mejores del libro desde un punto de vista historiográfico. Por un lado, el capítulo dedicado a la vida cotidiana de los divisionarios, que entra dentro de las nuevas tendencias que se preocupan más de las vivencias de los soldados que por los meros hechos de armas. Seixas consigue mostrar aquí, con un estilo literario que destaca sobre el de otras partes del libro más austeras o analíticas, la forma en que las carencias y las experiencias en la retaguardia y en el campo de batalla marcaron las lecciones, vitales y políticas (la importancia de la camaradería, la falangización de los no falangistas), que extraerían los divisionarios de su estancia en Rusia.

El otro capítulo de relevancia es el dedicado al legado y la memoria de la División Azul. No puedo dejar de insistir en la importancia de esta parte del libro: precisamente algunos de los aspectos más relevantes de la trascendencia de la División Azul en la historia española se hallan en las plurales carreras posteriores de los exvoluntarios, en la forma en que fueron recibidos, asumidos y, a veces, ninguneados por el régimen, en el modo en que se construyeron sus redes de relación, su intervención en  los estratos medios y bajos de las jerarquías del régimen, en su posterior evolución política. Y las páginas que se dedican a los rituales y a la construcción de la memoria de la División Azul a lo largo del tardofranquismo y la Transición suponen un brillante ejemplo de lo que considero que debe ser la investigación de la memoria: mostrar en qué forma las sociedades –en este caso la española– han ido edificando recuerdos y en cómo estos han ido transformándose a lo largo del tiempo.

Desde el punto de vista de la construcción del libro, hay que lamentar que termina algo abruptamente, con unos nostálgicos párrafos acerca del retorno de los divisionarios a Rusia y sus impresiones del país, ahora liberado del comunismo. Es una buena historia, que puntúa y cierra el círculo de lo expuesto a lo largo del libro, pero opino que habría sido necesario añadir aún un capítulo conclusivo en el que se extrajeran de nuevo los aspectos novedosos y las tesis fuertes para evitar que queden enterrados entre la riqueza material de las fuentes expuestas.

Y es que los materiales en que se basa el libro son imponentes y, a todas luces, producto de una acumulación continuada de esfuerzos durante muchos años. Hay archivos españoles y alemanes, públicos y privados, diarios, cartas y materiales autobiográficos de muchos tipos, bibliografía en toda una larga serie de idiomas. Hay también, por primera vez, un cierto uso de materiales rusos que, aunque quedan apenas como pinceladas, abren el apetito hacia pesquisas más profundas.

Se trata, sin duda alguna, en definitiva, del mejor libro de historia publicado en España en lo que va de año y, sin duda, de una de las mejores producciones historiográficas de nuestro país de los últimos decenios. Es una obra de madurez, que muestra también lo fructífero de volver sobre temas aparentemente agotados con una visión fresca, nuevas metodologías y un trabajo exhaustivo de investigación de las fuentes.

José M. Faraldo es profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Complutense. Es autor de Europe, Nationalism, Communism. Essays on Poland (Fráncfort, Peter Lang, 2008) y La Europa clandestina. Resistencia a las ocupaciones nazi y soviética (1938-1948) (Madrid, Alianza, 2011).

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Ficha técnica

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